El presidente norteamericano afirmó que la renuncia del mandatario egipcio, Hosni Mubarak, "no representa el fin de la transición, sino su comienzo". Y agregó que el país que "no volverá a ser el mismo".
Desde la Casa Blanca, Barak Obama advirtió que el proceso no será fácil y que todavía quedan "días difíciles por delante".
Sin mencionar en ningún momento de su declaración la larga historia de alianzas y acuerdos que mantuvieron los distintos gobiernos de Estados Unidos a lo largo de los últimos 30 años con uno de sus aliados estratégicos en la región, Obama aseguró ahora que "el pueblo egipcio ha hablado y su voz ha sido escuchada". Reivindicó "el poder de la dignidad humana" puesto de manifiesto durante los 18 días que duró la protesta contra Mubarak y la "fuerza moral de la no violencia".
Tras la revolución pacífica comenzada el 25 de enero en la Plaza Tahrir, Obama reconoció que se deben escuchar "los ecos de la historia", como la caída del Muro de Berlín o la lucha por la independencia india de Gandhi, que han llevado a la humanidad "por el camino de la justicia".
Más adelante subrayó que el mundo "está tomando nota" de lo que ocurre en Egipto, cuyos manifestantes "han cambiado el país y, de hecho, el mundo". Horas antes a la declaración de Obama, el vicepresidente de Estados Unidos, Joe Biden, había sostenido que el cambio de poder en Egipto era un momento "crucial" en la historia de ese país y de Oriente Próximo. Desde la Universidad de Louisville (Kentucky), el vicepresidente advirtió que la transición en el país árabe debe ser un "cambio irreversible". "Desde el principio sostuvimos que el futuro de Egipto será determinado por el pueblo egipcio", insistió.
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