Juntarse con los amigos antes de ir a la cancha es una experiencia mística, alegre. Cada vez que jugaba Atlético Tucumán nos reuníamos en la casa del Jota, que vivía a solo dos cuadras del estadio, por lo general si el partido era a la tarde, hacíamos un asadito regado por vino, cerveza, faso y conversaciones que no iban ni llegaban a ninguna parte, pero entretenía. Casi siempre hablábamos de fútbol, de minas, de música y en no pocas ocasiones, de política.
Por Sebasti'an Ganzurg
Juntarse con los amigos antes de ir a la cancha es una experiencia mística, alegre. Cada vez que jugaba Atlético Tucumán nos reuníamos en lo del Jota, que vivía a solo dos cuadras del estadio, por lo general si el partido era a la tarde, hacíamos un asadito regado por vino, cerveza, faso y conversaciones que no iban ni llegaban a ninguna parte, pero entretenía. Casi siempre hablábamos de fútbol, de minas, de música y en no pocas ocasiones, de política. Todos éramos peronistas, excepto el Colo que era trosco, cada vez que decíamos algo referido a la situación nacional o nos poníamos a delirar sobre las mil y unas frases del General, este pelotudo saltaba con zurdadas inaguantables: que Perón era facho, que el peronismo nunca fue revolucionario, y no se cuantas cagadas más decía. La verdad que el vago nos tenía las bolas llenas. Recuerdo que un día lo mandamos a la mierda, el tipo se puso a cuestionar algo en lo que todos estábamos de acuerdo, rompió tanto las pelotas que lo echamos de la casa del Jota que era más peronista que Cámpora y Evita juntos.
Las previas tienen ese colorcito folclórico que solo se ve en Argentina. Entre copetes y copetines nos íbamos animando a cantar y agitar los trapos, comíamos el asado y luego salíamos a la vereda meta alentá (como decimos en el norte argentino). En ese momento nos encontrábamos con otros colegas, abrazo de acá, que te acordás cuando viajamos a Santa Fe, cuando caíste en cana en Córdoba…
Ese día en la docta fue mortal, Juan Rubén Ascárate era el dueño de la trafic que nos trasladó, un tipo jodón, piola, simpático, pero algo engreído, aunque buena gente, la cosa es que viajamos toda la noche, llegamos a Córdoba, allí nos recibieron con un tremendo asado, los amigos de Racing, una pinturita, buena carne y mejor escavio. El partido comenzaba a las 16 y nosotros desembarcamos a las 10, desayunamos vino, bebida que se extendió a lo largo de la jornada. Jugábamos con Belgrano, un partido decisivo porque si ganábamos entrábamos al octogonal, caso contrario lo hacían los Piratas que el año pasado nos habían quitado la posibilidad de ascender a la primera categoría del fútbol argentino. Teníamos todas las esperanzas de que esta vez la hazaña era posible.
Luego de incontables litros de la bebida de Jesús llegó la hora de partir al estadio de Belgrano en el mítico barrio Alberdi, habíamos convocado por facebook y twitter, así que entre tucumanos residentes en Córdoba, sumado a los cientos que habíamos viajado, éramos más de mil. ¡Qué quilombo nos mandamos aquella vez! Cuando pasamos por Patio Olmos, antes de cruzar la Velez Sarfield, los hinchas del Pirata se hartaron de putearnos, para colmo con nosotros iban los de Racing que ligaron de arriba. Llegando a la cancha, bajamos como pudimos, entramos corriendo, avalancha de por medio, no quedó nadie afuera, colgamos todos los trapos. Yo era el encargado de algunos y tenía un pedo que no me podía mantener en pie, me subí al alambrado colgué como puede un par, y volví a la tribuna. Casi me muero. No recuerdo qué pasó, ni a quien putié, lo cierto es que desperté en una comisaría, en bolas y cagado de frío porque los canas hijos de mil putas me estaban manguereando, mientras me gritaban tucumano puto. Yo no entendía un carajo, ni siquiera sabía la hora que era. El partido ya era historia y por los ánimos en la comisaría, parecía que habíamos ganado de puro orto, sobre la hora. Esto lo indagué porque el comisario no paraba de lamentarse. Qué arquero de mierda, decía, cómo se puede ser tan pelotudo, los escuche mientras suspiraba con bronca. Días más tarde, cuando vi la grabación del partido me enteré que a cinco del final, luego de un tiro de esquina, se produce una de esas jugadas en la que todos patean y saltan pero nadie entiende muy bien lo que sucede, el tres de ellos rechazó, le pegó en el culo a un compañero, la pelota le llegó despacito al arquero que cuando se agachó para agarrarla, pifió el manotazo y el esférico pasó por debajo de sus piernas.
Al final no te conté cómo llegué a esta lamentable situación. Bueno, parece que el Colo se puso a decir, producto de la macha que tenía, que Perón era un facho hijo de puta, entonces yo, cerca del alambrado le quise meter una piña que erré y le di sin querer a un cana, hincha de Belgrano que de un solo garrotazo me dejó sin palabras.
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