Con la rendición de las tropas argentinas en Puerto Stanley, finaliza la guerra de Malvinas, desatada tras la recuperación argentina de las islas el 2 de abril de ese mismo año. La banalización que los militares y sus defensores hicieron del símbolo Malvinas y de la noción de patria provocó que en muchos sectores sociales estos fueran dejados de lado. VIDEO
“Tropas argentinas desembarcaron en Malvinas”, titularon los diarios el 3 de abril de 1982. Cuando los argentinos conocieron la noticia, el país llevaba seis años bajo el gobierno militar. El llamado Proceso de Reorganización Nacional había tomado el poder el 24 de marzo de 1976. Desde ese entonces había implementado una política de violación sistemática de los derechos humanos y un modelo económico de desindustrialización y reducción de los salarios. En 1982, cuando la Junta militar se puso al frente de una reivindicación que tenía un fuerte respaldo popular, los signos de erosión del gobierno eran evidentes, tanto al interior de la corporación militar como en la sociedad.
El 30 de marzo de 1982 la CGT (Confederación General de Trabajadores) había convocado a un paro
nacional bajo la consigna “Pan y Trabajo”. La manifestación, que fue reprimida y no pudo llegar hasta Plaza
de Mayo, ocurría en un contexto donde las voces que denunciaban el asesinato en masa planeado por la dictadura eran cada
vez más visibles.
Apenas unos días después, la Plaza de Mayo se llenó pero por otros motivos. Las personas fueron allí
masivamente el 2 y el 10 de abril. Súbitamente, los consensos quebrados parecieron recuperarse, aún cuando en esas
movilizaciones se entonaron consignas bien diversas. Clarín informó que la multitud cantaba “ya saben todos
que Malvinas está de moda, la reina llora, la reina llora” y “el que no salta es un inglés”. Pero
en ese mismo lugar hubo otras inscripciones: “Las Malvinas son de los trabajadores, no de los torturadores”, “las
Malvinas son argentinas, los desaparecidos también”.
Si la existencia del conflicto nos lleva a preguntarnos cómo fue posible que una causa considerada justa deviniera en guerra, las personas en la calle nos llevan a la pregunta más cortante que plantea Malvinas: ¿cómo fue posible que la misma gente que había sido reprimida en la huelga del 30 de marzo tres días después apoye la recuperación de las Malvinas? ¿cómo fue que pasaron de gritar “se va a acabar/ la dictadura militar” a entonar “se acabó / se acabó, la colonia / se acabó”?
Quienes interpretan estas plazas como una muestra más de la complicidad de la sociedad con la dictadura resaltan también que sólo un pueblo que no podía ejercer la soberanía en el continente pudo creer que ella le podía ser restituida a través de la recuperación de un territorio lejano. La interpretación es sugerente, pero también controvertida: para muchos, esas plazas significaban volver a las calles para hacer política.
Al mismo tiempo, el apoyo de amplios sectores sociales al proceso iniciado el 2 de abril de 1982, a las tropas estacionadas en las islas, se tradujo en numerosas acciones que se desarrollaron los 74 días que duró la guerra: colectas, donaciones, envíos de encomiendas con ropas y alimentos, actividades públicas fueron profusamente registradas en la prensa de la época.
En algunas regiones del país, al mismo tiempo (sobre todo
aquellas más próximas a las islas)
la guerra fue una realidad que se tradujo en importantes medidas de
defensa: presencia masiva de tropas, oscurecimientos,
prácticas de alertas y evacuación. El impacto de la guerra en la
población que no estuvo directamente
involucrada en los combates fue muy grande, sobre todo a partir de
marcas y episodios como estos, que entre otros tuvieron a
la escuela pública como protagonista central.
ENTONACIONES DE LA PATRIA
El vocablo patria nos recuerda la pertenencia a una comunidad. Al pronunciarlo señalamos que no estamos solos en el mundo sino enlazados con otros. Liberales, nacionalistas, hombres de izquierda y de derecha han invocado la palabra “patria” con sentidos diversos y contradictorios. Si para unos esa pertenencia común está asociada a “compartir derechos”, para otros tiene que ver con cuestiones “territoriales”. Si algunos dicen que la patria está donde están los trabajadores, otros señalan que la patria es un todo homogéneo sin fisuras.
Desde que en 1833 fueron usurpadas por Gran Bretaña, las Islas Malvinas se transformaron en una metáfora de la vida en común de los argentinos: defender a las Malvinas era un modo de defender a la patria. La guerra de 1982, desarrollada en un contexto dictatorial, provocó un fuerte cuestionamiento tanto a la causa Malvinas como a la idea de patria porque se consideraba que éstas se habían transformado en patrimonio exclusivo de los militares, quienes en su nombre justificaban sus atrocidades. La banalización que los militares y sus defensores hicieron del símbolo Malvinas y de la noción de patria provocó que en muchos sectores sociales estos fueran dejados de lado. En lugar de librar una batalla simbólica por su sentido, se los abandonó o se los redujo al mero ritual vacío. En su reemplazo no aparecieron, como algunos prometían, otros “nosotros” para ampararnos sino que sobrevino la intemperie: el individualismo, la fragmentación social, la angustia de sentirse solo.
Volver a recuperar el vocablo “patria” es una forma de volver a preguntarse por la existencia de esos “nosotros”, de interrogarse sobre el sentido de la vida en común, no para añorar el pasado sino más bien como una forma de anunciar un futuro: la patria es un proyecto a construir.
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