Filósofo, escritor, dramaturgo, profesor universitario, pensador de la cultura americana y autor de “La ciudad mestiza”, “La seducción de la barbarie”, “América profunda”, “Indios, porteños y dioses”, “Tango mishio”, “Credo rante”, “La muerte del Chacho”, “La leyenda de Juan Moreira”. Había nacido en Buenos Aires el 25 de junio de 1922. Artículo “Del subte a la Quebrada de Humahuaca, sin escalas”, por Carlota Stanga. VIDEO.
DEL SUBTE A LA QUEBRADA DE HUMAHUACA, SIN ESCALAS
Por Carlota Stanga
Pocos autores tan originales y creativos como Rodolfo Kusch en el panorama de la filosofía argentina contemporánea. Muerto prematuramente (a los 57 años de edad) se encontraba en plena producción creadora, pero lo ya hecho constituye mérito suficiente para ocupar un lugar destacado en el conjunto de los intelectuales argentinos que contribuyeron a pensar y expresar nuestra identidad nacional en el tercio final del siglo anterior.
En él confluye un profundo conocimiento de los grandes sistemas filosóficos europeos, junto a una intensa y decidida pasión americanista. Por esto no es de extrañar que con las instituciones oficiales de la academia, se desconfiasen mutuamente: Kusch no servía para estar atrapado por su rutina, ni lo que enseñaba tenía demasiado que ver con los programas y asignaturas rígidas y estables de las universidades tradicionales.
En este orden hay que registrar su paso por el Instituto del Profesorado de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón -dejando un recuerdo imborrable en muchos de sus alumnos e interlocutores del mundo de la plástica- y, entre 1973 y 1976, su actuación como profesor titular en la entonces flamante Universidad Nacional de Salta, donde ejerció también la dirección del Servicio de Relaciones Latinoamericanas de esa universidad, estando así en pleno contacto con aquella riquísima área cultural que es nuestro noroeste y sus adyacencias puneñas.
De allí fue dado de baja por la dictadura militar (junto a Mario Casalla y otros jóvenes filósofos argentinos encuadrados en la naciente corriente de Filosofía de la Liberación) e inició entonces su exilio interno.
Nuevamente fiel al llamado de la tierra y sin fortuna personal alguna, Kusch se refugió en una humilde casita de Maimará, con la compañía de su mujer Elizabeth y sus dos pequeños hijos varones. No obstante, su producción continuó con la edición de dos obras clave en su extensa bibliografía: “Geocultura del hombre americano” y “Esbozo de una antropología filosófica americana”.
A estos dos libros que hay que agregarle tres anteriores -dentro de una bibliografía general de casi setenta escritos- para tener lo medular de su esquema de pensamiento: “La seducción de la barbarie” (1953), “América profunda” (1962) y “El pensamiento indígena y popular en América” (1969).
PENSAR LA AMÉRICA PROFUNDA
América implicaba, para Kusch, un corte epistemológico profundo con la cultura europea moderna, superpuesta desde la conquista con el ser originario de América. En este continente nuevo había y hay una sophía (“extraña sabiduría”, dirá Kusch), pero no una philosophia en el sentido europeo-occidental de este término.
La europea es esencialmente una cultura masculina, de un yo dominador que -armado de su ciencia y tecnología- modifica el mundo a su antojo. En cambio la americana es una cultura femenina: de la primacía del “estar” por sobre el ser; donde lo real prevalece sobre el sujeto y ese “estar abierto” al juego de las fuerzas de lo cósmico es un juego dramático sin certezas.
Para los ojos europeos (o europeizados), esta América resulta horrorosa y casi incomprensible. Ambos tipos de cultura se superponen conflictivamente en el mestizaje (característica básica de lo americano actual) y en él lo profundo actúa “vegetalmente” (devoradoramente) sobre lo europeo superficial. Esto tanto en las ciudades como -y mucho más acentuadamente- en el campo.
Este corte cultural profundo supone -en el nivel filosófico- dos direcciones distintas: o aferrarse al “ser” y desear ser alguien, o ser capaz de afrontar ese “estar” originario y permanecer activamente en él. Lo que Kusch llama el “estar aquí” o el “mero estar” que -lejos de implicar la impotencia o el desapego del hacer- nos compromete con otra forma de acción y de conducta.
Para contrastar más aún estas dos direcciones, Kusch elabora una serie de categorías polares, cuya primera denominación corresponde al orden del “ser” y la segunda al del “estar” racional / irracional; la pequeña historia / la gran historia; lo animal / lo vegetal; la lógica de la afirmación, frente a una “lógica de la negación”. Y toda otra serie de oposiciones (sin solución dialéctica, a la hegeliana), cuyas denominaciones van cambiando o recombinándose en sus diferentes obras.
Ambas actitudes -y esto es esencial comprenderlo- se dan mestizamente en todos nosotros, los americanos, y según predomine la una o la otra comprenderemos mejor lo que nos pasa en esta América que habitamos. Porque aun bajo el asfalto de nuestras grandes ciudades aflora “el indio”; así como los dioses y la Pacha nos guiñan el ojo a la salida del subte abarrotado de las seis de la tarde cuando -rumbo a casa- al menos por un rato podremos aflojarnos la corbata, dejar al “ser” en el perchero y empezar a “estar” con nosotros y con todos los otros. (Télam)
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