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04/11/2011 - Cuento de fútbol

"Después de esto me puedo morir tranquila", por Sebastián Ganzburg

Quince años tenía cuando fui por primera vez a la cancha de Atlético Tucumán. Me acompañó mi hermano Nacho. Me puse un jean ajustado, una musculosa blanca y unas zapatillas john foos. El partido era con los sucios de los Santos, en La Ciudadela.

 Después de esto me puedo morir tranquila

Por Sebastián Ganzburg 

Quince años tenía cuando fui por primera vez a la cancha de Atlético Tucumán. Me acompañó mi hermano Nacho. Me puse un jean ajustado, una musculosa blanca y unas zapatillas john foos. El partido era con los sucios de los Santos, en La Ciudadela. 

El equipo de entonces no era bueno, poco fútbol, aguerrido, defensivo. Propio de la B Nacional. Nachito es más grande que yo por tres años. Me tenía que llevar a la cancha luego de una apuesta que le gané. Era fácil, si él no le daba un beso a una compañera de la escuela, debía acompañarme a ver un clásico. Nacho arrugó y tuvo que pagar el precio. 

Fue un día histórico. Ganamos uno a cero, faltando un minuto para finalizar el encuentro. La tribuna ciruja parecía un cementerio. Un gol que me marcó para siempre. 

De ahí falté en escasas oportunidades a la cancha. Como mi hermano se juntaba con los changos de la barra, de a poco, fui convenciendo a mis compañeras para que me acompañaran. Armamos un grupito, todas fanáticas de los Redonditos de Ricota. Las decanas ricoteras nos decían. Así se leía, en el trapo más grande que teníamos. Siempre veíamos el partido desde la tribunaque está sobre calle Laprida. 

Los insultos fueron iguales toda la vida. No se que me pasó. Seguro la edad, el paso por la facultad de psicología... Me recibí de licenciada y ahora soy freudeana, psicoanalista. La verdad de la milanesa es que el machismo me secó la cabeza. Así como lo oís. No lo tolero. Mi postura respecto al fútbol cambió cuando un pelotudo, no te digo un sonzo, porque sonzo no es lo mismo que pelotudo. Bueno, un pelotudo, de esos que ya no vienen, comenzó a putear a la mujer de Zelaya por una cagada que se había mandado y la situación me indignó. El tipo se pasó. Que puta de acá, que la chupa bien y no se cuantas boludeces más dijo el tío. Entonces, me levanté, agarré mi corneta, cábala que siempre iba conmigo, y se la partí en la cabeza. ¡Por machista y pelotudo!, le grité. El tipo no entendía un carajo y, por supuesto, me quería matar. Silencio total en la tribuna. Vino la cana y a coro se oyó: ¡llevate a esta puta quilombera! 

No volví al Monumental. 

Mi sobrina, Julieta, de dieciséis la descose. Yo la dirijo. Cuando dejé de ser hincha me incliné a la dirección técnica. No fue nada fácil. Por ser mujer no me admitieron en la escuela de directores técnicos, así que estudié sola. Conseguí los apuntes. Conversé con algunos entrenadores conocidos y me interné meses mirando partidos de todas las ligas, una y otra vez. 

Tengo una onda Bielsa. Me gusta el buen juego, arriesgado y ofensivo. Pelota al piso. Pero mi particularidad es que trato de ponerle una cuota de género a mis dirigidas. Conversamos de muchas cosas con las chicas. Algunas más grandes ya fueron mamá. Pero no dejan de jugar a la pelota. Julieta, por ejemplo, le pega como los dioses. 

Ayer me pasó algo fenomenal, todavía siento la adrenalina correr por  mis venas. El fútbol es lindo y a veces pasan cosas raras que alimentan el alma, que te hacen sentir completa, que te emocionan hasta la médula, igual que un orgasmo, te diría. La cuestión es que tres metros atrás del medio campo, la bajan a la ratoncita Mendieta, de atrás. Discusión va, discusión viene, la princesita Castelli, como le decíamos a Julieta, tomó carrera, la empalmó con la que mejor le pega, la zurda. La pelota atravesó el ocaso lluvioso, saludó a la luna, conversó con el viento y bajó a doscientos kilómetros por hora. La arquera dio varios pasos atrás, se cayó dentro del arco, justo cuando el balón picaba y se colaba en el fondo de la red. Me largué a llorar como una boluda. No se si mi corazón, con bastante trajín encima, se aguante muchas más emociones como estas. La verdad que no me importa. Después de esto me puedo morir tranquila.


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