El reconocido periodista y escritor, Vicente Muleiro, presentó el jueves, en Tucumán su último libro "1976. El Golpe Civil". Al respecto comentó que “la idea fue enfocar a los civiles en el Golpe de 1976, puesto que con la llegada de la democracia, la matanza que había llevado a cabo el mundo uniformado, pertinentemente satanizado, sirvió a los civiles para esconderse detrás de eso”.
Vicente Muleiro nació en Buenos Aires en 1951, Es escritor y periodista. Publicó dos novelas para adultos: Quedarse con la dama y Sangre de cualquier grupo y cuatro libros de poemas: Para alguien en el mundo estamos lejos, Boleros, Pimienta negraEl árbol de los huérfanos. Obtuvo premios en la Argentina y en España. En el año 2001, en coautoría con María Seoane, publicó El dictador. Hasta el 2009 trabajó en el diario Clarín. En 1998 ganó el Premio Rey de España de periodismo. Actualmente es el sub director de Radio Nacional.
En marzo de este año Planeta editó 1976. El Golpe Civil, de Vicente Muleiro. Un libro que desmenuza con nombres y apellidos este "combo militar-civil", que por un lado secuestra, encarcela y asesina opositores, mientras coloca al Estado en base a transferencias y subsidios, al servicio de los grupos económicos dominantes.
“La idea fue enfocar a los civiles en el Golpe de 1976, puesto que con la llegada de la democracia, la matanza que había llevado a cabo el mundo uniformado, pertinentemente satanizado, sirvió a los civiles para esconderse detrás de eso”, comentó Muleiro en una entrevista con TucumánHoy.
“Estas personas”, según el ex editor de la Revista Ñ, “encierran una trama muy fuerte con utopía regresiva, queriendo volver a un país de venta concentrada, un país subordinado. Fueron muchos y están entre nosotros siempre armando una tensión entre una democracia popular y un polo autoritario”.
En este sentido, Muleiro indicó que “para este trabajo utilicé mucho material bibliográfico, testimonios directos y mucha documentación de los juicios que están en marcha. La declaración de imprescriptibilidad de los delitos de lesa humanidad del 2004 que abrió otra nueva generación de juicios más allá de los que se venían haciendo, permitió acceder al comportamiento de muchos civiles que estuvieron relacionados con el proceso”.
Junto a María Seoane escribió El dictador que se publicó en el 2001, “mucho material saqué de ahí, lo recopilé e hice una acelerada final de dos años hasta su publicación en marzo de este año”, destacó.
¿Por qué hubo tanta colaboración de civiles?
Hay un grupo duro y autoritario que tiene un modelo de país donde la más mínima representatividad popular lastima sus intereses y siempre tienen el sueño de la restauración. Grupo que se puede rastrear desde los comienzos de la Independencia argentina. Se puede hacer una historia que va del roquismo, centenario, golpe de 1930 y a partir de 1946 comienzan a organizarse como golpistas, debido al peronismo, lo cual se observa en la libertadora. De ahí surgen nombres como Martínez de Hoz fue ministro, Carlos Muñiz, Aguirre Lanari, familias como García Martínez, Aleman, se van repitiendo luego del 55. Un elenco estable que representan los restos de un pretendido patriciado argentino conectado con negocios transnacionales que tienen mucho poder económico y de manipulación de opinión pública. Pero para hablar en su conjunto de la sociedad civil, la posición que me interesa es la de no culpar a toda la sociedad masivamente porque hubo gestos de resistencias como asociaciones de Derechos Humanos, todos productos de nuestra sociedad.
A pesar de que en las nuevas generaciones el discurso de Derechos Humanos impacta positivamente, ¿por qué la oposición apela a bregar para que se terminen los juicios?
Esos sectores se sintieron representados por un Estado policial, por lo tanto cierran filas cada vez que pueden. Por ejemplo el Colegio de Abogados de Buenos Aires, sacó un comunicado repudiando la detención de Martínez de Hoz, al igual que un conjunto de abogados católicos donde está el que era ministro de Justicia de Videla, Rodríguez Varela, todos medievalistas, ultramontanos. Aseguran que el robo de bebés no fue una política concertada. Son muy trogloditas, arcaicos pero lo curioso es que siguen teniendo poder para repartirlas en la sociedad.
Sebastián Ganzburg
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