Hoy aquí escribo como mujer y como mujer política. Y también escribo como militante, madre y representante del pueblo. Porque nosotras sabemos lo indisoluble que es el trabajo de la vida. Así de simple.
A nosotras, las militantes, con mujeres como Evita y Cristina nos basta y nos sobra para tomar conciencia de lo que podemos ser capaces las mujeres con convicciones firmes.
Declarada por nuestra querida Presidenta como la Mujer del
Bicentenario, Evita es un símbolo que nos identifica a todas las mujeres
argentinas.
En "La Razón de mi Vida", esta mujer interpelaba a
una sociedad que era muy injusta, muy inicua al tiempo que le demandaba
mayor justicia y mayor equidad.
Ella se convirtió en mi guía desde que, en las postrimerías del proceso militar, me encontré con su mensaje.
Creo
que es bueno, aunque sea un día, reafirmar la condición de mujer en
todos los ámbitos. Nuestra condición de madre nos hermana y nos aúna a
todas, independientemente de cuál sea el rol que cumplimos.
Tengo una hija de 9 años que porta unos ojos verdes que inquieren, unos ojazos que siempre me preguntan y me apuntan al alma.
Y cuando miro los ojitos de Paula siento que me preguntan por su futuro, el de su generación y el de la humanidad toda.
Sus
ojitos no me preguntan sobre internas, sobre intrigas palaciegas o
sobre si ganaré o perderé elecciones. Los ojos de mi hija me preguntan
si habrá o no un futuro posible; digno para ella y los seres humanos que
la rodean.
Por eso creo que además de reconocernos como un
género común, debemos reconocernos parte de un destino común como seres
humanos.
Ese destino que compartimos con nuestros compañeros,
los varones y que sólo se alcanza con la solidaridad y el compañerismo,
no tiene otro nombre que el de Amor.
Sólo el que ama de verdad
puede trabajar por su pueblo. Y yo siento que las madres que se levantan
todas las mañanas a trabajar dentro y fuera de sus hogares aman a su
pueblo. Y los hombres de las fábricas, los empleados, los obreros y los
peones del campo aman a su pueblo: juntos forjan la Nación como el mejor
de los gobernantes.
Así concibo la política: como algo muy
unido a la vida misma, y me reconozco militante del Proyecto Nacional,
ese camino difícil, arduo y sinuoso que debemos atravesar los argentinos
para lograr nuestra independencia, nuestra vida como Nación.
No
hay dudas de que la política es uno de los instrumentos más adecuados
para lograr el objetivo, y las mujeres tenemos mucho que aportar, mucho
por cambiar en los valores vigentes de la política y del mundo.
Un
ejemplo de ello es la Asignación Universal para Embarazadas
recientemente dispuesta por la presidenta Cristina Fernández de Kirchner
como una apuesta concreta a favor de la vida.
Nuestra Nación
nos reclama -más que nunca- un esfuerzo especial a nosotras que bien
sabemos lo que es el esfuerzo de parir, el esfuerzo de criar y el
esfuerzo de trabajar en un mundo con valores masculinos.
Cristina,
en su discurso de asunción el 10 de diciembre de 2007, vaticinó que su
camino iba ser mucho más difícil para ella que para cualquier otro por
el solo hecho de ser mujer. Los hechos posteriores así lo corroboraron.
Ese esfuerzo que la patria nos reclama, y que ella supo responder con creces, es de espíritu.
Lo que la Nación nos pide es parir, pero parir una nueva tierra.
Con
dolor, con sudor y, sobre todo, con amor. Y como en todo parto, debemos
de dar a Luz una nueva sociedad para nosotros, para nuestra posteridad y
para todos los hombres y mujeres de buena Fe que pueblan nuestra amada
Argentina. Como Cristina, nuestra Presidenta, y como Paula; mi hija.
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