Un deslizamiento de tierra en el casco urbano de La Paz que arrastró 800 casas y dejó sin hogar a más de 5.000 personas puso también en evidencia graves fallas estructurales en la principal ciudad de Bolivia, construida entre cerros y sobre el curso de 360 ríos.
El presidente Evo Morales dispuso alimentos y abrigo a entre 4.000 y 5.000 bolivianos que lo perdieron todo en medio de cientos de miles de toneladas de tierra embebida que se deslizaron de una cadena de serranías en la ladera este de La Paz, sede del gobierno de Bolivia, tras visitar la zona de la tragedia.
"Con seguridad el Gobierno nacional va a ser entregar
casas a las familias que quedaron sin casa o que vivían de inquilino o
en anticrético. Si vivían de inquilino o en anticrético es que no tiene
casa, entonces hay que dotar casa", afirmó el gobernante emplazado en
uno de los corredores de un colegio convertido en palestra desde donde
habló a decenas de cientos que fueron a esperar sus promesas u medidas
de asistencia inmediata.
El jefe de Estado, que se quejó por la falta de terrenos
urbanizados en La Paz para construir complejos de viviendas en
beneficio de afectados por deslizamientos de menor envergadura en 2009
y 2010, para lo que dijo disponer de 2 millones de dólares, comprometió
también la ayuda del Estado para aliviar las aflicciones de quienes
contrajeron créditos en la banca nacional y que ahora se quedaron en la
calle.
"Yo quisiera ver a esos compañeros que tienen préstamos,
organizarnos, movilizarnos y entender cómo podemos apoyar a esas
familias que han construido, comprado su casita en esta zona y ahora ha
quedado sin casa. Siempre cuando haya voluntad se puede resolver este
tipo de problemas que se presentan", afirmó.
Luego de celebrar a primera hora una reunión con sus ministros, el
mandatario ordenó la dotación de alimento a los damnificados, como
primera medida contingente.
"Las familias que quedaron sin casa, sin vestimenta, hay que
garantizar alimento", afirmó el mandatario antes de definir la
situación de "gravísima" en La Paz.
De hecho, el Gobierno desplazó a cientos de efectivos para
coadyuvar a los damnificados que, contra viento y marea y a riesgo de
sus propias vidas, intentan rescatar lo que queda de sus enseres
personales y, por vía de la oficina de Defensa Civil, desplegó decenas
de literas y colchones, además de frazadas y alimentos secos acopiados
en un colegio fiscal que, pese sufrir rajaduras ofrece cierta garantía
mientras, con menor intensidad que la víspera, los deslizamientos de
tierra tornan aún amenazantes.
El centro de operaciones de salvataje luego fue trasladado al Colegio Militar de La Paz.
"Poco a poco estamos garantizando desayuno y alimentación. Quiero
decirles a la familias que quedaron sin nada que tienen garantizados en
esta primera etapa hermanas y hermanos", afirmó al tiempo de significar
la disposición de 5 toneladas de alimentos, principalmente arroz, fideo
y harina.
El gobernante también garantizó la provisión de vestido, esta vez
procedente de las incautaciones estatales al contrabando que por ley
deben ser destruidas.
"En vez de estar quemando, para gente que se ha quedado sin ropa",
dijo al insistir a los presidentes de juntas de vecinos y líderes de
organizaciones territoriales de base (OTB) "organizarnos y coordinar",
como "interlocutores válidos", en la perspectiva que nadie de los
afectados quede sin techo, alimentos y abrigo.
"Ustedes pasen la nóminas muy responsablemente (..) Necesitamos una
organización, una buena coordinación" para evitar, entre otras
irregularidades la presencia de "infiltrados" en las nóminas de
damnificados que serán asistidos por los gobiernos nacional y
departamental, además del municipio local.
Por último dijo haber ordenado a los ministros de Defensa, Sacha
Llorenti, y de Gobierno, Rubén Saavedra, la dotación de seguridad en
la zona de desastre ante la eventual acción de antisociales.
"Es obligación del Presidente, del Gobierno, obligación del
gabinete asistir" a los damnificados (..) No vamos a abandonarlos,
tengan por seguro", afirmó el mandatario mientras miles de brigadistas,
militares, policías, voluntarios y afectados por el derrumbe --el más
grande en La Paz desde 1860, cuando la ladera poniente, hoy conocida
como Tembladerani, de enfrente de la derrumbada la noche del sábado al
domingo, se vino abajo--trabajaban sin resuello por salvar sus muebles
y pertenecías de entre miles de de toneladas escombros.
Partida en dos pisos, uno a 100m del otro, una necrópolis,
construida en medio de los barrios derrumbados, que dejaba ver las
osamentas entre crucifijos y lápidas desbaratados, ilustraba el tamaño
del desastre.
Fundada en 1548, La Paz se encuentra enclavada en una hoyada y, con
un crecimiento vegetativo de 2,11% desde la década de los '90,
experimenta una explosión urbana que la ha lanzado a trepar por
serranías que la circundan.
El derrumbe de la ladera este ha puesto en riesgo el exclusivo
suburbio de Irpavi, donde propietarios de casas suntuarias construidas
en colinas erosionadas, se ponían a buen recaudo mientras el Río
Chujllumani, que socavó las paredes de las serranías concernidas, rugía
al aumento de su caudal.
El 'megadeslizamiento' como coincide en bautizarlo la prensa local,
se registró tras casi 24 horas de lluvia ininterrumpidas.
Al menos dos barriadas en la rica zona sur de La Paz se encuentran
en riesgo en tanto la falla geológica que tumbó, literalmente, 100
hectáreas de casas en los barrios de Pampahasi, Kupini y entre otros
Callapa, soltaba estertores que hacen presumir aún lejos su sosiego.
En tanto no llueva, como ha sucedido desde el domingo por la
mañana, la falla ecológica no se agudizará, afirman los expertos.
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