Argentinos y chilenos llegaron en mula al hito fronterizo de Come Caballos, a más de 5.000 metros de altura en la cordillera, para homenajear a los milicianos riojanos que hace 194 años cruzaron los Andes para arrebatarle las ciudades Copiapó y Huasco a los españoles, durante la gesta libertadora sanmartiniana.
El encuentro, del que participaron más de 200 argentinos y un grupo menor de chilenos, se realizó ayer bajo un caliente sol andino, atravesado por esporádicas neviscas, en una jornada que comenzó con temperaturas bajo cero y en la que también hubo fuerte viento con aguanieve.
La marcha empezó el sábado en el refugio Barrancas Blancas, a unos
4.000 metros de altitud en la cordillera riojana, en el que no existen
comunicaciones electrónicas.
Desde ese punto, ubicado sobre la
ruta que lleva al paso internacional de Pircas Negras, la caravana de
unas 120 mulas y algunos caballos tomó hacia el sur y recorrió el lecho
del río Salado hasta el refugio Come Caballos, acompañada por algunas
camionetas cuatro por cuatro desde caminos de montaña cercanos.
Este
segundo cruce cordillerano que organizó el gobierno de La Rioja se
realiza en memoria de los 350 milicianos que, al mando de Nicolás
Zelada y Francisco Dávila, partieron el 22 de enero de 1817 de
Guandacol, en La Rioja, para tomar Copiapó y Huasco, lo que fue posible
en febrero.
La denominada Expedición Auxiliar Zelada-Dávila se
realizó a pedido del General San Martín, con la intención de debilitar
a las fuerzas realistas y asegurar su triunfo en la Batalla de
Chacabuco al mes próximo, cuando cruzó por San Juan con el Ejército
Libertador.
El cruce, que comenzó este viernes, fue encabezado
por el gobernador de La Rioja, Luis Beder Herrera, en tanto al frente
de los expedicionarios chilenos estuvo el alcalde de Copiapó, Maglio
Ciacardini.
La travesía fue en gran medida simbólica, ya que la
expedición original comenzó en Guandacol, varios cientos de kilómetros
antes, y porque los expedicionarios chilenos no fueron directamente
desde su país hasta el hito, sino que entraron por Pircas Negras hasta
el refugio anterior, y de allí marcharon junto a los argentinos.
De
todos modos, las dos duras jornadas de marcha, siempre cuesta arriba y
soportando las polvaredas en el lecho del río casi seco, lluvias
heladas, repentinas nevadas y un sol que subía la temperatura a más de
40 grados, fueron una buena forma de expresar el patriotismo y el
homenaje a esos héroes.
La dureza del empredimiento también se
manifestó en los numerosos cuadros de "soroche", o mal de altura, que
sufrieron quienes llegaban de zonas bajas, y la cantidad de analgésicos
que entregó el equipo médico que acompañó a la caravana.
El jefe
de ese grupo, Mario Ramón Herrera, director del hospital de la
localidad de Vichina, aclaró a Télam que fueron casos leves, muchas
veces por descuido de la gente, que hacía esfuerzos indebidos o por
ingesta de alcohol o exceso de tabaco.
El trayecto también fue
oportuno para disfrutar de un desconocido paisaje de montaña,
caracterizado por cerros mayormente monocromos en tonos marrón rojizo,
que contrastan con el verde y amarillo de las vegas del Salado, que
corre como un delta de finos hilos de agua transparente, con pequeños
saltos hacia el este.
El cielo despejado es de un azul profundo
y las sombras de las nubes que lleva el fuerte viento dibujan numerosas
figuras en las laderas, salvo cuando un manto gris lo cubre todo y
anuncia prontas precipitaciones pluviales o níveas.
Los
expedicionarios le agregaban color al paisaje, con los oscuros trajes
de los gauchos argentinos, con sus adornos plateados y bordados en
tonos rojos, y los atuendos celestes de sus pares chilenos, enarbolando
ambos las banderas de sus países, y las de La Rioja y Copiapó.
También
se veían los relucientes uniformes de una guardia de Granaderos a
caballo que acompañaba a Beder Herrera, algunos uniformes verdes de
personal del Ejército y de Gendarmería, y a numerosos particulares que
lucían los ponchos riojanos y los rojos pañuelos federales que les
regalaron los organizadores.
Además de las autoridades,
participaron de la expedición numerosos invitados, organizaciones
tradicionalistas, gente vinculada a la historia y el turismo y un grupo
de senderistas que hizo "trekking" desde el refugio Come Caballo hasta
el hito del mismo nombre.
El acto de homenaje se realizó en ese
punto fronterizo, desde el cual se ven la quebrada del Salado bordeada
de las rojizas faldas en Argentina y numerosos cerros más bajos, con
colores que varían del amarillo oscuro al azul, del lado chileno.
Luego
de izar ambas banderas nacionales se entonaron los himnos de los dos
países, se intercambiaron ofrendas y, para el cierre, hubo una
invocación religiosa a cargo de un sacerdote riojano y otro de Copiapó.
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