El ex embajador brasileño en Estados Unidos, Rubens Barbosa, dijo que la misión diplomática en Washington fue objeto de espionaje en 2001, mientras documentos reservados revelan supuestos casos similares registrados en la década del 90.
Barbosa recordó que en 2001 detectó pinchaduras en los teléfonos de la embajada y planteó el caso ante el Departamento de Estado, donde "nadie informó sobre quien fue el autor, que querían y que estaban buscando de nosotros".
El ex embajador en Washington entre 1999 y 2004 envió un
telegrama a la Cancillería en marzo de 2001 en el que afirmó
estar "seguro de que hay pinchaduras en las líneas telefónicas".
"Se descubrió lo que parece ser una conexión telefónica
directa entre la Cancillería (así es llamada la embajada) y el
Departamento de Defensa norteamericano", consignó Barbosa en una
comunicación dirigida a Brasilia.
Las supuestas escuchas ilegales ocurrieron en vísperas del
viaje a Washington del ex presidente Fernando Henrique Cardoso
(1995-2002), que fue recibido por su colega George W. Bush
Al parecer no fueron las primeras, pues en el ambiente
diplomático se daba por descontado que los servicios
norteamericanos violaban los telefonemas.
Así lo admitió, implícitamente, el ex canciller Celso Lafer
(2001-2002), al declarar que durante su gestión "la
recomendación dada era la de no hablar por teléfono" o, al
menos, evitar tratar telefónicamente aquello que "no se quería
que fuera sabido".
Ya en 1994 el Ministerio de Relaciones Exteriores, adoptó
medidas para contrarrestar la presunta violación telefónica de
que eran objeto los funcionarios de la misión en Washington.
Según un telegrama de setiembre de 1994, Brasilia informó al
embajador en Washington, Tarso Flecha de Lima, sobre la
instalación de un teléfono que disponía de un sistema de
seguridad criptográfico.
Un nuevo capítulo de las disputas silenciosas entre
brasileños y estadounidenses aconteció 1998, cuando se desató
una guerra de "guerrillas", debido a una normativa que suspendía
privilegios impositivos y de otra naturaleza dados a los
diplomáticos.
Al respecto, el embajador en Washington Sergio Amaral señaló,
en un telegrama del 4 de marzo de 1998, que era necesario
"sensibilizar a nuestros interlocutores" norteamericanos para
impedir más consecuencias "adversas" originadas en la "guerrilla
desatada por los privilegios e inmunidades" diplomáticas.
Comunicaciones "confidenciales", hasta ahora inéditas, fueron
liberadas por el servicio exterior brasileño al diario Folha de
Sao Paulo, que hoy publicó parte del material que va de 1990 a
2001.
Una ley en vigor obliga a los órganos públicos a ceder datos
ante la solicitud de la prensa o ciudadanos, pese a lo cual la
Marina, el Ejército y la Fuerza Aérea no accedieron a la
solicitud, publicó Folha.
De todos modos, el diario obtuvo papeles diplomáticos en los
que se registró el descontento militar con operaciones
estadounidenses en la región amazónica, en la Guyana, a unos 400
kilómetros de Boa Vista, capital del estado brasileño de
Roraima.
El Estado Mayor de las Fuerzas Armadas, y la Central de
Inteligencia del Ejército elaboró un informe sobre el
entranamiento realizado por tropas estadounidenses, que fue
entregado al Palacio Itamaraty, sede de la Cancillería.
A raíz de ello diplomáticos brasileños transmitieron sus
cuestionamientos al secretario de Estado asistente Thomas
McNamara.
"El aumento de la presencia de Estados Unidos a través de ejercicios militares en áreas sin ningún peligro visible puede dar una señal equivocada y en vez de dar tranquilidad puede crear la percepción de que existen riesgos que exigen el aumento de la presencia de efectivos militares en la región", según consigna un telegrama confidencial de 1993.
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