A las 19 en el primer piso de la Federación Económica de Tucumán (San Martín 427)continuará la Camerata Lazarte con sus conciertos monográficos. En esta oportunidad con la interpretación de los Cuartetos para Cuerdas números 13, 14 y 15 de Franz Schubert. Participarán Franco Ruiz Falci, Gerardo Solórzano, Mercedes Lemos y Valeria Buriek Parés.
Todas las presentaciones son con entrada libre y gratuita.
Entre 1824 y 1826, tras unos años de profunda oscuridad y depresión,Franz Schubert dio vida a sus tres últimos Cuartetos de Cuerda: tres obras maestras del género. El Cuarteto Nº 13 “Rosamunda” D 804 op 29 en la menor es un fiel reflejo de su período de abatimiento: destella una desolación fluida y aceptada, casi amable y toma el nombre de su ballet homónimo Rosamunda encontrándose el tema principal en el segundo movimiento, mientras que el menuetto proviene de su canción "Los dioses de Grecia"; alejada del dramatismo retorcido de su coetáneo “La Muerte y la Doncella” D810.
Schubert, que rara vez recibía encargos, se sintió complacido cuando se le pidió que proporcionara la música para acompañar la obra de Helmina von Chézy, "Rosamunde", que iba a ser puesta en escena en el Theater an der Wien, en 1823. Tal vez debería haber tenido algunas dudas, ya que el mismo autor había realizado el desastroso libreto de la ópera de Weber, Euryanthe, unos años antes. Pero Schubert, sin duda atraído por el prestigio de la representación, reunió alrededor de once números musicales.
Aunque solamente tenía tres semanas para terminar el proyecto (¡la autora se las había arreglado para escribir su texto en apenas cinco días!), la música es verdaderamente encantadora y algunas de sus partes se encuentran entre sus composiciones más hermosas. Es especialmente memorable el primer entre acto y el ballet final. Desafortunadamente, la obra corrió la misma suerte que su antecesora Euryanthe y fue un fracaso rotundo. Se la representó solamente dos veces. Schubert jamás volvió a componer una obra para la escena. El texto de Rosamunde actualmente está perdido. Sin embargo, se ha reconstruido una sinopsis que indica lo ridículo que debió haber sido todo el asunto. Se trataba de una princesa criada por un pastor, un naufragio arreglado convenientemente, identidades ocultas, una carta perfumada con veneno, un rescate osado, una reunión a último minuto y un complot nefasto.
Como Schubert no tuvo tiempo suficiente para componer un número orquestal de apertura, utilizó la obertura en Re mayor que había compuesto en 1820 para su ópera Alfonso y Estrella. Como tenia la esperanza de que hubiera representaciones futuras tanto de la ópera como de la obra, el compositor sintió que no deberían compartir la misma obertura. En lugar de componer una nueva obertura para Alfonso, devolvió la obertura en Re mayor a su obra original. Decidió remplazarla con una obertura en Do mayor que había compuesto unos años atrás para un melodrama denominado "El Arpa Mágica".
El Arpa Mágica, cuyo argumento era tan ridículo como el de Rosamunde, no tenía posibilidades de ser resucitada. Schubert sentía que su obertura en Do mayor quedaría perdida en la oscuridad si no le encontraba un hogar más conveniente.
De todas maneras, toda la pieza teatral estaba destinada a la oscuridad. Pero la música incidental ha sobrevivido sin la obra. La obertura en Do mayor, que en realidad jamás fue tocada con la obra, pasó a ser conocida como la obertura de Rosamunde. No existe ninguna relación musical entre la obertura y la restante música de Rosamunde.
La primera vez que la obertura apareció impresa bajo su nuevo título fue en 1834, seis años después del fallecimiento del compositor, en un arreglo para cuarteto de cuerdas realizado por J. von Blumenthal. En 1827 había aparecido un anuncio del editor diciendo que la obertura en Do mayor sería publicada en un arreglo para piano, presumiblemente realizado por el compositor, como obertura para Rosamunde. Pero la música jamás fue impresa y nunca se comprobó que Schubert hubiera hecho esta transcripción. La Obertura de Rosamunde fue compuesta y estrenada en 1820 para presentar la obra El Arpa Mágica. El resto de la música de Rosamunde fue compuesta en 1823 y estrenada el 20 de diciembre de 1823, en Viena.
Los diversos usos de la obertura son típicos de Schubert. Tiempo después, por ejemplo, utilizó la música del último entreacto en las dos composiciones: el movimiento lento de su cuarteto para cuerdas en La menor y el tercero de sus Impromtus Opus 142, D. 935 para piano.
Asimismo, la introducción y la coda de la obertura en Do mayor habían sido utilizados previamente (en Re mayor) en la obertura Italiana. El dramático Cuarteto Nº 14 "La Muerte y la Doncella" es un fruto simbiótico de la tradición alemana, proyectando su influencia en la pintura, en la poesía y en la música. El poeta Matthius Claudius (1740-1815) escribió a mitad de su vida un interesante poema en forma de diálogo entre dos personajes: la Muerte y la Doncella. En 1817 y a los veinte años de edad, Schubert compone un lied sobre el texto de Claudius, que titula de manera homónima. Schubert solía aprovechar el material de sus lieder para utilizarlo en otro tipo de obras, y naturalmente lo hacía con aquellos fragmentos que, por su sugerencia, invitaran a un posterior desarrollo. Así, en 1824, en plena crisis depresiva, Schubert escribe su decimocuarto cuarteto de cuerda, alternándolo con el decimotercero, en La menor.
El texto de Claudius habla de una joven moribunda y de sus reacciones ante la inminencia de su fin, ante la presencia de la muerte. En el momento de la composición de su Cuarteto, Schubert atravesaba un período vital muy complicado, con decepciones amorosas y amistosas, enfermo de sífilis y terriblemente débil, lo que queda plenamente reflejado en el carácter de esta obra.
En su primer movimiento Schubert narra el encuentro de una joven y dulce muchacha con la cruel y huesuda figura de la muerte. Los violines interpretan la súplica de la joven: "Ich bin noch jung!" pero la muerte se muestra osada. La joven huye profiriendo gritos ahogados y súplicas inútiles. La música repite estas escenas que alargan el movimiento hasta casi un cuarto de hora.
En el segundo movimiento se aprecia el tono lúgubre con el que se expresa la muerte. El cuarteto interpreta el lamento de las almas difuntas y el llanto de la joven doncella y su desesperación ante la muerte temprana. "Bin Freund und komme nicht zu strafen" El movimiento fluye cada vez más apasionadamente. Hacia su mitad, cambia el tema y vuelve a relajarse el tempo; entonces se puede disfrutar de bellos pasajes violinísticos.
En el tercer movimiento, la doncella se despoja de todo temor y cesa en sus intentos de convencer a la muerte, que intenta asirla, aunque ella la esquiva hábilmente: "Geh, Lieber! Und rühre mich nicht an!"
Finalmente, en el último movimiento, la joven huye pero la muerte le persigue: "Sei guten Muts! Ich bin nicht wild, sollst sanft in meinen Armen schlafen". Cuando parece que la joven ha despistado a la muerte, ésta reaparece, le toca y su vida se apaga instatáneamente a golpe de martellato del cuarteto. La joven duerme plácidamente y la obra ha finalizado.
El Cuarteto nº 14 se interpretó por vez primera en Viena, el 1 de febrero de 1828, aunque de forma parcial, pocos meses antes de la muerte de Schubert. Inicialmente no tuvo éxito y Schubert no logró encontrar un editor para su obra, que se publicaría póstumamente en 1832. Bastantes años más tarde la obra sería divulgada gracias al violinista ruso David Oistrakh, que anteriormente ya había rescatado del olvido otras composiciones de Schubert.
Gustav Mahler realizó una versión para orquesta de cuerda, que en realidad es simplemente una orquestación del cuarteto, sin ninguna añadidura, variación o modificación.
En abril de 1826 Schubert escribió una carta solicitando un puesto como maestro de capilla en la corte del emperador Francisco I, pero no lo obtuvo. En junio compuso el Cuarteto Nº. 15 en sol mayor, D. 887, a los 29 años, dos años antes de su fallecimiento. Su extensión y desarrollo armónico reflejan un nuevo avance en su concepción cuarteterística. La sensación al revés de los cuartetos precedentes, contiene una música pura, totalmente ajena a la realidad circundante, más allá de conflictos anímicos. Los audaces cambios de colorido armónico, el tratamiento independiente de las voces, los encadenamientos inesperados y los efectos sonoros por medio de trémolos en los dos primeros movimientos dan idea de su excepcionalidad. En cuanto al andante, expresó Walter Rehberg: “...por su inspiración es sublime y roza los límites entre el libre florecer en lo supraterreno y el sentirse fatalmente ligado al propio mundo espectral. Esta parte que se presenta como un amplio lied, está colmada del estado de ánimo del Viaje invernal”. El scherzo es de una vivacidad y transparencia mendelssohniana. El allegro final, con una tarantela comomotu perpetuo, resulta ambiguo en su forma y modalidad. Según Walter Riezer, alumno de Schubert: “es el más inspirado, atrevido y perfecto de los movimientos pertenecientes al compositor vienés”, aunque aún hoy sigue siendo un movimiento poco aprehensible, lo que prueba que Schubert se adelantó al lenguaje de la época.