Las aguas servidas que generan industrias y 1,5 millones de habitantes de Quito, capital de Ecuador, se vierten directamente en tres ríos, que van contaminando otras fuentes de ese recurso, mientras que la planta de tratamiento estará lista a finales de esta década.
La ciudad, fundada en 1534, no cuenta con un sistema de tratamiento de aguas servidas, denominadas "residuales" y actualmente se vierten directamente a cada una de las quebradas de las montañas que la rodean.
Los ríos Machángara, Monjas y San Pedro, que
rodean a Quito, reciben diariamente 140 litros por cada uno de los 1,5
millones de habitantes, según cálculos de la Empresa Metropolitana de
Agua Potable y Alcantarillado (EMAAP).
Las aguas residuales de Quito están compuestas en un 81 por ciento
de descargas orgánicas y otras sustancias como detergentes y en un 19
por ciento de desechos industriales.
El sistema de alcantarillado es mixto: es decir incluye las aguas servidas y también las aguas de lluvias.
"El Machángara es un río que no tiene capacidad de asimilación de
los desechos, consecuentemente su uso actual es de receptor de aguas
residuales", dijo a ANSA Antonio Gómez, director de Estudios del
Programa de Saneamiento Ambiental de la EMAAP.
Hace unos 60 años los habitantes de Quito todavía salían a tomar
paseos por las tardes a lo largo del río, ahora, el olor que emana
impide esas actividades.
En América Latina, según datos de la Organización Panamericana de la
Salud, un 15 por ciento de toda el agua residual colectada recibe algún
tipo de tratamiento. En Ecuador solamente la ciudad austral de Cuenca
cuenta con una planta de tratamiento.
Quito es una ciudad alargada, con 40 kilómetros de norte a sur,
ubicada a 2.850 metros sobre el nivel del mar y rodeada de montañas y
volcanes como el Pichincha y el Atacazo.
En 1991 se inició el primer estudio para el saneamiento del río
Machángara, los diseños definitivos de las obras necesarias se
empezaron en 2009 y todavía están en elaboración.
El objetivo principal del proyecto es la construcción de una
planta de tratamiento de aguas residuales que estará ubicada en
las afueras de Quito, en la zona de la Mitad del Mundo y otras
dos pequeñas al sur de la ciudad.
Pero antes de la planta, en una primera fase, se deben realizar
varias obras de conducción de las aguas residuales de toda la ciudad,
lo cual, según Gómez, ya está avanzado en una tercera parte de un total
de 458 kilómetros.
Esas obras, con un costo estimado de 500 millones de dólares, estarán
listas en dos o tres años, precisó Gómez, y la planta de tratamiento
entraría en funcionamiento en 2020.
Según las
regulaciones municipales, las industrias tienen la obligación de
limpiar sus aguas servidas antes de emitirlas al sistema de
alcantarillado.
Sin embargo, la bióloga Melissa Moreano, de la Fundación Numashir, que se dedica a la conservación de ecosistemas amenazados, indicó que "el municipio no tiene la capacidad de control".
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