Leopoldo Lugones nació en Villa María, Córdoba, el 13 de junio de 1874 y murió en San Fernando, provincia de Buenos Aires, el 18 de febrero de 1938. Fue, ante todo, un escritor. La actitud intelectual de Lugones genera polémica, no por su obra literaria, sino por su actividad política. Pasa por el socialismo, el liberalismo, el conservadurismo y el fascismo. VIDEO
Leopoldo Lugones nació en Villa María, Córdoba, el 13 de junio de 1874 y murió en San Fernando, provincia de Buenos Aires, el 18 de febrero de 1938. Fue, ante todo, un escritor.
Hijo primogénito de Santiago Lugones y Custodia Argüello, quien lo formaría disciplinadamente en el catolicismo.
En su infancia su familia se trasladó a Santiago del Estero. Después, cursó el bachillerato en el Colegio Nacional de Montserrat en Córdoba. Allí comienza el joven Leopoldo a realizar sus primeras armas en el periodismo y en la literatura.
En 1896 se trasladó a Buenos Aires y se casó con Juana González. Entre 1906 y 1911 hace viajes a Europa, travesía imprescindible en la elite intelectual porteña.
En 1897 nace su único hijo, “Polo” Lugones, jefe de policía en la dictadura del general Uriburu y tristemente célebre por ser considerado quien introdujo la picana eléctrica como método de tortura.
La actitud intelectual de Lugones genera polémica, no por su obra literaria, sino por su actividad política que sufre contradicciones ideológicas a lo largo de su vida, pasando por el socialismo, el liberalismo, el conservadurismo y el fascismo.
Decepcionado, pero no –precisamente- por las circunstancias políticas de la Década Infame del ´30, sino por las circunstancias personales que nos relata el escritor Andahazi en su último libro, se suicida el 18 de febrero de 1938 en un hotel de San Fernando -no en El Tigre- (llamado "El Tropezón") al ingerir una mezcla de cianuro y whisky.
Dice Andahazi en “Pecadores y Pecadoras”: “La aparición de las cartas a Emilia Cadelago son la pieza que faltaba para armar el rompecabezas que significó el misterio del suicidio de Lugones. El clima de opresión y vigilancia que él mismo contribuyó a construir comenzó a cercarlo […]. Así lo demuestran varios pasajes de aquellas cartas clandestinas: ‘Ha renacido el espionaje […] con la desventaja de que ya no tengo [como] anularlos […]’.
“[…] Los encuentros con su amante se hacen cada vez más difíciles. Ambos se muestran preocupados ante una posible delación. […]. Tiene la convicción de que un espía le sigue los pasos. Pero no sólo se dificultan los encuentros con su amante; la misma relación epistolar representa un peligro potencial: ‘Ahora, para peor, han restablecido la censura en el correo y abren allá toda mi correspondencia’.
“El paladín de ‘La Hora de la espada’ empieza a sentir el filo de la hoja sobre su propio cuello.[…] El admirador de Mussolini, […] se desespera al comprobar que ya no existe la vida íntima, esa degeneración que proclamaban los liberales. […]
“Lugones se siente asfixiado: le resulta cada vez más difícil concretar citas con Emilia. Las cartas ya no son seguras y, los otros medios, menos aún: ‘No quise arriesgar una llamada telefónica por lo que sabemos…’
“El apólogo del Estado policial está convencido de que lo siguen […] Pero, ¿quién es el espía? Esta respuesta la sabrá Emilia antes que Lugones: un comisario se presenta un día en casa de sus padres y, delante de ella, les hace saber que su hija es una deshonra para la familia Cadelago. El matrimonio, sin poder levantarse del sillón, escucha alelado la denuncia del oficial. Les hace saber que tienen el teléfono intervenido y la grabación de las llamadas compromete gravemente a su hija, ya que en ellas se prueba la participación en el adulterio que complica al famoso escritor Leopoldo Lugones. El comisario amenaza a la familia Cadelago no sólo con el escarnio público, sino con los métodos implementados por la Sección Especial de la Policía Federal. Con todo el dolor del alma, avergonzada ante sus padres y presa del terror, Emilia decide apartarse de la relación. Ante semejante golpe y viendo que aquel mismo comisario no dejaría de perseguirlo y hostigar, Lugones se refugia en El Tigre […]”.
No es difícil darse cuenta quién era el comisario que lo empujó al suicidio con su acoso: Polo Lugones, su propio hijo.
Sus descendientes no han escapado a este destino trágico. Polo Lugones se suicidó en 1971; su hija Susana, a quien llamaban Pirí, fue detenida-desaparecida en diciembre de 1978, durante el terrorismo de Estado. Uno de los hijos de Pirí, Alejandro, se suicidó al igual que su bisabuelo en El Tigre.
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