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24/06/2011 - Un 26 de junio pero de 1970

Moría Leopoldo Marechal, poeta exquisito

Fue poeta, dramaturgo, novelista y ensayista. Se destacó por su fuerte compromiso con el gobierno de Perón, circunstancia que lo llevó al enfrentamiento político con antiguos compañeros de generación literaria y relegó su propia obra al olvido durante dos décadas. Las nuevas generaciones, en cambio, redescubren la obra de Leopoldo Marechal, precursora-sobre todo en la narrativa- de las búsquedas de la literatura latinoamericana. VIDEO en el que el poeta recita “Descubrimiento de la patria”

Marechal: El tiempo es un gran trabajador


Por Ernesto Sierra

¿Che, este Marechal vive todavía? Se preguntaban en un artículo de finales de los 60, en la revista Cero, los por entonces jóvenes escritores argentinos Nicolás Casullo y Jorge Carnevale.

La indagación no solo no es superficial, sino que revela una de las claves hasta ahora fundamentales para el acercamiento a la obra de Leopoldo Marechal -autor de una de las grandes novelas escritas en lengua española: Adán Buenosayres-, la biográfica.

Nació Marechal en Buenos Aires en 1900 y muy pronto descubrió su vocación literaria a través de la poesía, la obra de esos primeros años se mueve entre la herencia del postmodernismo y la entrada pujante de las vanguardias artísticas. El ambiente creativo de la época lo llevó a enrolarse en la gestualidad del grupo y la revista Martín Fierro, donde afiló el estilo, se nutrió de valiosas experiencias para la obra futura y compartió aventuras con Borges, Bioy Casares, Evar Méndez, el pintor Xul Solar, Macedonio Fernández, Ricardo Güiraldes y toda la pléyade literaria que ambientaba el panorama porteño de esos tiempos.

Eran los años de su Días como Flechas, que obtuvo el Premio Municipal de Poesía, los mismos en que recibió una carta de Roberto Arlt que podemos reproducir íntegra:

Querido Leopoldo: Te escribe Roberto Arlt. He leído en La Nación el poema El Centauro (...) me produjo una impresión extraordinaria, la misma que recibí en Europa al entrar por primera vez en una catedral de piedra, poéticamente sos lo más grande que tenemos en lengua castellana. Desde los tiempos de Rubén Darío, no se escribió nada semejante en dolida severidad. He recortado tu poema y lo he guardado en un cajón de mi mesa de noche, lo leeré cada vez que mi deseo de producir algo tan bello se me debilite. Te envidio tu alegría y tu emoción. Que te vaya bien.

En la década del 40 Marechal apoya con simpatía el gobierno de Perón y para entonces ya tenía casi lista su primera novela: Adán Buenosayres.

Sus compañeros de generación no le perdonaron su filiación política y el estigma cayó sobre su persona y sobre su obra. Adán…, publicada en 1948, fue recibida agriamente, con una hostilidad raras veces repetida en nuestros ambientes literarios: ante el silencio de la mayoría Eduardo González Lanuza y el uruguayo Emir Rodríguez Monegal la comentaron profusamente, dando muestras de un abierto oportunismo disfrazado de crítica literaria. En su Historia de la literatura latinoamericana Enrique Anderson Imbert la califica como "Un ladrillo con fealdades y con obscenidades que no se justificaran de ninguna manera aunque el autor se parapetase detrás del nombre de James Joyce". Solo Cortázar la comenta seriamente en su momento y la recibe como "Un acontecimiento extraordinario en las letras argentinas".

No obstante, el silencio se hizo sobre Marechal durante diez largos años, años de exilio interior, acompañado por su segunda esposa, Elbia Rosbaco, y visitado en su apartamento por un pequeño grupo de amigos. Refiriéndose a aquellos años dijo Ernesto Sábato:

Se aguantó ese durísimo exilio en su propia patria, esa patria que quería hasta la agonía. Modesto, pero con la conciencia de su grandeza ya que se puede ser modesto frente a los valores supremos, y arrogante frente a los idiotas, en momentos de extrema amargura llegó por fin a quejarse murmurando: ¿Cuándo mis compatriotas dejaran de orinarme encima?

Pero fue tiempo de creación y Marechal continuó escribiendo poesía, teatro, ensayo hasta que, en 1965, obtuvo el premio Forti Glori con su segunda novela: El Banquete de Severo Arcángelo. Eran los años del boom de la narrativa latinoamericana, el éxito de El Banquete fue tal que el público se volcó a buscar el resto de su obra y los empolvados ejemplares de la primera edición del Adán… salieron de los anaqueles para pasar de mano en mano. Marechal volvió a ser aclamado y la corriente lo sumó a su cauce aclamado como maestro. No pocos, como Cortázar, Sábato o Lezama, comentaron sobre el influjo del autor de Adán Buenosayres en sus respectivas obras.

En 1967 Marechal viajó a Cuba como jurado del premio de novela organizado por la Casa de las Américas, llevaba como encargo escribir un reportaje sobre Cuba para la revista Primera Plana -la misma que en 1968 publicara las incalificables declaraciones de ruptura con Cuba de Guillermo Cabrera Infante-. A su regreso a la Argentina, Marechal cumpliría con su palabra y entregó La Isla de Fidel, "la nota de un gran poeta donde relataba sus experiencias en la patria de José Martí", como lo calificó Elbia Rosbaco. La revista aceptó el reportaje, lo envió a imprenta y lo anunció en la portada, pero justo antes de circular, se le quitó el cuadernillo y se cambió la tapa a la tirada completa. Tiempo después lo invitaron a una cena de desagravio y le explicaron que había sido "una orden de arriba".

En 1970 murió Leopoldo Marechal, nos dejó una obra de una calidad incuestionable y llena de mensajes al futuro. En algún texto dijo: "El tiempo es un gran trabajador, a cada uno le dará el lugar que le corresponde, la hojita de laurel que supiera conseguir". Hoy los avatares de su biografía van quedando en el olvido, reivindicado por muchos, reconocido por otros pero, sobre todas las cosas, rescatado por su propia literatura que espera, rebosante de salud, la avidez de nuevos lectores, la hojita de laurel que le corresponde.

Fuente: CubaLiteraria 


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