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César y Raúl Molaro al poco tiempo de haber sido ordenados sacerdotes. Hoy festejan 50 años cada uno.
Camara fotoAMPLIARCésar y Raúl Molaro al poco tiempo de haber sido ordenados sacerdotes. Hoy festejan 50 años cada uno.
07/12/2010 - Sacerdotes gemelos

100 años de sacerdocio en Paraná

El 18 de diciembre, en Paraná, Argentina, el presbítero César Molaro, sacerdote agregado de la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, celebrará sus bodas de oro sacerdotales, al igual que su hermano gemelo Raúl, del Instituto de Sacerdotes Diocesanos de Schoenstatt. La celebración tiene un lema "Cien años de sacerdocio, salvadores con Jesús".

Nacidos en una familia sencilla, de nueve hermanos, ambos gemelos sintieron la  vocación sacerdotal, estudiaron en el mismo seminario y prestan su servicio sacerdotal en la arquidiócesis de Paraná.

En una entrevista que les hizo la agencia Zenit, el presbítero César Molaro comentó: “En 1947, estuvimos en la Acción Católica del Seminario Viejo, y a fin de año, el padre Marcos Kemerer nos preguntó si queríamos entrar al Seminario. Así fue como entramos en marzo de 1948”.

Tras perder a dos hijas con pocos meses de vida, su madre había prometido: “Si Dios me da hijos varones, los consagraré para que sean sacerdotes”. “A pesar de la promesa que hizo antes de que naciéramos –recuerda-, a nuestra madre le costó mucho que nos fuéramos al seminario. Y antes de tener sotana, desde el primer año de Filosofía, todas las vacaciones nos decía: "Quédense". El día de la ordenación, ella lloró de emoción durante toda la ceremonia, y luego se sentía feliz y orgullosa. Yo pensé siempre cómo nos ayudaron las oraciones y el apoyo de nuestros padres y hermanos en la fidelidad al ministerio sacerdotal. Siempre pienso que la familia es fundamental para la fidelidad y la perseverancia en el ministerio”.
 
¿Qué es ser sacerdote?

 Ser sacerdote es una gracia, un llamado de Dios. Es una participación del sacerdocio de Jesucristo… O sea, hacer las veces de Jesús, ser salvadores con Jesús.

¿Cómo se acercó al Opus Dei?

“En los años difíciles después del Concilio, en la parroquia e Instituto Técnico Santa Elena, aunque al principio rezaba mucho (estuve del año 65 al 78), después del año 1968 ó 1970, dejé de rezar por la actividad, y sentía un gran vacío interior. En septiembre del año 1976, fui a un retiro convocado por el obispo, que predicó un sacerdote del Opus Dei: Fernando Lázaro. Luego, cada mes él venía de Buenos Aires a visitarme, como también a muchos otros sacerdotes de la diócesis, y un día me invitó a entrar en el Opus Dei.

Con los años, he visto que el Opus Dei te cuida y cuida el sacerdocio. Cada semana tenés la charla fraterna (dirección espiritual), la confesión y una reunión de formación. No te impone nada, y te exige cada vez más en la vida espiritual, con todas sus exigencias. No hay una doble obediencia: al obispo y al Opus Dei. Uno sigue siendo sacerdote diocesano y no religioso (los del Opus Dei no son religiosos) y con obediencia únicamente al obispo.
 
Tuve la gracia de asistir en 1992 a la beatificación de monseñor Escrivá. Aunque lo deseaba, no iba a ir a la canonización porque me habían operado del estómago el 17 de mayo del 2002, y la canonización era el 6 de octubre. Finalmente, viajé y en el avión iba un sacerdote cuidándome, y en la canonización, el mismo vicario del Opus Dei en la Argentina estaba al lado mío cuidándome. Realmente, como decía el fundador del Opus Dei, es un buen lugar para vivir y para morir. Me alegra recordar que dos veces pude ir a Roma y ver al Papa y al Prelado del Opus Dei, ir al centro de la catolicidad, vivir la universalidad de la Iglesia: fieles de todas partes del mundo que participaban de la beatificación y de la canonización de san Josemaría.

Preguntado sobre la perseverancia en el matrimonio y en el sacerdocio, el padre César contesta que “en el sacerdocio, hay uno que no falla, y es Jesús. Si uno se mantiene fiel a las normas de piedad, es obediente, y acepta las cruces queriendo hacer la voluntad de Dios, con su gracia persevera en la fidelidad. A mí me alegra y doy gracias a Dios, cuando hay fieles que me dicen: "Gracias por su fidelidad".

Afirma que después de Jesús, la Santísima Virgen María ocupa un lugar primordial en la vida de un sacerdote. “Es la madre de Jesús y nuestra madre que cuida especialmente de sus hijos sacerdotes. Si uno se entrega a la Santísima Virgen, puede andar mal… pero la Virgen no lo deja. ¡Qué importante es el confiar en ella!”
“Recuerdo que una vez fui a la basílica de la Virgen de Luján a pedirle a la Virgen por mi sacerdocio. Tuve oportunidad de tocar y estar muy cerca de la Virgen de Luján, cuando vino por primera vez el papa Juan Pablo II, en medio de la crisis de las Malvinas. Cada día descubro nuevamente qué importantes son las tres avemarías, el rezo del santo rosario, el escapulario… en fin, sentirnos hijos de María.


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