El tribunal aceptó la excusación de López presentada el lunes. Pérez Villalobo, cuarto juez designado, lo reemplazó, lo cual generó críticas de Menéndez. Además se escucharon testimonios desgarradores. “Vi que mi hermano tenía dos disparos en la ingle”, dijo Mario González Paz.
La segunda semana del juicio por la Causa Romero Niklison comenzó con un juez menos y testimonios desgarradores. El juez López presentó, el lunes, su excusación de participar en el debate, luego de que el fiscal general de Santiago del Estero, Gigena lo acusó, el viernes, por crímenes de lesa humanidad. Ayer, el tribunal, presidido por Gabriel Casas, la aceptó. De esta manera el cuarto juez, Pérez Villalobo entró en su reemplazo.
Esto generó reacción en la defensa de Menéndez, representada por el abogado Berttini, quien indicó que recusó al juez porque, según su defendido, participó en el 2010 en el acto del Museo de la Memoria, además aseguró que cuando asumió como juez juró por la memoria de los asesinados durante la Masacre de Trelew y también dijo que sus familiares (por Pérez Villalobo) expresan, a través de facebbok, que por fin se juzga a los asesinos. De este modo la defensa pidió que se suspenda el juicio hasta reunir documentación. Esto, por supuesto, fue rechazado por el tribunal. Teniendo en cuenta que este magistrado fue designado en diciembre, la recusación está fuera de término.
Pèrez Villalobo integró el tribunal de Córdoba que juzgaron a Videla y 30 represores más.
La ronda de testigos
Tuvo una enorme cuota de conmoción. El primero en declarar fue Mario González Paz, hermano Eduardo quien fue uno de los cinco abatidos el 20 de mayo de 1976 en una casa de la calle Azcuénaga por fuerzas conjuntas de la policía y el ejército.
Durante más de una hora contó el drama que sufrió él y dos cuñados más cuando se enteraron de la muerte de Eduardo. Mario vivía en Córdoba con su familia, le quedaba un año para recibirse de médico. Al enterarse de lo ocurrido viajó a Tucumán son sus cuñados, Jorge Antonio Censano, quien está citado a declarar pero por miedo no lo hará y Salomón quien murió hace unos años. En esta provincia fueron secuestrados, torturados. Tantos golpes y picana, le causó un cáncer de próstata a Mario y otras complicaciones al Negro (Salomón) que terminaron con su vida.
Mario, dijo haber reconocido el cuerpo de su hermano y por las descripciones que dio, no aportó el nombre justo del lugar, pero cae de maduro que es el Cementerio del Norte. “Allí habían fosas comunes, sostuvo. Cuando pidió reconocer el cuerpo, la gente del cementerio, “abrieron un cajón, agarraron el cuerpo y lo tiraron afuera. Como estudiaba medicina y me faltaba una materia, comencé a revisar, desprendí la camisa, baje el calzoncillo, vi dos balazos en la ingle, patadas. Tenía los testículos afuera. Me gritaron que deje de revisar y me echaron”. Y agregó que “no pude revisarle la cabeza”.
Otra de las testigos que prestó testimonio fue Nora Spagni de González Paz, trabajadora social y docente. Era esposa de Eduardo. Contó que ambos se conocieron por su militancia en el Movimiento de Iglesias del Tercer Mundo. “El venía de Jujuy de una formación militar y tenía formación religiosa”.
Fue una de las declaraciones más políticas en el juicio. Expresó que donde militaba “era otra iglesia, la cual se perdió porque ahora donde había una capilla del tercer mundo hay 15 o 20 iglesias compitiendo por ser coca cola. Era un cristianismo de la vida. Es decir que la prostituta, el delincuente, chicos abandonados, alcohólicos, etc estaban subsumidos en preparar la asamblea del domingo”.
Respecto al 20 de mayo del ’76, fecha del suceso indicó que “cuando me enteré de la noticia no quise creer porque mi marido no llevó armas” y agregó que lo ocurrido durante el proceso fue gracias a la colaboración “cívico-militar, donde hubo instituciones muy comprometidas al igual que varios poderes”.
También declaró Alda Estér Stratta, madre de María Alejandra Romero Niklison, otra de las víctimas y cuya hija es hoy querellante en el juicio. En su relato comentó que la última vez que vio a su hija fue “en la casa de calle Azcuénaga. Allí había un lugar de aviación, porque siempre escuchaba zumbidos de helicópteros”. Aclaró además que “nunca vi nada raro, ni reuniones, ni armas”. Incluso aseguró que en ese tiempo “la vi en Tucumán en plena libertad”. Sorprendió la lucidez de esta mujer que tiene 90 años
El debate continúa hoy con la declaración de seis testigos.
Sebastián Ganzburg
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