El autor recrea con maestría los hechos registrados en La Rioja con la irrupción de un nefasto personaje aterrizado en La Rioja en los inicios de la dictadura encabezada por Onganía en 1966. Su vívido relato se acerca a lo literario. No es ficción, es la puera verdad, escrita desde la resistencia.
Publicada por Agencia Télam.
Aunque suene fantasioso, desde el 8 de agosto de 1966 se instaló en la
provincia de La Rioja un régimen nazi. Durante varios meses protagonizó
desatinos de todo orden, generándose una tensa atmosfera que culminó
con una rebelión popular y la destitución del comodoro Julio César
Krause, el designado interventor con el título impropio de “gobernador”
por el gobierno de facto del general Juan Carlos Onganía, cabecilla del
golpe militar que destituyó el 28 de junio de ese mismo año al
presidente radical Arturo Umberto Illia.
Krause, aeronáutico
retirado que en la “Revolución Libertadora” actuó como vicecanciller y
ministro de Aeronáutica, respectivamente, durante las presidencias
provisionales de Eduardo Lonardi y Pedro Eugenio Aramburu, llegaba
precedido por un historial que lo calificaba de antiperonista acérrimo y
nacionalista católico, lo que despertó recelo en dirigentes de los por
decreto-ley disueltos partidos políticos y la pequeña colectividad
judía,
En el reparto de provincias entre las Fuerzas Armadas, a
La Rioja tocó en suerte la regencia de los aeronautas, y tras el
provisorio mando del comodoro en actividad Costa Martínez la dictadura
ungió al ex jerarca del golpe de 1955 como sátrapa de la tierra de
Facundo Quiroga y el “Chacho” Peñaloza.
El primer episodio
inquietante ocurrió en el mismo acto de inicio de la gestión. Tras
ponerse en funciones a Krause, éste procedió a tomar juramento a los
miembros de su gabinete. Cuando le llegó el turno al ministro de
Hacienda, el vicecomodoro ® Teodoro Adán Goette –tal su nombre-,
exhibiendo una figura atlética y el cabello cortado en cepillo como los
militares alemanes de los 40, con solemnidad y voz tronante ampliada por
altoparlantes del balcón principal de la Casa de Gobierno, pronunció
la frase que arrancó murmullos en el centenar de personas reunidas en la
Plaza San Martín.
Ese inesperado ”¡Juro por Dios, la Patria,
Nuestro Señor Jesucristo, la Santísima Virgen María, el Espíritu Santo,
San Nicolás, todos los santos y los proto mártires de la argentinidad,
cumplir y hacer cumplir…!” quedó impreso como texto insólito en los
anales de la riojanidad. El habitual y clásico “sí, juro” fue para el
resto.
Pocos días bastaron para que corriera como reguero de
pólvora la andanada de dislates protagonizada por Krause y su camarilla.
Implacablemente reflejada en consecutivas ediciones por el único diario
riojano, “El Independiente”, cuyo director, el joven Alipio “Tito”
Paoletti, vigorosa y filosa pluma de 30 años de edad, recibió citación
al despacho del “gobernador” para ser increpado y hasta veladamente
amenazado. Paoletti, que respondió sin altivez pero con firmeza
defendiendo la libertad de expresión, ya en la redacción escribió un
editorial memorable, persistiendo los días subsiguientes en la crítica
fundada en hechos reales. El matutino logro récord de venta.
El
autor de esta nota, a la sazón cronista del diario a cargo de
“’policiales”, fue increpado por el subjefe de policía, un ex oficial de
gendarmería apellidado Di Cesare, a raíz de un artículo referido a una
absurda “campaña de moralidad” por la que a parejas de novios se les
impedía caminar abrazados y de la mano, y si se los sorprendía en besos y
arrumacos terminaban detenidos, prontuariados y pagando multa.
Comisiones
policiales irrumpían en bares y confiterías exigiendo documentos en una
ciudad de 55.000 habitantes donde todos se conocían, y si alguno
portaba pelo largo o barba, era detenido, rapado y afeitado. El miedo,
en esos días, campeó muy temprano
Concluyendo su “reto”, Di
Cérare preguntó si yo era judío, Al responder afirmativamente, manifestó
“le tengo asco a los judíos”. Esperando mi detención y gozando de
antemano del escándalo que armaría el diario, le dije que sufría una
grave enfermedad y debía atenderse de urgencia. Me despidió con un
“váyase” no sin antes aclarar que “estoy muy conforme con mi
sentimiento”. Quise publicar el episodio pero Paoletti prefirió
reservarlo “para protegerte de alguna contingencia”, ya que no hubo
testigos.
Entre el perainal de Casa de gobierno cundíó el
terror. Un tal Corres, ex gendarme y secretario de Obras Públicas,
obligaba a los empleados de ambos sexos a ponerse de pie y cuadrarse
en su presencia, y a saludarlo a coro como en el cuartel. Además, se
vedó para las mujeres el uso de pantalones y blusas abiertas y los
hombres debían trabajar con corbata y sacos puestos, sin aire
acondicionado en los casi 40 grados del torrido clima riojano.
Goette,
por su parte, recibió a una delegación de productores vitícolas del
Oeste que le solicitaron la construcción de canales de riego; poseído
por un acceso místico, tras decir que no se debe molestar al gobierno y
si eran verdaderos creyentes que le rezaran a San Nicolás –patrono de La
Rioja-, para que haga llover y convierta en un vergen a la tierra
castigada por la sequía. Los despidió sin dar solución y mascullando
sobre la poca fe.
Por otra parte un juez del Superior Tribunal
de Justicia traído de Córdoba por Krause, se hizo de colchones y
cubiertos provenientes de áreas oficiales para la vivienda que alquiló,
por lo que bastante más tarde, en otro gobierno de la misma dictadura,
fue destituido.
La cruza nazi, el burro y el muñeco
Vecinos
de La Quebrada, a una decena de kilómetros de la capital, se alarmaron
al oír diariamente numerosos disparos cerca de sus viviendas.
Descubrieron en un descampado a Goette y un grupo de individuos
jóvenespracticando tiro al blanco con armas de guerra. No se tardó en
averiguar que se trataba de un grupo de extrema derecha –afirman que de
la Guardia Restauradora Nacionalista que tenía por mentor al célebre
cura Julio Menvieille-, que tomaría a La Rioja como base de su
revolución fascista con el padrinazgo de la camarilla krausista.
Entretanto, sucedieron dos hechos emblemáticos. Una noche apareció un
burro en una calle céntrica con la leyenda “Krause” pintada en su
cuerpo, lo provocando la hilaridad de quienes lo vieron y el desparramo
de la novedad a toda la población, Hubieron dos sospechosos detenidos,
uno periodista deportivo, Roque Asís, y el otro el químico y docente
Pedro Hernández. Se los liberó a los pocos días por falta de pruebas.
Colgado
de una verja, a la semana, apareció un muñeco de trapo portando un
catel. “Fuera Krause”, decía. Se apresó al periodista radial y
secretario general del gremio de los telegrafistas Tito de la Fuente.
Antes fue encarcelado don José Deleonardi, dueño de imprenta y persona
muy apreciada, secretario general del minúsculo Partido Comunista.
El
anciano presidente de la Sociedad Sirio Libanesa, don César Saadi, fue
abordado por un sujeto que le ofreció armas para expulsar a todos los
judíos de La Rioja, Lo mismo ocurrió con Manuel de la Fuente, delegado
regional de la CGT, quien tras rechazar la oferta y sacar disparando al
oferente reunió al secretariado de la central obrera para gestar una
movilización. Concurrieron también los asesores letrados Ricardo Mercado
Luna y Carlos Saúl Menem, a efectos de prever medidas legales.
El
presidente de la Sociedad Israelita Alejandro Jassan, impuesto por el
alarmado Saadi, reunió a los miembros de su colectividad e informó a su
íntimo amigo Oscar Quiroga Galíndez, prestigioso docente, quien ofreció
su caserón para celebrar las deliberaciones del caso. El director de “El
Independiente” también fue puesto al tanto, y lo fue el teniente
coronel Alberto Pérez Arzeno, jefe de la guarnición militar, quien
telefoneó al vicecomodoro Julio Raúl Lucchessi, su par de la base aérea
de Chamical.
Los jefes castrenses elevaron sus impresiones a sus
respectivos mandos y siguiendo instrucciones entrevistaron a Krause,
siendo el diálogo extremadamente áspero,
Entre tanto, Paoletti
logró conversar en Buenos Aires con Héctor Blas González, secretario de
Prensa y Difusión de Onganía, quien incidió sobre el ministro del
Interior, Enrique Martínez Paz,
Los “centros conspirativos” se
multiplicaban y la indignación popular crecía día a día, tanto en la
capital como en el interior de la provincia, Se sucedieron repudios a
“colaboracionistas” y algunos intendentes se vieron en figurillas para
mantener la calma en sus jurisdicciones. Las paredes de la ciudad se
inundaron con leyendas antikrause y la población comenzó a no pagar
impuestos provinciales, haciendo caso omiso a las intimaciones.
Urgido
por el gobierno nacional, el “gobernador” destituyó a Goette y los
ultaderechistas foráneos desaparecieron como por encanto. Pero ya era
tarde; menudeaban actos y manifestaciones pidiendo la renuncia de Krause
y su gabinete. Si bien algunos gases se arrojaron, los policías
provinciales mostraron poca vocación para reprimir amigos, parientes y
vecinos.
Atento a la marcha de la rebelión, la dictadura optó
por “renunciar” a Krause. Este leyó el texto de la dimisión en un último
acto transmitido por radio y parlantes en Casa de Gobierno, con un
discurso reprobatorio a los “conspiradores” y haciendo cargo de
“incomprensión” al conjunto de los riojanos. Por último, incurrió en el
ridículo leyendo un decreto por el que designaba “gobernador” al coronel
Julio Sócrates Fernández, reemplazante de Pérez Arzzeno, sin tener
facultades para hacerlo. El militar, perplejo, exclamo “¡Un momento, no
puedo aceptar eso!”
Krause, su gabinete y sus funcionarios
salieron fuertemente custodiados entre abucheos y burlas de miles de
manifestantes congregados en la Plaza San Martín, mientras desde la
vereda del Club Social, algunos apellidos de prosapia conservadora se
ilusionaban –y no en vano- con ocupar algunos cargos el gobierno
provincial que sucediera al depuesto por el pueblo.
Los
frustrados protagonistas de “putsch” nazi se refugiaron en un hotel
céntrico rodeados de policías, continuando los repudios desde la vereda
de enfrente.
Al día siguiente, asumió como “gobernador”
Guillermo Iribarren, empresario vitivinícola, fundador con José Ber
Gelbard de la CGE y con antecedentes frondicistas. Pero esa fue otra
historia
El “gauleiter” Julio César Krause y sus “comaradas”
partieron, algunos en automóvil y de noche, por supuesto otros en avión.
Jamás regresaron. El sueño de una satrapía desde donde parir una
“revolución” más totalitaria que el totalitarismo que sufria el resto de
la Argentina se frustró por la “incomprensión” de un pueblo con
historia de ancestral coraje, indómito por propensión y principios.
Por León Guinzburg
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