El ministro de Turismo de Brasil, Pedro Novais, dimitió el miércoles tras unas denuncias de desvíos de dinero público y se convirtió en el cuarto ministro que deja el gobierno en los últimos meses en medio de acusaciones de corrupción.
"El ministro de Turismo presentó su carta de dimisión. Fue al gabinete (de la presidenta Dilma Rousseff) con el vicepresidente, Michel Temer", dijo la ministra de Comunicaciones, Helena Chagas. El ministerio de Turismo también confirmó en una escueta nota la renuncia.
Temer y Novais pertenecen al Partido de Movimiento Democrático (PMDB, centro), aliado del gobierno.
El diario Folha de Sao Paulo denunció el martes que una empleada doméstica del ministro fue pagada durante siete años por el Congreso cuando él era diputado. Este miércoles, el mismo rotativo publicó que la esposa del ministro usaba un empleado de la Cámara de Diputados como chofer.
Novais, de 81 años, negó la acusación en un comunicado el martes, afirmando que la persona que pagaba la Cámara cumplía la función de secretaria y no de empleada doméstica.
El líder de su partido en la Cámara de Diputados, Henrique Eduardo Alves, destacó en declaraciones a los periodistas la importancia de "preservar la agilidad que el ministerio de Turismo tiene que tener en una época de Copa del Mundo y Juegos Olímpicos", que Brasil organizará en 2014 y 2016, respectivamente.
Ese ministerio enfrenta una investigación por desvíos millonarios de dinero público y la policía ordenó a inicios de agosto la detención de 38 personas vinculadas a esa cartera, entre ellas su número dos. Novais había logrado hasta ahora sobrevivir en el cargo, desvinculándose de las acusaciones.
Una ola de denuncias de corrupción ventiladas en la prensa le costó a la presidenta otros tres ministros en los últimos meses.
El último en caer fue el de Agricultura, Wagner Rossi, que renunció en agosto tras denuncias sobre presuntos desvíos en su cartera y sus relaciones con una empresa agraria.
Antes cayeron el ministro de Transportes, Alfredo Nascimento, cuya cartera enfrentó denuncias de desvíos de dinero público y ha perdido una treintena de altos cargos por las investigaciones, y el todopoderoso jefe de Gobierno, Antonio Palocci, acusado de rápido enriquecimiento cuando era diputado y asesor de la campaña de Dilma Rousseff.
La presidenta, que asumió el poder en enero, perdió también en agosto al ministro de Defensa, Nelson Jobim, quien se vio forzado a dimitir tras criticar a otros miembros del gabinete.
Heredera política del ex mandatario Luiz Inacio Lula da Silva, la gobernante ha sorprendido a la opinión pública al forzar las dimisiones con celeridad, especialmente en los casos relacionados a denuncias de corrupción.
"Es un reflejo de que la sociedad es menos tolerante con ciertas prácticas políticas que están desgastadas", dijo el analista político Carlos Lopes, del Instituto Analise.
Este mes setiembre Brasil hubo varias grandes manifestaciones públicas contra la corrupción, organizadas a través de las redes sociales. El próximo día 20 ha sido convocada una protesta en Rio de Janeiro.
Las denuncias ponen también en evidencia una práctica arraigada en la política brasileña y difícil de controlar, por la que el presidente reparte altos cargos del gobierno entre los partidos aliados a cambio de apoyo parlamentario, explica el director de la ONG Transparencia Brasil, Claudio Abramo.
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