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05/09/2011 - Un día como hoy pero de 1930

Uriburu derroca a Irigoyen y comienza la Década Infame

El general José Félix Uriburu encabezaba el golpe político, económico, militar, que derrocaba al gobierno de Hipólito Yrigoyen. Se daba comienzo a una práctica nefasta utilizada luego a través de todo el siglo veinte. El primer golpe militar. VIDEO con informe especial realizado por la Televisión Pública

 

"Está todavía preso el ex presidente (Yrigoyen) que es la legalidad misma. Fue electo por ochocientos mil votos de¡ país, como ningún otro presidente argentino; todavía tenemos tiempo, señores, de traerlo y de sentarlo en el sillón presidencial para decir: ahí está la legalidad; cumplan ustedes con su deber: voltéenlo como lo hemos hecho nosotros."

Con estas duras palabras, expresión de la ruda franqueza de que tanto se preciaba, el Teniente General José Félix Uriburu respondió, en diciembre de 1930, a los dirigentes políticos que exigían al gobierno revolucionario un rápido retorno a la legalidad. Uriburu sabía bien que esos dirigentes eran los mismos que, con anterioridad al 6 de Septiembre de 1930, habían clamado incansablemente para que las fuerzas armadas derrocasen a Yrigoyen. No vaciló, por lo tanto, en señalarles públicamente la hipocresía de su conducta. A juicio de Uriburu, la revolución la habían hecho exclusivamente el Ejército y la Armada, sin que ningún partido político hubiese intervenido "ni en su preparación ni en su ejecución". En una carta dirigida al doctor Laurencena, el 5 de Julio de 1931, Uriburu manifestó claramente su opinión sobre la naturaleza del movimiento que, encabezado por él, había llevado a cabo la destitución de Yrigoyen: "La Revolución fue contra un sistema y no contra un hombre; sistema y estado políticos endescomposición, del que formaban parte, junto con el personalismo, todos los partidos adversarios de Yrigoyen". Con estas palabras ratificó su repudio a las fuerzas políticas que, a su juicio, habían apoyado el alzamiento armado, sólo para "repartiese los despojos del partido caído". Uriburu estaba resuelto a que esto no ocurriese. Para él había llegado el momento de introducir reformas fundamentales en las instituciones, que permitiesen asegurar el establecimiento de una democracia orgánica. Influido por doctrinas en boga se pro. puso lograr, a través de la reforma de la Constitución, la implantación de un Parlamento integrado por representantes de las distintas profesiones y gremios. En un discurso, pronunciado en la ciudad de Rosario el 19 de Julio de 1931, manifestó claramente su desacuerdo con el sistema de partidos y parlamentarlo vigente:

"Los que se llamen órganos esenciales de la democracia entre nosotros y que se mueven gobernados al antojo interesado de oligarquías urbanas, o de coaliciones de caudillos de distrito, jamás otorgan personaría en sus convenciones, ni en las candidaturas, a los exponentes de reales intereses de la sociedad. Nunca se han sentadoen el Parlamento mandatarios directos de los labradores argentinos, sino empresarios políticos de profesión, que surgen de las maniobras electoralistas de los comités para ocupar las bancas en las Cámaras sin tener representación efectiva de ningún valor social".

Uriburu no se limitó a esto, sino que auspició también la abolición del voto secreto y universal instituido por la Ley Sáenz Peña, pues este tipo de sufragio, a su juicio, impedía que el gobierno fuese ejercido por los que de. nominó los mejores. Así lo señaló en un discurso pronunciado en la Escuela Superior de Guerra:

"Debemos tratar de conseguir una autoridad política que sea una realidad para no vivir puramente de teorías... La democracia la definió Aristóteles diciendo que era el gobierno de los más ejercitados por los mejores. La dificultad está justamente en hacer que lo ejerciten los mejores. Eso es difícil que sucede en todo país que, como en el nuestro, hay un sesenta por ciento de analfabetos, de lo que resulta claro y evidente, sin tergiversación posible, que ese sesenta por ciento de analfabetos es el que gobierna al país, porque en elecciones legales ellos son una mayoría".

Los proyectos de Uriburu, sin embargo, no encontraron apoyo alguno entre las principales figuras del movimiento revolucionario. Estos, aun cuando al igual que Uriburu estaban resueltos a suprimir el predominio político de los analfabetos, prefirieron hacerlo recurriendo a los viejos métodos del fraude electoral que, desde 1853 a 1916, había permitido a los mejores ejercer el gobierno y, al mismo tiempo, mantener vigente la farsa de un régimen constitucional "republicano, representativo y federal". Esta fue, en definitiva, la solución política que se impuso, y a la que Uriburu se avino, sacrificando -como lo señaló en su último manifiesto del 20 de febrero de 1932, arraigadas convicciones que pude imponer por la fuerza”.

José Félix Uriburu nació en la ciudad de Salta, el 20 de Julio de 1868. Su vocación castrense se concreta el 17 de marzo de 1885, cuando ingresa como cadete en el Colegio Militar. Con el grado de subteniente participa en las filas del movimiento revolucionario de 1890, que culminó con la renuncia del Presidente Juárez Celman. Fue después edecán del Presidente José Evaristo Uriburu (tío suyo), y agregado a la comisión demarcadora de límites con Chile. Viajó posteriormente a Alemania, donde revista como agregado al cuerpo de la Guardia imperial. En 1907 es designado director de la Escuela Superior de Guerra. En 1914 incursiona en la política y, por breve período, ocupa una banca como Diputado Nacional. Ascendido a general de división en 1919, es designado en 1923 inspector general del Ejército. En 1927 es nombrado vocal del Consejo Supremo de Guerra y Marina. Pasa a retiro el 4 de Mayo de 1929 y, en ese mismo año, inicia sus actividades como jefe de la conspiración contra el gobierno de Hipólito Yrigoyen. El 6 de Septiembre de 1930 marcha a la cabeza de las fuerzas revolucionarias que llevan a cabo el derrocamiento de Yrigoyen. El 8 de Septiembre presta juramento como presidente provisional, cargo que desempeña hasta el 20 de febrero de 1932, en que hace entrega del mando al General Agustín P. Justo. Gravemente enfermo, se traslada a Europa. Muere en París el 29 de abril de 1932, y sus restos son repatriados.

 



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