Las crónicas del libro "No hay tiempo que perder", de Reynaldo Sietecase, poseen la respiración del viaje y delatan al narrador y al poeta que conviven con el oficio de periodista, en este rosarino que se autodefine como un "cazador de historias".
Jorge Boccanera
El libro, editado por el sello Aguilar, está dedicado al padre y a los
hijos del autor, y en el contenido abundan referencias a la infancia y
recuerdos de familia.
Sobre esta impronta autobiográfica dice Sietecase: "Sin duda.
Los sicilianos dicen `La sangre no es agua` y tienen razón. En muchos
textos hay una búsqueda de los orígenes y, aunque suene paradójico, en
esa misma búsqueda pienso a los que me preceden. Me proyecto y descubro.
Pero no es algo deliberado. Se trata de una presencia subjetiva que
aparece esparcida en textos escritos durante veinte años en
circunstancias muy distintas".
Las notas de la sección "El viajero que huye", uno de los mejores
momentos del libro, poseen la respiración del viaje, Sietecase señala:
"Podría decir que viajar me pone en estado de crónica. El viaje habilita
una cantidad de sucesos narrables.
Viajar activa mi rol de `cazador de historias`, y las crónicas de viajes están entre mis preferidas".
Sietecase -autor entre otros libros de las novelas "Un crimen argentino y
"A cuántos hay que matar", y títulos de poesía como "Pintura negra" y
"Mapas para perderse"-, cita a Tomás Eloy Martínez, Osvaldo Soriano y
Ernest Hemingway como referentes en la crónica: "Son los que me
marcaron. Puedo sumar a otros, de Martín Caparrós a Guy Talese. Mi lista
puede ser interminable".
Su estilo parece situarse en un cruce de coordenadas entre la mirada
minuciosa de Eduardo Galeano y la de Jorge Lanata, un tanto más general e
informal: "Trato de encontrar una voz propia. Pero puede ser, ya que
tanto Lanata como Galeano están entre mis lecturas. Con Jorge, además,
trabajé durante años. Ambos escriben de manera directa, y son muy buenos
contadores de historias".
Los temas expuestos en el libro se articulan a datos e historias breves
aportados por la gente; frases - "me dicen" y "me contó"- que mueven una
cinta de transmisión que dinamiza historias encastradas: "Tengo como
costumbre narrativa sumar lo que me dicen y me cuentan, en especial
sobre lugares o personas".
"La fuente puede ser alguien de la calle -un mozo de bar, un guía, un
marinero, etcétera- que no siempre tiene sentido identificar. Esas voces
existen, si no fuera así estaría violando el compromiso esencial de la
crónica periodística: narrar hechos ciertos con personajes reales en un
momento determinado".
Una frase que resplandece al fondo de una de las crónicas: "Estoy
condenado a mendigar buenos relatos": "Me refiero a que desde niño
espero que me cuenten un cuento. Mi padre, cada noche, entraba a mi
habitación para contarme una historia. Es lo que busco en un libro, una
obra de teatro, una película y hasta en la conversación con un amigo:
una buena historia y que me la cuenten bien".
Resulta también interesante en "No hay tiempo que perder", el cruce
temático, un cóctel que incluye cementerios, ángeles y fantasmas:
"Sucede que no hay historias pequeñas, hay historias bien o mal
contadas. Todo es narrable si se lo narra bien. Si se descubre al
personaje paradigmático y se pueden volcar los detalles. Verdad y
belleza es mi consigna a la hora de escribir".
En su caso, la prosa cuidada tiene que ver con que se complementan el periodista y el narrador: "Tengo dos oficios.
Llegué al periodismo desde la literatura. Construyo artefactos
literarios desde mucho antes de imaginar que el periodismo podría darme
sustento y alegría. Suelo decir que literatura y periodismo son como la
bella y la bestia. Muchas veces no sé quién es la bella y quién la
bestia. Eso sí, escribo con la misma pasión y rigor un texto literario o
un texto de no ficción".
En estas crónicas se suceden también personajes emblemáticos, del Che
Guevara al sub comandante Marcos, de Papá Noel a Batman: "Son personajes
que me acompañan desde la infancia. Una de las cosas maravillosas que
tiene este oficio es la posibilidad de poder rescatar algunas cuestiones
o personajes. Marcelo Thiery escribió alguna vez que el único
holocausto lícito es el de los olvidos".
En la escritura del periodista rosarino el uso de metáforas y la mención
de nombres como los de Pizarnik, Pessoa, Bandeira, remiten a la poesía.
Ya la crítica ha hablado de la "impronta poética" que subyace en sus crónicas.
El dice: "Me gusta esa idea. Antes que narrador y periodista, soy poeta.
Y mis crónicas tienen una música propia. Cuando termino de escribir leo
en voz alta para ver como suena".
"No hay tiempo que perder" inicia con un epígrafe del poeta Mario Trejo,
cuyo nombre se reitera en varias de sus páginas; Sietecase lo considera
su "maestro" y añade: "Un enorme poeta. Su poesía, comparable a la de
Juan Gelman, reúne pensamiento y belleza. Además de gran periodista fue
un viajero incansable. Sus observaciones, impiadosas y precisas, lo
mejoran todo".
-Una corriente erótica -desde el despertar sexual- atraviesa el libro y
corona en la sección "Escrito sobre mi piel", ¿juega como condimento de
las crónicas? El periodista duda: "No lo sé. El erotismo también está
muy presente en mi poesía y en mis novelas".
Concluye Sietecase: "En este caso, las dos crónicas de la sección
`Escrito sobre mi piel` fueron un pedido expreso del editor de la
revista `Latido`".
En uno de los textos la consigna era escribir sobre la infidelidad y en
el otro, sobre los besos y abrazos. Fue un desafío escribirlas. Creo que
son los textos más íntimos y arriesgados del libro".
Todos los derechos reservados Copyright 2007
Terminos y usos del sitio
Directorio Web de Argentina
Secciones
Portada del diario | Ediciones Anteriores | Deportes | Economia | Opinion|Policiales
Contactos
Publicidad en el diario | Redacción | Cartas al director| Staff