La actuación de Gustavo Grobocopatel en una sala de conciertos suscita una comprensible curiosidad; en la vida unidimensional que uno imagina o prejuzga en un poderoso empresario de la soja se abre de golpe una faceta lírica impensada.
Hace 25 años que Grobocopatel viene estudiando con Lucía Maranca, cantante, pianista y prestigiosa maestra de varias generaciones de músicos locales.
Grobocopatel es tenor, pero no un tenor de gran caudal. Cuesta imaginarlo en un teatro de ópera, incluso como tenor ligero. Lo suyo es el canto de cámara y, a juzgar por lo que se oyó el viernes en La Scala de San Telmo, el folclore.
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