A juzgar por la propaganda oficial iraní, los levantamientos que derrocaron al régimen de Túnez y amenazan ahora al de Egipto son descendientes directos de la Revolución Islámica de 1979.
Análisis de Barbara Slavin, para IPS
Para los iraníes, ese análisis es motivo de orgullo. Para los árabes, es una advertencia grave.
En ambos casos, los medios estatales afirman que el colapso de los
regímenes árabes pro-occidentales beneficiarán a la República Islámica
de Irán y conducirán a la expansión de un "arco de resistencia" contra
los intereses de Estados Unidos e Israel en la región.
Sin dudas, en esa propaganda hay una pizca de verdad. Justo
cuando Irán estaba sintiendo la presión de las sanciones
internacionales en torno a su programa nuclear se produjeron
acontecimientos cataclísmicos que hicieron que la atención dejara de
centrarse en ese país. Esos mismos hechos amenazan con derribar los
pilares de un orden geopolítico que se mantiene desde hace más de 30
años en Medio Oriente.
Irán considera que las tribulaciones de los gobernantes árabes
respaldados por Estados Unidos son un juego competitivo en el que lo
que para Washington es una pérdida constituye una clara victoria para
Teherán. Y vincula estos hechos al ascenso de gobiernos dominados por
chiitas en Iraq y Líbano.
Sin embargo, esa imagen exagera el poder iraní y omite las
maneras como las tendencias regionales pueden amenazar la influencia
iraní y volver a encender a su propia oposición interna.
"Actualmente el gobierno (iraní) es muy ambivalente en torno a
lo que está ocurriendo en Egipto", según Shireen Hunter, experta en
Medio Oriente de la Universidad de Georgetown y autora del libro
"Iran's Foreign Policy in the Post-Soviet Era" (La política exterior de
Irán en la era post-soviética).
"Ellos se dan cuenta de que éste no fue un movimiento iniciado
por activistas musulmanes sino por una expresión mucho más amplia de
frustraciones e insatisfacción. Si el espacio se abre, habrá mucha
competencia. No está claro quién cosechará los beneficios", dijo
Hunter.
Contrariamente a la versión iraní, la figura más carismática
en surgir de la "intifada" egipcia hasta ahora no es un clérigo sino un
ejecutivo de Google de 30 años, Wael Ghonim.
La exaltada entrevista que concedió el lunes a un canal satelital
egipcio independiente en la que habló de las muertes de manifestantes
mientras él estaba detenido por las autoridades egipcias hizo que
innumerables compatriotas suyos se unieran a las protestas en la Plaza
Tahrir de El Cairo.
También es difícil interpretar los hechos que ocurren fuera de Egipto
como indiscutidas victorias iraníes.
En Iraq, el clérigo Muqtada al-Sadr volvió silenciosamente a
la ciudad de Najaf el 5 de enero, tras permanecer tres años en Irán,
pero se fue luego de apenas 15 días, tras haber sido amenazado de
muerte por otra organización con vínculos iraníes.
Irán es el actor extranjero más influyente en Iraq, con
profundos lazos con agentes de varios partidos y milicias chiitas, pero
también enfrenta las reticencias de los iraquíes --incluidos los
chiitas-- por emplear tácticas de mano dura y acuerdos que terminan
volcando en Iraq mercaderías iraníes de mala calidad.
Los cercanos vínculos de Irán con el gobierno afgano y con la
población chiita de ese país estuvieron en riesgo cuando se produjo un
atraso de seis semanas en la entrega de combustible.
Según Hunter, ese rezago buscó enviar el mensaje de que la
relación con Irán no debe darse por sentada. Sin embargo, a raíz de
esto se agriaron los lazos entre esos dos países.
En Líbano, todos los partidos esperan con ansiedad el anuncio de los
cargos por el asesinato, en 2005, del ex primer ministro Rafiq Hariri.
Es probable que un tribunal especial de la Organización de las Naciones
Unidas (ONU) acuse a los miembros del movimiento chiita proiraní
Hezbolá, lo que dejaría a éste y a Irán mal parados entre los árabes
chiitas, así como entre los sunitas.
En lo interno, también, los últimos acontecimientos en Túnez y
Egipto pueden crear un escozor político en Teherán. El Movimiento
Verde, que el año pasado parecía estar cerca de la muerte a
consecuencia de severas medidas del gobierno, apoyó los levantamientos
árabes como otro ejemplo del poder popular que se manifestó en Irán
luego de las disputadas elecciones presidenciales de 2009.
Los dirigentes del Movimiento Verde Mehdi Karroubi y Mir
Hossein Musavi pidieron autorización para realizar una manifestación el
14 de este mes en la Plaza de la Libertad de Teherán, "en solidaridad"
con los activistas tunecinos y egipcios.
De concederla, el gobierno se arriesgará a resucitar al Movimiento Verde. De negarse, se expondrá a que lo acusen de hipócrita.
"Si no permiten que su propio pueblo proteste, irán contra todo
lo que están diciendo, y todo lo que están haciendo en apoyo a las
protestas en Egipto (habrá sido) falso", dijo Karroubi al periódico The
New York Times en una entrevista realizada por videoconferencia el
martes, desde su casa en Teherán, donde dijo que ha estado
esencialmente bajo arresto domiciliario.
Un informe de la Agencia de Noticias Laborales de Irán
divulgado este miércoles señaló que el Poder Judicial negó el permiso
para la manifestación del próximo lunes, diciendo que quienes apoyan a
los egipcios y tunecinos deberán realizar la marcha el viernes.
Aunque elogia a los manifestantes árabes, el gobierno iraní ha
explotado la preocupación mediática por Túnez y Egipto ejecutando el
mes pasado a más de 80 personas, entre ellas a una ciudadana
iraní-holandesa, Zahra Bahrami.
Hadi Ghaemi, director de la Campaña Internacional por los
Derechos Humanos en Irán, dijo que el gobierno iraní espera que esas
severas acciones intimiden a los defensores de la democracia iraní y
eviten que salgan a las calles el próximo viernes --fecha del 32
aniversario del triunfo de la Revolución Islámica--, además del lunes.
Dada la histórica rivalidad entre persas y árabes, Ghaemi dijo
que algunos iraníes pueden sentirse motivados a acudir a la marcha
simplemente para mostrar que no son inferiores a los árabes en valentía
y convicción.
"El iraní promedio se preguntará: ‘Si los egipcios pueden hacerlo, ¿por qué nosotros no?’", planteó Ghaemi.
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