Las revueltas que sacuden al mundo árabe parecen una respuesta a injusticias de larga data, bajos ingresos, brutalidad policial y falta de seguridad social. Mientras el mundo las observa, el sufrimiento de unos tres millones de empleadas domésticas en la región sigue envuelto en un manto de silencio.
Por Simba Russeau. para IPC
Víctimas de abusos,
confinamiento y violaciones, las inmigrantes que se emplean en el
servicio doméstico son a menudo invisibles, dado que sufren en lugares
que permanecen ocultos a la vista del público, principalmente en casas
particulares.
"Si una va a la embajada de Indonesia en Jordania verá a
cientos de mujeres que se escapan de sus empleadores", dijo a IPS una
indonesia que trabaja de modo independiente en este sector en Jordania.
"Yo también escapé de los maltratos. Quiero volver a Indonesia, pero la embajada no tiene dinero para enviarnos", agregó.
Una investigación realizada por la revista saudita Sayidaty y
titulada "Derechos de las mucamas" revela que más de tres millones de
estas trabajadoras en el mundo árabe están sometidas a condiciones
similares a la esclavitud.
El estudio concluyó que en varios países como Kuwait, Bahrein,
Arabia Saudita y Líbano, la ausencia de leyes que regulen la relación
entre el personal doméstico y sus empleadores permite abusos rampantes.
"No dormíamos ni de día ni de noche, teníamos que estar
despiertas cada vez que el bebé lloraba", dijo a IPS Potri, una
trabajadora doméstica de Filipinas que trabaja en Jordania.
"Ni siquiera teníamos tiempo para ducharnos o comer durante el
día, porque siempre estábamos acunándolo para que no llorara. Eso
ocurrió durante dos años y medio", recordó.
Joan, otra trabajadora, ganaba apenas 100 dólares mensuales,
parte de los cuales tenía que darle a su empleador jordano para que
comprara los alimentos que ella consumiría. "Es decir que básicamente
trabajábamos gratis", destacó.
Antes de irse de Madagascar, a Dima, de 19 años, le dijeron
que encontraría un buen empleo y una oportunidad de aportarle a su
familia el dinero que tanto necesitaba. Pero a las pocas horas de haber
llegado a la casa de su nuevo empleador en Líbano, a comienzos de abril
del año pasado, tuvo que confrontar una realidad diferente.
"Mi empleador me fue a buscar al aeropuerto y, cuando llegamos
a su casa, me dijo que tomara un baño", relató Dima en entrevista con
IPS.
"Insistió en que dejara la puerta apenas abierta y mientras estaba bañándome entró y me violó", dijo.
Las cosas empeoraron algunas semanas después, cuando el hombre en cuestión y dos de sus amigos la ataron y violaron.
Un mes después, Dima escapó. "Mientras la familia se subía al automóvil empecé a correr. Ya no soportaba vivir así", dijo.
El actual clima financiero en África y en Asia sudoriental
obligó a muchas familias a buscar maneras desesperadas de salir de la
pobreza extrema.
"Las agencias de reclutamiento de nuestros países de origen
están embaucando a las nuevas empleadas domésticas diciéndoles que
tendrán un gran trabajo, con un salario elevado y la posibilidad de
ahorrar dinero y enviárselo a sus familias", dijo Aimee, una líder
comunitaria oriunda de Madagascar que realiza tareas domésticas de modo
independiente.
"Pero cuando ellas llegan se dan cuenta de que todo era mentira", agregó.
La demanda de trabajadoras domésticas extranjeras en los países
árabes es alimentada por el ingreso de las mujeres árabes a la fuerza
laboral, y por una definición del estatus social según las cual se
considera que éste es mayor cuanta más servidumbre se tenga.
Esa mayor demanda ha absorbido a la población de expatriadas, que en algunos lugares superan a las trabajadoras locales.
Según un estudio del Centro para las Mujeres y los Estudios de
Género, casi 85 por ciento de los cuatro millones de habitantes de
Emiratos Árabes Unidos son trabajadores inmigrantes.
En Bahrein y Arabia Saudita, 65 por ciento de la fuerza
laboral está compuesta por expatriados. En Kuwait son 82 por ciento, y
en Qatar casi 90 por ciento.
En Bahrein, la concesión de la ciudadanía a trabajadores
extranjeros como medio para cambiar el equilibrio sectario del país es
una importante fuente de descontento entre los manifestantes.
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