Intereses nacionales y electorales, así como fines políticos y militares encontrados arriesgan desbaratar la misión militar encabezada por Europa y Estados Unidos para imponer la exclusión aérea en territorio libio, ordenada por el Consejo de Seguridad de la ONU.
Análisis de Julio Godoy para IPS.
Las señales de estos intereses conflictivos aparecieron apenas las fuerzas de
Gran Bretaña, Francia y Estados Unidos se lanzaron a bombardear el sábado
objetivos militares y de infraestructura de Libia.
La operación se
diseñó con el declarado fin de frenar la ofensiva del régimen de Muammar Gadafi
contra civiles rebeldes que comenzaron el mes pasado a reclamar el fin de su
gobierno y que, gracias a una importante defección de militares, tomaron el
control de algunas ciudades y se hicieron de una parte del armamento del
ejército.
Mientras Turquía expresaba su indignación por no haber sido
invitada a la cumbre de gobernantes y ministros de relaciones exteriores
celebrada el sábado 19 en París, el secretario general de la Liga de Estados
Árabes, el egipcio Amr Moussa, vacilaba entre criticar el alcance de la
operación militar y luego retractarse.
"Lo que está pasando en Libia
difiere de la imposición de la zona de exclusión aérea", dijo Moussa el domingo.
Tanto la Liga Árabe como la Unión Africana estuvieron de acuerdo con la
resolución 1973 que adoptó el jueves 17 el Consejo de Seguridad de la ONU
(Organización de las Naciones Unidas).
Moussa podría ser candidato en
las próximas elecciones presidenciales de Egipto. Por eso, algunos desestimaron
sus declaraciones sobre el supuesto ataque aliado a la población civil en Libia
como un mensaje dirigido a su electorado.
Turquía, un país musulmán como
Libia, es también miembro del Tratado de la Organización del Atlántico Norte
(OTAN), y se considera un puente entre esa alianza militar occidental y el mundo
islámico. Por esa razón, expresó sus reparos a involucrar a la OTAN en la misión
para aplicar la resolución de la ONU.
Debido a que no hay una conducción
clara de la llamada Odisea al Amanecer, Noruega hizo saber que suspendía su
participación en la misión.
Además de tales susceptibilidades, la
postura francesa de no descartar el derrocamiento del régimen libio de Muammar
Gadafi, pese al mandato específico y restringido de la resolución 1973, no hizo
más que agravar la confusión.
Peor aun, los continuos ataques franceses,
británicos y estadounidenses contra objetivos militares y gubernamentales libios
el domingo y el lunes, pese a sus propias declaraciones indicando que la zona de
exclusión estaba ya impuesta, han despertado dudas sobre los verdaderos
propósitos de esta coalición.
El lunes 21 por la tarde, la pregunta era
si la operación militar no terminaría creando una situación sin salida, con el
régimen de Gadafi privado de emplear su fuerza aérea, pero con suficiente poder
para resistir la rebelión armada que comenzó el 15 de febrero.
Según
fuentes francesas y estadounidenses, los ataques destruyeron aviones libios,
artillería antiaérea y otros equipos militares. También dieron muerte a muchas
tropas libias, especialmente en las cercanías de la nororiental ciudad de
Bengasi, la segunda mayor del país y bastión de los rebeldes.
Gadafi
replicó, en un discurso transmitido por la televisión nacional, amenazando con
una guerra que convierta a todo el mar Mediterráneo en campo de batalla.
El coronel acusó a Francia, Estados Unidos y Gran Bretaña de bombardear
Libia para controlar sus yacimientos de petróleo. "No les dejaremos nuestro
crudo a Estados Unidos, Francia o Gran Bretaña ni a los estados cristianos
enemigos que se alinearon contra nosotros", dijo. "No dejaremos nuestra tierra.
Vamos a pelear por cada centímetro y a liberar cada centímetro".
Gadafi,
que gobierna desde 1969, sostuvo también que estaba distribuyendo armas "al
pueblo libio" para defender el país del ataque aliado. "Ahora se han abierto los
depósitos de armas y todo el pueblo libio está siendo armado".
Al mismo
tiempo, el régimen anunció que había ordenado respetar un cese del fuego
unilateral, presuntamente iniciado el domingo a la hora 21:00 local, en
respuesta al llamado de la Unión Africana para detener todas las acciones
militares en Libia.
El gobierno ruso también condenó el ataque
occidental, al que calificó como "indiscriminado uso de la fuerza". Pero Rusia y
China, miembros con derecho a veto en el Consejo de Seguridad, se abstuvieron en
la sesión que aprobó la resolución 1973.
Pese a los reclamos africanos,
árabes y rusos, el domingo y el lunes continuaron las acciones contra edificios
gubernamentales en la capital libia, Trípoli, sobre todo en las principales
sedes del gobierno y en la presunta residencia de Gadafi.
En respuesta a
las quejas de la Liga Árabe, el gobierno francés indicó que su intervención
militar en el país del Magreb se limita "a implementar la resolución del Consejo
de Seguridad".
Pero esta afirmación fue contradicha de inmediato por una
declaración del ministro de Relaciones Exteriores, Alain Juppé.
En una
entrevista en el canal público de televisión France 2, Juppé admitió que el
objetivo "no está escrito" en la resolución 1973. "Pero deberíamos dejar de
contar cuentos", agregó. "Resulta obvio que el fin de todos estos (ataques) es
permitir que el pueblo libio elija a su propio gobierno".
"Y no tengo la
impresión de que el pueblo elegiría a Gadafi", dijo.
La resolución 1973
autoriza a una coalición militar internacional "a tomar todas las medidas
necesarias (…) para proteger a los civiles y a las zonas de población civil en
peligro de ser atacadas".
Pero excluye la "ocupación de una fuerza
extranjera de cualquier forma o en cualquier parte del territorio libio" y
subraya "la necesidad de intensificar los esfuerzos para hallar una solución a
la crisis que responda a las demandas legítimas del pueblo libio (…) y
(facilitar) el diálogo que conduzca a las reformas políticas necesarias para una
resolución pacífica y sostenible".
Algunos críticos indican que la
conducción francesa de la intervención en Libia constituye una "voltereta
radical" de la tradicional postura del presidente Nicolas Sarkozy hacia el
Magreb.
El líder del Partido Verde francés, Noël Mamère, recordó que en
2007 Sarkozy intentó vender instalaciones de energía nuclear al régimen libio.
"Ese año, recibió a Gadafi en París con todos los honores y le permitió instalar
sus tiendas en el Palacio del Elíseo", residencia oficial del presidente, dijo
Mamère.
Sarkozy también intentó vender aviones militares a Libia. Mamère
describió la conducta del mandatario ante Gadafi como la de "un ejecutivo de
ventas" de la industria militar y nuclear francesa.
Francia ha sostenido
lucrativas relaciones políticas y económicas con prácticamente todos los
regímenes autoritarios del Magreb hasta inicios de este año.
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