Miles de personas volvieron a darse cita en La Rural para despedir a los "gladiadores" que resistieron 9.500 kilómetros de desafíos durante las dos semanas del tercer Rally Dakar Argentina-Chile.
Se trató del más exigente recorrido desde que la competencia recaló en estas tierras en 2009, después de dejar Africa por la amenaza de atentados terroristas.
Prueba de la dureza que tuvo la prueba es que llegaron casi la mitad de
los que largaron: sólo 204 máquinas de las 406 que habían dejado la
rampa montada a los pies del Obelisco para iniciar una travesía de 13
etapas, que incluyó el cruce de los Andes, primero por el Paso de Jama, a
4.800 metros de altura, y luego por el de San Francisco, en el
reingreso a la Argentina.
Festejaron título el qatarí Nasser Al
Attiyah (Volkswagen Touareg Race 3) en autos, el español Marc Coma (KTM)
en motos, el argentino Alejandro Patronelli (Yamaha) en cuatriciclos y
el ruso Vladimir Chagin (KAMAZ) en camiones.
Pero no sólo los
campeones festejaron porque la mayoría de esos competidores, de los
cuales 25 fueron argentinos, tuvo el gran mérito de llegar a la meta, de
haber soportado esos kilómetros en los que tuvieron que sortear todo
tipo de dificultades. En el camino quedaron 83 autos, 76 motos, 27
camiones y 16 cuatriciclos.
Alejandro Patronelli, quien retuvo el
campeonato en cuatriciclos para la Argentina, el mendocino Sebastián
Halpern (Yamaha), quien cerró un brillante 1-2 en esa categoría, Javier
Pizzolito (Honda 450) en motos, el mejor local clasificado en el puesto
19no., Lucio Alvarez (Subaru), quien le dio la mayor alegría al país en
las cuatro ruedas con un puesto 15to en la general, y el gran ejemplo de
entereza y perseverancia que dieron Emiliano Spataro (37mo.) y Juan
Manuel Silva (46to.), sobre un buggie en solitario, fueron motivos más
que suficientes para festejar.
Minutos antes del mediodía, las
tribunas de La Rural explotaron cuando el mayor de los Patronelli subió
al podio montado en su cuatriciclo Yamaha Raptor 900, enfundado en una
bandera argentina y regalando piruetas al público, sin dejar de hacer
gestos de agradecimiento.
El chileno Francisco “Chaleco” López
(Aprilia) fue uno de los más aplaudidos en las dos ruedas. Por la
proximidad con el país trasandino, por un lado, y por sobre todas las
cosas por la mala fortuna que tuvo el piloto cuando sólo le faltaban un
puñado de kilómetros para llegar tercero, cuando un problema mecánico lo
relegó al cuarto lugar en los últimos minutos.
Luego llegó el
turno del francés Cyril Despres (KTM), quien no pudo revalidar el título
y se tuvo que contentar con un segundo puesto. Histriónico como pocos,
hizo lo posible para demostrar que estaba muy feliz y que poco le
importaba que su compañero y archirrival, el español Marc Coma (KTM),
hubiera resultado ganador.
Al francés no le faltó nada y mientras
Coma saludaba en el podio, feliz pero medido, él se dedicó a hacer
piruetas con la moto, y hasta subió al director deportivo de Volkswagen,
Kris Nissen, a quien llevó a dar un par de vueltas, que incluyeron dos
saltos por la rampa del podio. Despres no se habrá llevado el premio más
grande, pero sí le robó la atención al campeón.
Los himnos de
Francia, Chile y Argentina, entonados por Pedro Aznar y Jairo,
preanunciaron la llegada del ganador en autos, Nasser Al Attiyah, quien
entró sentado en el capot de la Touareg empuñando una bandera de Qatar,
mientras su navegante lo conducía al podio.
Detrás del auto del
qatarí, se encolumnaron todos los integrantes del equipo alemán portando
las banderas de la casa de Wolfburgo, que una vez más y por tercer año
consecutivo celebraron el 1-2-3, logrado por el campéon, el sudafricano
Giniel De Villiers y el español Carlos Sainz, quien venía por su segundo
Dakar pero se tuvo que conformar con un tercer puesto.
Al
Attiyah, fiel a su estilo, derrochó simpatía, subió al techo del auto
junto a su navegante y a Kris Nissen y festejaron con el trofeo en alto.
Más tarde, el flamante campeón, con premio en mano, corrió al trote alrededor de las tribunas que rodean el podio.
Después
de los autos de punta, llegó el turno de los camiones con Chagin a la
cabeza y más tarde los autos que terminaron relegados, pero culminaron
al fin.
A las 14.00, el cielo se encapotó y anunció la tormenta,
que al desatarse ahuyentó a los desprevenidos, pero no inmutó a los que
llevaron paraguas.
Spataro y Silva subieron al podio. No podía
ser de otra manera, el dúo argentino que vivió mil peripecias a bordo de
los buggies fue despedido por el Dakar bajo una lluvia torrencial.
El
objetivo estaba cumplido, el Dakar terminado y ellos, doloridos y más
flacos, con la inmensa alegría de haber llegado, de haber cumplido.
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