"El paso de María Angélica Mazzamuto por este organismo no fue distinto al resto de su existencia: sin dobleces", dijeron en un comunicado.
En la docencia perpetua, en la militancia revolucionaria y popular, en el suplicio de su cautiverio, en la lejanía del destierro, en la defensa de la plena vigencia de los derechos humanos, en el testimonio valiente de cuanto sufrió y vió sufrir, y en la amistad sincera, mostró siempre la misma voluntad, lealtad y dignidad.
Con su compañero de toda la vida no tuvo hijos pero juntos poblaron esta y otras tierras con ejemplos que los sobrevivirán por mucho tiempo.
Nada menos que orgullo puede ser el sentimiento que debe llenarnos a quienes compartimos parte de sus vidas.
Algún día que ella ya no podrá ver, su denuncia de los aberrantes crímenes de los que fue víctima y testigo servirá para castigar a los verdugos y a sus cómplices. Ese día los hombres y mujeres serán más libres e iguales en un mundo un poco más justo.
Nuestro deber nos impone apurar ese futuro sin dejar nunca de contar que María Angélica fue uno de sus más nobles hacedores.
¡Hasta la victoria siempre, compañera!
Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (APDH)
Delegación Tucumán
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