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Dilma y su hija en el coche descapotado
Camara fotoAMPLIARDilma y su hija en el coche descapotado
01/01/2011 - Asumió la primera presidenta en la historia de Brasil

Rousseff: "La lucha más obstinada de mi gobierno será erradicar la pobreza extrema"

La presidenta Dilma Rousseff asumió ayer el cargo como sucesora del presidente Luiz Inácio Lula da Silva y afirmó que "la lucha más obstinada" de su gobierno será la erradicación de la pobreza extrema y la mejora de la calidad de la educación, la salud y la seguridad.

En una jornada marcada por la lluvia que por momentos opacó las ceremonias de asunción y la emotividad por la despedida del presidente más popular de la historia del país, Rousseff trazó las líneas de su futuro gobierno en base a "preservar y ampliar" las conquistas alcanzadas en los últimos ocho años de gobierno.

En ese compromiso, se destacó la promesa de erradicar la miseria durante su mandato y transformar a Brasil en un país de "clase media sólida y emprendedora", segmento social que por primera vez se convirtió en la mayor franja social (50,5 por ciento de la pirmámide poblacional) durante el gobierno de Lula da Silva.

"Mi lucha más obstinada será por la erradicación de la pobreza extrema y por la creación de oportunidades para todos. No descansaré mientras haya brasileños sin alimentos sobre la mesa, familias desprotegidas en la calle y niños pobres abandonados a la propia suerte", dijo Rousseff en su discurso en el Congreso.

La flamante presidenta prometió tras jurar al cargo ante decenas de mandatarios y representantes extranjeros que su gobierno va a "honrar a las mujeres, proteger a los más frágiles y gobernar para todos", en un reiterado énfasis en la lucha contra la miseria y las desigualdades sociales.

Junto a la lucha contra la pobreza, Rousseff aseguró que también será prioridad en sus cuatro años de gobierno "mejorar los servicios públicos de salud, educación y seguridad", en un discurso de 45 minutos que dio flanqueada por su vicepresidente Michel Temer y del titular del Senado y ex presidente José Sarney, ambos del aliado Partido del Movimiento Democrático brasileño.

Las ceremonias comenzaron bajo una intensa lluvia que obligó a Rousseff a abordar un antiguo automóvil cubierto, en lugar del descapotado previsto, para encabezar el tradicional desfile por la explanada de los ministerios del eje central de Brasilia.

Unas 30 mil personas, según estimaciones de los distintos medios brasileños, en su mayoría militantes del Partido de los Trabajadores y de organizaciones sociales y políticas afines, acompañaron no obstante el paso de la mandataria desde la Catedral hasta el Congreso.

Allí, la nueva gobernante también prometió impulsar una reforma política y un cambio en la legislación tributaria, al tiempo que aseguró que, en el campo económico, mantendrá como prioridad el énfasis en la responsabilidad fiscal y en la estabilidad monetaria.

"La inflación desorganiza la economía", advirtió la presidenta, quien prometió que "no permitiremos que esta plaga vuelva a corroer nuestro tejido económico".

La mandataria tuvo definiciones en el campo político al reiterar su llamamiento a la unión nacional -tal como hizo al triunfar en las urnas el 31 de octubre- al señalar su disposición a "tender la mano" a los partidos de la oposición y a todos los sectores y organizaciones de la sociedad.

En esa intención de disipar temores generados durante la campaña electoral, en particular a los referidos al apoyo a una supuesta legislación que limite la libertad de expresión, Rousseff aseguró que prefiere "el ruido de la prensa libre al silencio de las dictaduras".

También refrendó su voluntad de continuar el rumbo de la política externa adoptada por Lula y otorgar prioridad a las relaciones de Brasil "con nuestros vecinos sudamericanos", dar "consistencia al desarrollo del Mercosur y de la Unasur" y reforzar los lazos con las naciones caribeñas y de los "hermanos africanos".

Según Rousseff, los brasileños deben "asociar su desarrollo económico, social y político a nuestro continente", para "convertir nuestra región en una parte esencial del mundo multipolar que se anuncia".

Además, la flamante mandataria se comprometió a realizar un gobierno dedicado a la causa medio ambiental: "Considero como una misión sagrada demostrarle al mundo que es posible que un país crezca aceleradamente sin destruir el medio ambiente".

Uno de los momentos de emoción para Rousseff se produjo cuando, entre lágrimas, dijo que llega "sin arrepentimientos, tampoco resentimiento ni rencor" al recordar su pasado militante y dedicar su conquista a los muertos por la represión de la dictadura: "comparto con ellos esta conquista y les rindo mi homenaje", dijo la mandataria de 63 años.

Rousseff, quien fue presa y torturada en la década del 70 durante el régimen militar, recordó que su generación dedicó su juventud "al sueño de un país justo y democrático".

Las lágrimas volverían momentos después cuando subió la explanada del Palacio del Planalto, con una multitud a su espalda que la vivaba desde la Plaza de los Tres Poderes, para recibir de manos de su mentor político Lula da Silva la franja presidencial verde amarilla que cruzó sobre su pecho.

Ambos saludaron a la multitud tomados de la mano, tras lo cual el presidente más popular de Brasil desanduvo los pasos que hizo el 1 de enero de 2002 por la misma explanada para saludar con lágrimas en los ojos a la gente que lo esperaba en la calle, antes de retirarse del lugar.

En su segundo discurso como presidenta, la mandataria calificó a su antecesor como "el más grande líder popular que ha tenido este país" y destacó "tener el honor de su apoyo, el privilegio de su convivencia, haber aprendido de su inmensa sabiduría son cosas que una se guardará por toda la vida".

Desde el parlatorio del Planalto, la mandataria llamó a la "unión de todos para el crecimiento del país" al entender que esa es la única manera posible de "crear mejores oportunidades para todos" .


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