El arzobispo de Tucumán, monseñor Luis Villalba, refirió a la encíclica “Sollicitudo rei socialis”, es decir, la preocupación social de la Iglesia, del beato Juan Pablo II, y destacó que en ese texto se señala que “para alcanzar el verdadero desarrollo, es necesario no perder de vista la naturaleza específica del hombre, que es al mismo tiempo corporal y espiritual”.
El desarrollo es el paso de condiciones menos humanas a condiciones más
humanas, en las cuales el ‘ser’ prevalece sobre el ‘poseer’. Se nos
habla de un desarrollo auténtico e integral, digno del hombre, creado a
imagen de Dios”, precisó durante el tedeum, en la catedral tucumana, por
el 201° aniversario de la Revolución de Mayo.
El prelado
consideró que “los problemas del desarrollo no son solamente problemas
de naturaleza económica. El desarrollo no puede limitarse a la
multiplicación de bienes y de servicios. Debemos ampliar la perspectiva.
Un desarrollo que no abarque la dimensión cultural, trascendente y
religiosa del hombre y de la sociedad, no ayudará al verdadero
crecimiento de la persona. Precisamente porque se refiere al hombre en
su totalidad, el desarrollo verdadero debe llevar a una maduración y un
enriquecimiento del ser, más que a una expansión del tener”.
Asimismo, sostuvo que “hay urgente necesidad de un cambio en las
actitudes espirituales, que definen las relaciones del hombre consigo
mismo, con los demás y con todo lo que lo rodea. Cristianamente, esto se
llama conversión. Urge una conversión en el pleno sentido de la
palabra”.
“En el camino hacia esta deseada conversión para
el desarrollo, la solidaridad se puede señalar como un valor positivo y
moral. Ésta no es un sentimiento superficial por los males de tantas
personas. Al contrario es la determinación firme y perseverante de
empeñarse por el bien común; es decir, por el bien de todos y cada uno,
para que todos seamos verdaderos responsables de todos”, subrayó.
El arzobispo tucumano explicó que “esta determinación se funda en la firme convicción de que lo que frena el verdadero desarrollo es el afán desmedido de ganancia y la sed insaciable de poder. Tales actitudes solamente se vencen mediante una actitud diametralmente opuesta: la entrega por el bien del prójimo, con la disposición a ‘perderse’ en sentido evangélico, por el otro, en lugar de explotarlo, y a ‘servirlo’, en lugar de oprimirlo para el propio provecho”.
Y sostuvo que “el ejercicio de la solidaridad dentro de la sociedad es válido sólo cuando sus miembros se reconocen unos a otros como personas. Los que disponen de mayores bienes han de sentirse responsables de los más débiles. Los grupos intermedios no han de insistir egoísticamente en sus intereses particulares, sino que deben respetar los intereses de los demás. Un signo positivo es la creciente conciencia de solidaridad de los pobres entre sí”.
Por último, monseñor Villalba pidió a Dios que “conceda a todos los tucumanos la gracia de amar sinceramente a nuestra patria, de modo que cada uno en su puesto colabore eficazmente al verdadero desarrollo de todos sus habitantes”.
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