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02/09/2011 - Crítica

Hamelin: En el lugar de los niños

Una obra moderna, nueva y de enorme compromiso social. Excelentes actuaciones y una puesta interesante. Justicia, política, filosofía y educación se conjugan para lograr tensión e interés. La dirección a cargo de Leonardo Goloboff, un lujo. Por Sebastián Ganzburg

 

 

La obra de Mayorga tiene actualidad, contenido social, político. Buen texto. Intenso, comprometido. Pero sobre todo filosófico. Juan Mayorga recibió innumerables premios en España. Sus obras se estrenaron en varios países del mundo, incluida la Argentina. Especialista en Walter Benjamin el autor plantea cómo la indiferencia de los adultos hacia los niños puede, incluso, hasta atentar contra la especie humana.

Utilizando el título de Hamelin, homónimo del famoso cuento folclórico europeo, apela a cuestionar al público sobre la necesidad de hacerse cargo. De dejar el silencio de lado. De hablar.

La historia puede transcurrir en cualquier lugar del planeta. El abuso de menores no tiene fronteras, los pedófilos están en todas partes. Para no irnos tan lejos, hace poco allanaron el estudio de un conocido abogado al encontrar en una de las computadoras material porno infantil. Otro caso resonante es el del padre Grassi, representante de la iglesia, abusador de menores de un hogar de niños carenciados. La justicia que nunca tiene pruebas y esos niños que nunca tienen paz.

Todos esos factores se conjugan en esta impactante versión a cargo de Leonardo Goloboff. Porque lo interesante no es el texto, solamente. La puesta es magistral. Pareciera que Golo cada año que pasa está más joven. Quizás por eso se lo siente renegar cuando algunas personas conservan pensamientos viejos, agotados. Varios actores hacen varios papeles. Excepto Tríbulo que siempre es el fiscal. Brillante actuación, sólida, elegante, eficaz. No por nada es creador de la carrera de Teatro en Tucumán. El personaje se llama Monteros, un hombre muy comprometido con su trabajo pero que cada vez descuida más a su hijo. “Hablarle a un hijo es lo más difícil del mundo”, dice en alguna ocasión.

Pablo Delgado hace de acotador y de secretario del fiscal. Actuación que denota presencia, seducción, carisma y estilo arriba de las tablas. Acota para que el público construya. Prácticamente no hay escenografía. Unos cajones y muchos juguetes didácticos, junto con un perchero cargado de ropa, le dan forma a la puesta. Tampoco hay música. Sino que se la genera con los mismos cajones. Percusión lograda por el elenco. Siempre, tensión en el espectador.

Belén Mercado hace de Feli y Julia. Una es la madre del niño abusado, la otra, esposa del fiscal, cuyo hijo cada vez tiene más problemas de conducta. Logra armonizar ambos papeles sin problema. Huerto Rojas Paz, protagoniza a la psicopedagoga, una mujer técnica, con todas las intenciones de ayudar Comprometida, pero que a la vez no escapa del Sistema Educativo.

Mario Ramírez hace de Paco y Gonzalo, el primero es el padre de la víctima, alcohólico, desocupado, pobre. El otro un adolescentes de la noche. Interesantes personificaciones, logra sacarle color a las voces, contenido a las palabras. El niño José María, el abusado, es interpretado por Javier Lazarte, al público no le cuesta demasiado conmoverse cuando lo observa. Por último, Rodrigo Herrera es el Acusado, Rivas. Hombre siniestro que tiene mucho de Grassi. Viene de una familia acomodada, es ultra católico y cree hacer caridad. El público siente la repulsión en más de un momento.

El detalle

Los actores son presentados al final de la obra con sus fotos de cuando eran niños.

Sebastián Ganzburg