“La Renuncia” continuará este sábado a las 22 y domingo a las 21, en el Orestes Caviglia. Hay ambigüedad en el texto, el espacio escenográfico es el mismo y los personajes son los de una familia, apuntando que “toda familia es un campo de concentración”, comentó su director Marcos Rosenzvaig.
La puesta tiene como protagonistas a Ricardo Podazza (Samek), Teresita Terraf (Ester) y Andres D'Andrea (Alberto), el elenco se completa con Liliana Sánchez (Rosa), Sergio Águilar (León), Noe Andrade (Mme. Lucienne), Eloísa Martínez Romero (Eva), Sergio Domínguez (Tito) y Rubén Avila (Tío Arturo).
La Coordinación de Asistencia Técnica es de Julio Rojas, la Asistencia Técnica y de Producción, de Silvina Schiliserman, la Banda sonora de Roberto Ortega. La Asistencia de Dirección: Marcela García Mottes. Práctica de Asistencia de Dirección, Guillermo Katz. Diseño de Vestuario y Escenografía: Marcos Rosenzvaig
Escrita y dirigida por el dramaturgo tucumano radicado en Buenos Aires, Marcos Rosenzvaig, “La Renuncia” se inspira en una historia novelada por Sandor Marai, La Herencia de Eszter. La historia teatral está instalada en una familia de clase media argentina durante los años ‘50. La infinita gama de sentimientos desconoce de tiempos y lugares. El verdadero espacio es el poder del amor y la necesidad de ser amados.
La obra está dedicada a la memoria del escritor Eduardo Rosenzvaig, fallecido recientemente.
La Renuncia habla de “el poder del amor y de una doble renuncia: al amor y a todos los bienes. Indaga entonces qué sucede cuando se renuncia al amor en el plano de lo ético (reglado por el matrimonio), lo religioso (el padre Abraham que tiene que matar al hijo Isaac) y lo estético (alimentar el amor y renunciar a él por la necesidad de mantener viva la imagen, la idea del amor y evitar la caída en la rutina y la cotidianeidad).
Contada desde una noche hasta el final de la otra noche, la historia comienza en los años 50, cuando un hombre que estafa a todo un pueblo y mantiene una relación de amor con su cuñada se marcha del lugar con sus hijos, tras la muerte de su mujer. Doce años después ese hombre regresa.
Todo transcurre en un día, como si fuese un cuento de alguien que ya murió. La persona que habla lo hace –tal vez- desde la muerte o desde un geriátrico.
Hay ambigüedad en el texto, el espacio escenográfico es el mismo y los personajes son los de una familia, apuntando que “toda familia es un campo de concentración”, apunta Rosenzvaig.
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