Hay buenos muchachitos, con metejones de primera agua, que le amargan la vida a sus respectivas novias promoviendo tempestades de celos, que son realmente tormentas en vasos de agua, con lluvias de lágrimas y truenos de recriminaciones. Generalmente las mujeres son menos celosas que los hombres. Por Roberto Arlt.
Una obra que trata de un conjunto de artículos literarios escritos por Roberto Arlt y publicados periódicamente en prensa durante el año 1933. Algunos fueron publicados en la revista Proa. El origen del título tiene parentesco pictórico y se refiere a las pequeñas estampas grabadas que alcazaron ya gran difusión en la época de Durero y Rembrandt, en la de Goya y en la de los expresionistas alemanes. Arlt tiene la intención de mostrar una realidad fragmentada y de reproduccir, a modo fotográfico.
Hay buenos muchachitos, con metejones de primera agua, que le amargan la
vida a sus respectivas novias promoviendo tempestades de celos, que son
realmente tormentas en vasos de agua, con lluvias de lágrimas y truenos de
recriminaciones.
Generalmente las mujeres son menos celosas que los hombres. Y si son
inteligentes, aun cuando sean celosas, se cuidan muy bien de descubrir tal
sentimiento, porque saben que la exposición de semejante debilidad las
entrega atadas de pies y manos al fulano que les sorbió el seso. De
cualquier manera; el sentimiento de los celos es digno de estudio, no por
los disgustos que provoca, sino por lo que revela en cuanto a psicología
individual.
Puede establecerse esta regla:
Cuanto menos mujeres ha tratado un individuo, más celoso es.
La novedad del sentimiento amoroso conturba, casi asusta, y trastorna la vida de un individuo poco acostumbrado a tales descargas y cargas de emoción. La mujer llega a constituir para este sujeto un fenómeno divino, exclusivo. Se imagina que la suma de felicidad que ella suscita en él, puede proporcionársela a otro hombre; y entonces Fulano se toma la cabeza, espantado al pensar que toda "su" felicidad, está depositada en esa mujer, igual que en un banco. Ahora bien, en tiempos de crisis, ustedes saben perfectamente que los señores y señoras que tienen depósitos en instituciones bancarias, se precipitan a retirar sus depósitos, poseídos de la locura del pánico. Algo igual ocurre en el celoso. Con la diferencia que él piensa que si su "banco" quiebra, no podrá depositar su felicidad ya en ninguna parte. Siempre ocurre esta catástrofe mental con los pequeños financieros sin cancha y los pequeños enamorados sin experiencia.
Frecuentemente, también, el hombre es celoso de la mujer cuyo mecanismo psicológico no conoce. Ahora bien: para conocer el mecanismo psicológico de la mujer, hay que tratar a muchas, y no elegir precisamente a las ingenuas para enamorarse, sino a las "vivas", las astutas y las desvergonzadas, porque ellas son fuente de enseñanzas maravillosas para un hombre sin experiencia, y le enseñan (involuntariamente, por supuesto) los mil resortes y engranajes de que "puede" componerse el alma femenina. (Conste que digo "de que puede componerse", no de que se compone.)
Los pequeños enamorados, como los pequeños financistas, tienen en su capital de amor una sensibilidad tan prodigiosa, que hay mujeres que se desesperan de encontrarse frente a un hombre a quien quieren, pero que les atormenta la vida con sus estupideces infundadas.
Los celos constituyen un sentimiento inferior, bajuno. El hombre, cela casi siempre a la mujer que no conoce, que no ha estudiado, y que casi siempre es superior intelectualmente a él. En síntesis, el celo es la envidia al revés.
Lo más grave en la demostración de los celos es que el individuo, involuntariamente, se pone a merced de la mujer. La mujer en ese caso, puede hacer de él lo que se le antoja. Lo maneja a su voluntad. El celo (miedo de que ella lo abandone o prefiera a otro) pone de manifiesto la débil naturaleza del celoso, su pasión extrema, y su falta de discernimiento. Y un hombre inteligente, jamás le demuestra celos a una mujer, ni cuando es celoso. Se guarda prudentemente sus sentimientos; y ese acto de voluntad repetido continuamente en las relaciones con el ser que ama, termina por colocarle en un plano superior al de ella, hasta que al llegar a determinado punto de control interior, el individuo "llega a saber que puede prescindir de esa mujer el día que ella no proceda con él como es debido".
A su vez la mujer, que es sagaz e intuitiva, termina por darse cuenta de que con una naturaleza tan sólidamente plantada no se puede jugar, y entonces las relaciones entre ambos sexos se desarrollan con una normalidad que raras veces deja algo que desear, o terminan para mejor tranquilidad de ambos.
Claro está que para saber ocultar diestramente los sentimientos subterráneos que nos sacuden, es menester un entrenamiento largo, una educación de práctica de la voluntad. Esta educación "práctica de la voluntad" es frecuentísima entre las mujeres. Todos los días nos encontramos con muchachas que han educado su voluntad y sus intereses de tal manera que envejecen a la espera de marido, en celibato rigurosamente mantenido. Se dicen: "Algún día llegará". Y en algunos casos llega, efectivamente, el individuo que se las llevará contento y bailando para el Registro Civil, que debía denominarse "Registro de la Propiedad Femenina".
Sólo las mujeres muy ignorantes y muy brutas son celosas. El resto, clase media, superior, por excepción alberga semejante sentimiento. Durante el noviazgo muchas mujeres aparentan ser celosas; algunas también lo son, efectivamente. Pero en aquellas que aparentan celos, descubrimos que el celo es un sentimiento cuya finalidad es demostrar amor intenso inexistente, hacia un_ bobalicón que sólo cree en el amor cuando el amor va acompañado de celos. Ciertamente, hay individuos que no creen en el afecto, si el cariño no va acompañado de comedietas vulgares, como son, en realidad, las que constituyen los celos, pues jamás resuelven nada serio.
Las señoras casadas, al cabo de media docena de años de matrimonio (algunas antes), pierden por completo los celos. Algunas, cuando barruntan que los esposos tienen aventurillas de géneros dudosos, dicen, en círculos de amigas:
-Los hombres son como los chicos grandes. Hay que dejar que se distraigan. También una no los va a tener todo el día pegados a las faldas...
Y los "chicos grandes" se divierten. Más aún, se olvidan de que un día
fueron celosos...
Pero este es tema para otra oportunidad.
Roberto Godofredo Christophersen
Arlt era hijo de inmigrantes (su padre era polaco y su madre,
tirolesa), no llegó a tercer grado (toda su vida escribió con faltas
de ortografía). Pero algo muy adentro suyo lo llevó a ser periodista
y a convertirse en uno de los más importantes e influyentes autores
de la narrativa argentina.
Desempeñó desde chico un sinfín de oficios: hojalatero, librero,
mecánico, corredor de comercio. En los ratos libres, concurría a las
bibliotecas barriales a leer, sobre todo folletines. A los 16 años
abandonó su casa familiar y cuatro años después se casó con Carmen
Antinucci, con quien tuvo una hija, Mirta.
Buscando editor para El juguete rabioso, Arlt se acercó al ambiente
literario, por aquel entonces dividido entre los grupos de Florida y
Boedo. Ricardo Güiraldes fue el encargado de corregir su original y
relacionarlo con la Editorial Latina, que en 1926 publicó el libro.
Arlt comenzó su carrera periodística en Don Goyo, una revista
humorística dirigida por su amigo Conrado Nalé Roxlo. Fue cronista
en la sección Policial del diario Crítica de los Botana. Y
corresponsal en España del diario El Mundo, donde además publicó sus
célebres “Aguafuertes porteñas”.En 1929 apareció su segunda novela,
Los siete locos, con la que obtuvo el tercer premio municipal. En
1931 publicó Los lanzallamas y un año después El amor brujo, su
última novela. Más tarde se editaron dos libros de cuentos: El
jorobadito (1933) y El criador de gorilas (1941). Su contacto con
Leónidas Barletta y el Teatro del Pueblo
lo impulsaron a escribir importantes obras dramáticas: 300 millones,
La isla desierta, Saverio el cruel, El fabricante de fantasmas y La
fiesta del hierro.
El 26 de julio de 1942 murió Roberto Arlt, a los 41 años. Después de concurrir a un ensayo en el Teatro del Pueblo, sufrió un paro cardíaco. Ese mismo día había votado en las elecciones del Círculo de la Prensa, donde fue velado.
Todos los derechos reservados Copyright 2007
Terminos y usos del sitio
Directorio Web de Argentina
Secciones
Portada del diario | Ediciones Anteriores | Deportes | Economia | Opinion|Policiales
Contactos
Publicidad en el diario | Redacción | Cartas al director| Staff