Logró quitar para siempre esos humillantes trajes a rayas que le ponían a los presos; hizo clausurar el monumento a la barbarie que fue el penal de Ushuaia, llevándole en mano el decreto de clausura al general Perón. Impidió también que se engrillara a los detenidos. Ese hombre de gran humanidad se llamó Roberto Pettinato y vivió en una época donde lo habitual era que los teóricos justificaran ideas penales discriminatorias y racistas. Ferviente defensor del apotegma "La mejor cárcel es la cárcel vacía".
"Pettinato fue director del tristemente célebre penal de Ushuaia y fue quien llevó en mano el decreto de clausura al presidente Perón. Su gestión terminó con los presos engrillados, con los viajes de éstos dentro de las bodegas de los buques de Marina, con los trajes cebrados que sobreviven en las caricaturas pero que eran una triste realidad. Él inauguró el sistema de salidas transitorias y, sobre todo, organizó la Dirección Nacional de Institutos Penales y la Escuela Penitenciaria de la Nación, iniciando una experiencia técnica en la profesión".
Eugenio Raúl Zaffaroni.
Hubo un hombre que hizo quitar para siempre esos humillantes trajes a rayas que le ponían a los presos; fue el mismo que hizo clausurar el monumento a la barbarie que fue el penal de Ushuaia, llevándole en mano el decreto de clausura al general Perón. Impidió también que se engrillara a los detenidos.
Ese hombre de gran humanidad se llamó Roberto Pettinato y vivió en una época donde lo habitual era que los teóricosjustificaran ideas penales discriminatorias y racistas. En 1947 asumió como Director Nacional de Institutos Penales y de la Escuela Penitenciaria nacional. Intentó eliminar los rasgos más retrógrados del sistema. Hasta buscó mejorar la dieta de los reclusos y alentar los deportes. Tenía un lema: Que la Revolución llegue a las cárceles.
No se trata del exitoso conductor de tevé y radio de hoy día. El que trató a los presos como seres humanos por primera vez en el país fue su padre.
Las penas que afectan la libertad se dividen en dos categorías: las que la suprimen en forma perpetua o temporal (prisión, detención, arresto) y las que la disminuyen sin suprimirla (deportación, destierro, confinamiento).
Actualmente las del primer grupo se han adoptado en la mayoría de los países civilizados debido a que cada vez se aplica menos la pena de muerte.
Por tal motivo la pena de encierro es relativamente moderna. En Gran Bretaña, por ejemplo, en 1516 aparece en el libro "Utopía" de Tomas Moro una propuesta temprana de castigar mediante encierro. Pero en el siglo XVIII había en ese país315 delitos castigados con la muerte. Esto convertía el sistema penal inglés en uno de los más salvajes y sangrientos de la historia, según el filósofo Michel Foucault.
Ese fue el siglo del prócer del penitenciarismo, John Howard, un filántropo que buscó mejorar las condiciones de las cárceles de Inglaterra y Gales, donde, por ejemplo, el salario de los carceleros lo pagaban los presos; a quienes no tenían dinero nada se le daba y morían en la inmundicia.
La pena de prisión es gravísima y se aplica incluso antes de convertirse en condena, como prisión preventiva, para evitar que el acusado se fugue. Se puede pensar entonces que ya se supone que se lo va a condenar y se lo retiene "por las dudas".
Hay coincidencia entre los estudiosos del tema que la cárcel deteriora, porque sumerge en condiciones de vida especialmente violentas, muy diferentes de las de la sociedad libre y, sobre todo, hace retroceder al preso a etapas superadas de su vida. ¿Cómo es esto? Por elementales razones de orden interno, se regula la vida en prisión como en la niñez o adolescencia, bajo una autoridad que ordena todos los actos. No es raro por eso que el detenido sufra gravesperturbaciones psicológicas.
La prisión no puede ser de otra manera. Está concebida así. Incluso reparte papeles. Se asignan roles negativos, como los de líderes internos, y roles desviados: será aquello que le digan que sea durante años y lo será para los guardias y para los otros presos.
La prisión es una pena que aplica la Justicia. Se supone que la pena tiene un fin, que en teoría busca mejorar al infractor.
Está a la vista que el encierro no mejora a nadie. Los riesgos de homicidios y suicidios en prisión son 10 veces más altos que en la vida libre, en una violenta realidad de motines, violaciones, corrupción, carencias médicas, alimentarias, higiénicas. Así, la cárcel es un daño corporal y eventualmente una pena de muerte.
No hay mucha gente, y menos autoridades, a la que le importe lo que pasa en las penitenciarías.
El derecho penitenciario, o de ejecución penal como es más correcto decir, no puede desentenderse del fin de la pena. Y aquí hay un problema muy grave.
Sobre la finalidad de la pena hay dos posturas. Los que hablan de la resocialización, lo cual parece imposible por cómo es en esencia el sistema penitenciario, y los que asumen sin problemas que las cárceles son depósitos de personas que funcionan como venganza. Así las cosas, el debate central debería ser cuál es el sentido de penar.
Las prisiones están repletas. La mayoría de los internos viene de grupos sociales vulnerables. Hay quien plantea que lo que sólo queda por hacer es mejorar el trato: que sea lo menos inhumano y dañino posible, como pregonaba Pettinato.
El trato debería ayudar a no ser tan vulnerable. El analfabeto que sale abogado o con la secundaria completa podría atenuar o deshacerse de los caracteres del estereotipo criminal.
No es tarea fácil, menos con décadas donde la estructura viene funcionando con guardias que captan la pena comoretribución por el mal causado.
La lógica de que el preso tiene que pagar rechaza la humanidad del trato. Y a veces eso de pagar va en sentido literal, como pasaba en las cárceles inglesas del 1700. Basta recordar el robo de julio de 1998 al restorán Dolly, de Figueroa Alcorta y Tagle. Ahí mataron a un policía y entre los ladrones había presos que en ese momento tenían que estar en su celda.
Nota publicada en el diario argentino CLARIN, el 11/08/2005.
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