El papel de China en la industria petrolera de Sudán y Sudán del Sur podría emplearse para frenar la escalada de violencia que ya desplazó a miles de personas e hizo caer la producción de crudo en los dos países vecinos, recién separados.
Por Reem Abbas*
El gigante asiático importa 60 por ciento del petróleo sudanés y
posee 40 por ciento de las acciones de Petrodar y de Greater Nile
Petroleum Operating Co, las dos mayores empresas del sector en este país,
según la Academia China de Ciencias Sociales.
Pero el conflicto entre
los países africanos afectó la explotación de crudo. Según el Ministerio de
Minería y Petróleo de Sudán del Sur, la producción disminuyó de 85.000 a 60.000
barriles diarios (de 159 litros) en los estados fronterizos, y lo mismo ocurrió
con el crudo de Sudán, que cayó de 60.000 a 48.000 unidades por día.
El
estado sudanés de Kordofán del Sur, próximo a la frontera con Sudán del Sur,
vive enfrentamientos armados desde junio, y el de Nilo Azul, en el
límite con Etiopía, soporta combates desde principios de septiembre.
Ambos conflictos tienen como protagonistas al ejército de Sudán y al
Movimiento de Liberación del Pueblo de Sudán-Norte (SPLM-N), grupo asociado al
Movimiento de Liberación del Pueblo de Sudán que gobierna Sudán del Sur.
Kordofán del Sur se convirtió en el principal estado petrolero sudanés
tras la independencia de Sudán del Sur, formalizada el 9 de julio, indicó el
analista político sudanés Magdi El Gizouli.
"Es difícil obtener dinero y
petróleo si no hay paz", advirtió al inicio de este brote de violencia la
portavoz del Departamento de Estado (cancillería) de Estados Unidos, Victoria
Nuland. Beijing debería "aprovechar esta oportunidad para detener la violencia
en Sudán", agregó.
"Estados Unidos ya no tiene mucha influencia", había
dicho a IPS en junio el exembajador estadounidense en Etiopía, David Shinn.
"Lo único que puede hacer, aparte de pontificar y vociferar, es amenazar
con trancar la normalización de las relaciones diplomáticas" con Jartum, agregó.
Pero la estrategia de tentar a Jartum con un posible alivio de deuda o
con un indulto no obtuvo gran eco en el presidente sudanés Omar al-Bashir, el
único jefe de Estado en funciones bajo proceso
de la Corte Penal Internacional (CPI).
La mayor parte del crudo está
en Sudán del Sur, pero los oleoductos, los servicios y el grueso de la
infraestructura de la industria petrolera están en Sudán.
Ambos países
negocian desde el año pasado el arancel que Jartum cobra a
Yuba por el uso de su infraestructura.
"El principal ingreso de Sudán
del Sur procede del petróleo y protegerá la industria pues no puede permitirse
afectar la producción, ni siquiera en forma temporal", señaló a IPS un empleado
del departamento de oleoducto de Petrodar, quien pidió no revelar su nombre.
Alrededor de 98 por ciento de los ingresos de Sudán del Sur proceden del
crudo.
Cuando Petrodar comenzó a extraer crudo tras la construcción de
su oleoducto de 1.506 kilómetros en 2006, la producción era de entre 300.000 y
500.000 barriles diarios. Pero solamente entre 100.000 y 110.000 procedían de
Sudán, el resto se bombeaba de yacimientos que hoy son sursudaneses.
El
oleoducto de Petrodar se extiende desde la cuenca de Melut, en el estado
sursudanés de Unidad, situado entre los conflictivos Kordofán del Sur y Nilo
Azul, hasta el puerto de Sudán, en el norte.
Sudán del Sur necesita de
los caños, las terminales portuarias y las refinerías para movilizar su crudo.
"Jartum propuso cobrar 32 dólares por barril por concepto de
exportación, pero el gobierno sursudanés lo rechazó por considerarlo un exceso",
indicó la fuente.
Las autoridades de Sudán retuvieron en septiembre
600.000 barriles de crudo durante 24 horas, reclamando el pago de derechos de
aduana. Finalmente, el crudo fue entregado, pero no se sabe si el gobierno de
Sudán del Sur pagó o no.
Yuba tendrá que decidir sobre los aranceles de
tránsito antes de fin de mes, señaló Al-Bashir en entrevista con el periódico
saudita Asharq al-Awsat, con sede en Londres.
Pero el gobierno
sursudanés quiere que las negociaciones se lleven a cabo en una reunión de la
Unión Africana, encabezada por el expresidente sudafricano Thabo Mbeki.
"Mucha gente cree que la disminución de ingresos petroleros desalentará
el ímpetu bélico de Sudán", dijo a IPS el analista Eric Reeves, investigador del
Smith College, de Estados Unidos. "Pero la verdadera cuestión es si Jartum logra
mantener el control político sobre una población afectada por la inflación y el
alza del precio de los alimentos", apuntó.
En ese contexto, el único
actor que efectivamente puede presionar a Sudán es China, cuyo apetito de
ganancias petroleras depende ahora de mantener cálidas relaciones con los
enemigos de Al-Bashir, lo que podría llevarla a terminar su amistosa
actitud de décadas con el régimen del Partido Nacional del Congreso, acusado
de cometer atrocidades.
China es el mayor importador mundial de petróleo
después de Estados Unidos y depende de la provisión de Sudán y Libia. Es poco
probable que arriesgue su economía en auge por honrar viejas relaciones con
Al-Bashir, en especial cuando este se arriesga a una guerra prácticamente encima
de los preciados yacimientos de crudo de Sudán del Sur.
Según un cable
fechado en 2008 por el Departamento de Estado, y publicado por Wikileaks, el
fiscal jefe de la CPI, Luis Moreno Ocampo, responsable de procesar y de librar
la orden de arresto contra el mandatario sudanés, sostuvo entonces que "a China
no le importa lo que le pase a Al-Bashir y no se opondrá a su detención mientras
no se interrumpa su suministro".
A las compañías chinas les importa el
petróleo, coincidió el analista sudanés Hafiz Mohammad.
"La mayor parte
del crudo de esta región es explotado por empresas chinas a las que no les
preocupan mucho los derechos humanos, solo sus inversiones y el comercio",
indicó.
"En cierta forma, los combustibles fósiles financian conflictos
en vez de llevar prosperidad y crecimiento. Además, polarizan el ambiente
político porque las opiniones contrarias se compran con el mismo dinero", dijo a
IPS.
Las compañías occidentales no invierten en Sudán por las masivas
denuncias de violaciones a los derechos humanos y por las sanciones que Estados
Unidos dispuso en los años 90 a Jartum, acusado de apoyo al terrorismo y de
sostener continuos conflictos con grupos internos.
"En sus años de auge,
la industria petrolera de este país era de alto rendimiento y alto riesgo. Las
corporaciones occidentales participaban tanto como las chinas, pero estas
últimas no tienen la presión de la sociedad civil nacional que protesta y pide
abandonar el negocio", indicó El Gizouli.
La empresa canadiense Talisman
Energy vendió en 2003 su 25 por ciento de participación en la Greater Nile
Oil Company a raíz de las presiones de organizaciones locales.
China fue
muy criticada por organizaciones internacionales de derechos humanos, en
especial en 2008, cuando se celebraron los Juegos Olímpicos de Beijing, que
fueron bautizados "juegos genocidas" por esos grupos.
Los activistas
cuestionaban que empresas chinas siguieran haciendo negocios y no aceptaran
presionar a Jartum para que pusiera fin a la guerra civil en la occidental
región de Darfur, donde se perpetraba un genocidio.
A partir de 1996, la
exploración y explotación petroleras causaron desplazamientos masivos de
poblaciones indígenas en las zonas ricas de crudo, en especial en Unidad, donde
comienza el oleoducto el Gran Nilo, afirma un informe de la European Coalition
on Oil in Sudan (coalición europea sobre el petróleo de Sudán).
* Con
aportes de Kanya D’Almeida (Washington).
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