Bohemio, dandy, extrovertido, provocador, vanguardista, inquieto, cosmopolita. Oliverio Girondo es uno de los poetas más extraordinarios que dio nuestro país. A continuación compartimos “Me importa un pito” de su genial obra, “Espantapájaros”. En este caso recitada por Darío Grandinetti en el “Lado oscuro del corazón”, que dirigió Subiela. Una obra que derrama placer.
No sé, me importa un pito
que las mujeres tengan los senos como magnolias o como pasas de higo; un
cutis de durazno o de papel de lija. Le doy una importancia igual a cero,
al hecho de que amanezcan con un aliento afrodisíaco o con un aliento
insecticida. Soy perfectamente capaz de soportarles una nariz que sacaría
el primer premio en una exposición de zanahorias; ¡pero eso
sí! -y en esto soy irreductible- no les perdono, bajo ningún
pretexto, que no sepan volar. Si no saben volar ¡pierden el tiempo
las que pretendan seducirme!
Esta fue -y no otra- la razón de que me
enamorase, tan locamente, de María Luisa.
¿Qué me importaban
sus labios por entregas y sus encelos sulfurosos? ¿Qué
me importaban sus extremidades de palmípedo y sus miradas de pronóstico
reservado?
¡María Luisa era una verdadera pluma!
Desde el amanecer volaba del dormitorio a la cocina, volaba de comedor a la despensa. Volando me preparaba el baño, la camisa. Volando realizaba sus compras, sus quehaceres...
¡Con qué impaciencia yo esperaba que volviese, volando, de algún paseo por los alrededores! Allí lejos, perdido entre las nubes, un puntito rosado. "¡María Luisa! !María Luisa!"... y a los pocos segundos, ya me abrazaba con sus piernas de pluma, para llevarme, volando, a cualquier parte.
Durante kilómetros de silencio planeábamos una caricia que nos aproximaba al paraíso; durante horas enteras nos anidábamos en una nube, como dos ángeles, y de repente, en tirabuzón, en hoja muerta, el aterrizaje forzoso de un espasmo.
¡Qué delicia la de tener una mujer tan ligera..., aunque nos haga ver, de vez en cuando, las estrellas! ¡Qué voluptuosidad la de pasarse los días entre las nubes... la de pasarse las noches de un solo vuelo!
Después de conocer una mujer etérea, ¿puede brindarnos alguna clase de atractivos una mujer terrestre? ¿Verdad que no hay una diferencia sustancial entre vivir con una vaca o con una mujer que tenga las nalgas a setenta y ocho centímetros del suelo?
Yo, por lo menos, soy incapaz
de comprender la seducción de una mujer pedestre, y por más
empeño que ponga en concebirlo, no me es posible ni tan siquiera
imaginar que pueda hacerse el amor más que volando.
Poeta argentino, Oliverio Girondo nació en Buenos Aires en 1891, en el seno de una familia adinerada que le procuró una esmerada educación en importantes centros educativos europeos.
Estudió Derecho, y muy pronto, a raíz de sus contactos con los poetas exponentes de la vanguardia europea, publicó en 1922 su primer libro de poemas, «Veinte poemas para ser leídos en el tranvía», sin duda uno de sus libros más famosos. Luego llegó Calcomanías en 1925, Espantapájaros en 1932, poemario excepcional, que no fue bien acogido por la crítica conservadora por considerarlo inmoral. Persuasión de los días en 1942, Campo nuestro en 1946 y En la masmédula en 1954, obra que constituye en su trabajo más audaz en el campo de la poesía.
Al iniciarse la década de los años cincuenta, guiado por su interés en las artes plásticas, incursionó en la pintura con una marcada tendencia surrealista, gracias a su profundo conocimiento de la pintura francesa.
En 1961 sufrió un grave accidente que le disminuyó sus condiciones físicas. En 1965 viajó por última vez a Europa y a su regreso a Buenos Aires, falleció el 23 de enero de 1967, un día como hoy.
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