Fue el primer ídolo de la afición transalpina, un jugador habilidoso técnicamente, generoso en el pase y un consumado goleador, una de sus especialidades era el mano a mano. po díscolo, al que le gustaba beber el día antes de los partidos, en más de una ocasión se quedó dormido y llegó una hora antes al encuentro, pero siempre la rompía. Es uno de los tres máximos goleadores de la historia del Calcio. VIDEO
Fue el primer ídolo de la afición transalpina, un jugador habilidoso técnicamente, generoso en el pase y un consumado goleador, una de sus especialidades era el mano a mano con el portero en el que con su particular amago tiraba al arquero y clavaba el gol. Además poseía un buen disparo con su pierna derecha y era un buen rematador de cabeza. Su nombre Giusseppe Meazza, conocido por todos como Peppino, ese milanés de piernas delgadas y físico menguado que perdió a su padre con siete años de edad en la Primera Guerra Mundial pero que salió adelante junto a su madre, aquella frutera que trabajaba en el mercado de Milán. Hablamos de tiempos casi remotos, de la primera mitad de la década de los veinte, cuando el Inter era conocido como el Ambrosiana. Un chico que no impresionaba por su físico pero con el que pronto sus compañeros quedaron sorprendidos por su talento. Y es que con solo 17 años se convirtió en el centrodelantero del club neroazzurro y con veinte años era ya el ídolo de la afición.
Meazza fue diferente en todo, uno de los ‘calciatoris’ más queridos de antes de la Segunda Guerra Mundial. Sus vivos ojos le delataban, tras esa aparente fragilidad, había un futbolista de época, muy inteligente y que con el paso del tiempo demostró que estaba un escalón por encima del resto. Meazza era el gol en estado puro. Un jugador que fue único dentro y fuera de los terrenos y un hombre peculiar, genial y pionero en muchos de los aspectos que rodean al fútbol.
Genio y figura, un tipo díscolo pero único
Puede
que Meazza no fuera el mejor ejemplo de deportista, su personalidad
era singular, era un tipo díscolo, al que le gustaba beber el
día antes de los partidos, en más de una ocasión se quedó dormido
y llegó una hora antes al encuentro, pero cuando todos imaginaban
que sería castigado, saltaba al terreno de juego y era capaz de
hacer un hat-trick; como es de suponer, luego nadie podía decirle
nada. Y es que a ‘Peppino’ había que perdonárselo todo, puesto
que en Italia y en gran parte del planeta fútbol de su época, no
tenía parangón. Era habitual verle en las fiestas de la época en
Milán, paseándose en aquellos lujos automóviles y perseguido por
las chicas. No solo consiguió ‘enamorar’ a los tifosis. Como
pionero en tantas cosas, fue uno de los primeros reclamos deportivos
que utilizó la publicidad, uno de los primeros jugadores en ser
utilizado para campañas publicitarias. Era éxito seguro y se
convirtió en el icono de un equipo que le hizo frente a la Juve del
Quinquenio.
Posteriormente a su retirada se le pudo oír comentar divertido en más de una ocasión sus innumerables anécdotas, destacando que él vivía cerca del estadio y se podía permitir ese tipo de lujos.
Su talento era tal que recibió un trato especial en la selección italiana, siendo el único futbolista de Italia que tenía permitido fumar en unas concentraciones en las que el mítico Vittorio Pozo solo hacía ‘la vista gorda’ con Meazza.
Meazza
logró hazañas históricas en el Inter, el 27 de abril de 1930, en
un encuentro ante la Roma marcó tres goles en los tres primeros
minutos de juego. Fue máximo goleador del Campeonato italiano en
tres ocasiones militando en las filas del Ambrossiana Inter. Ocupa el
tercer lugar tras Piola y el sueco Nordhall como máximo goleador de
la historia del Calcio.
Permaneció en el Milan entre 1927 y 1940,
trece años en los que conquistó 2 Scudettos con el Ambrossiana
Inter.
Selección italiana
Su debut con la Selección italiana
se produjo el 9 de diciembre de 1930 ante Suiza marcando dos goles.
Precisamente Giuseppe fue el artífice de que la Selección
transalpina se convirtiera por entonces en una potencia futbolística
mundial y cuando sólo se habían disputado tres mundiales, Italia ya
había ganado dos (Italia 34 y Francia 38). En el Mundial de Italia
de 1934 protagonizó una de las jugadas más curiosas de la historia
de los Mundiales al lanzar en las semifinales del Mundial contra
Brasil un penalti sujetándose los pantalones porque se le estaban
cayendo, curiosamente marcando el lanzamiento.
Pozzo, Meazza y el
‘Duce’
Es cierto que Mussolini manejó los hilos en la sombra
y dio algún que otro empujoncito para que Italia fuera campeona,
pero sería injusto menospreciar a un gran equipo que tuvo en
Giuseppe Meazza a un genio que les llevó a lo más alto de la mano
de Vitorio Pozzo, un técnico que abogaba por una táctica sencilla y
eminentemente ‘resultadista’, basada en la corta posesión del
balón, el pase largo y el fútbol directo y poderoso. Todo ello
sazonado con la psicología del también conocido como el “Sanador”
figura y personaje indiscutible de la historia del fútbol y en
concreto del fútbol europeo. Un tipo inteligente que valoró y supo
llevar la personalidad de Meazza en su justa medida.
Giuseppe Meazza jugó su último partido como internacional el 20 de julio de 1939.
Dos años después del mundial de Francia, en 1940 se marchó al Milán, donde jugó dos temporadas. Durante la Segunda Guerra Mundial tuvo un paso fugaz por la Juventus y el Varese, para recalar finalmente en Atalanta, en 1945. Años más tarde reconoció que le hubiera gustado permanecer toda su vida en el Inter, pero que problemas económicos le obligaron a buscar salida en otras “squadras”.
Finalmente regresó al Inter en 1945 como
jugador/entrenador. Anotó su último gol con la camiseta del Inter
el 13 de abril de 1947 en un Inter-Triestina. En aquel año de 1947,
Giuseppe Meazza juega el último de sus 408 partidos oficiales con la
camiseta negriazul, acumulando 283 goles.
En definitiva aquí
queda esta pequeña semblanza biográfica de un futbolista con un
talento natural, de aquellos a los que se les pueden permitir algunos
tipos de licencias, para que puedan desarrollar su genialidad. Aún
sabiendo que se podían crear precedentes no beneficiosos, sus
compañeros como en el caso de ‘Peppino’ sabían que sin su
genialidad no hubieran sido tan grandes como lo fueron: ese fue
Giuseppe Meazza, uno de los primeros genios de la historia del Calcio
y del fútbol mundial.
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