30/11/2010 - Presentaron informe en Chile

Según CEPAL, bajan pobreza e indigencia en América Latina

La pobreza e indigencia caerán este año 1 y 0,4 puntos en América Latina en relación con 2009, por lo que los pobres de la región sumarán 180 millones, de los cuales 72 millones estarán en situación de indigencia, según el Panorama Social de la CEPAL, presentado ayer en Santiago.

El informe destacó que a pesar de las repercusiones que la crisis global tuvo en la región, en 2009 la pobreza aumentó un décimo de punto (de 33% a 33,1%).

"En consecuencia, existe optimismo en que la región estaría retomando la tendencia a la reducción de la pobreza que despegó en 2003", dijo la secretaria ejecutiva de la Comisión Económica de la ONU para América Latina y el Caribe, la mexicana Alicia Bárcena.

Los países de la región "muestran una resiliencia en las variables sociales que no se había registrado en crisis precedentes", dijo la funcionaria, y acotó que en la mayor parte de los nueve países estudiados en el informe, la pobreza bajó.

En efecto, agregó, descendió en Brasil de 25,8% a 24,9% de 2008 a 2009; en Paraguay, de 58,2% a 56%; en República Dominicana, de 44,3% a 41,1% y en Uruguay de 14% a 10,7%.

También bajó entre 2006 y 2009 en Argentina, de 21% a 11,3%, y en Chile, de 13,7% a 11,5%.

En Venezuela se dio la mayor caída, de 48,6 a 27,6% entre 2002 y 2006, mientras la indigencia en el país disminuyó de 22,2 a 9,9%.

En cambio, en Costa Rica subió de 2008 a 2009, de 16,4% a 18,9%, y en Ecuador de 39% a 40,2%.

En México, la pobreza también subió, de 31,7% en 2006 a 34,8% en 2008.

Para Bárcena, "se aprendió la lección del costo social de la crisis" que hacía que las variables sociales se demoraran más en recuperarse que las económicas.

A diferencia de otras crisis, varios gobiernos adoptaron diversas políticas contra cíclicas en el ámbito laboral y social y la mayoría de los países aumentó la inversión pública, cuyo incremento se viene observando desde 1990 y va dirigido a las áreas de seguridad y asistencia social, seguidas por la educación.

La secretaria ejecutiva de la CEPAL observó también que "la crisis no detuvo el impulso de la lucha contra la desigualdad que se manifiesta en América Latina desde 2002".

La combinación entre el aumento en los ingresos laborales de los hogares pobres y las transferencias públicas orientadas a aminorar el impacto de la crisis permitió reducir la desigualdad en la región.

Asimismo, la distribución del ingreso se mantuvo estable en 2009, por lo que el balance neto de los últimos siete años sigue siendo positivo para la mayoría de los países.

Sin embargo, el Panorama Social de América Latina observó que la desigualdad se reproduce a lo largo del ciclo de vida de las personas, especialmente entre su nacimiento y los 29 años.

"Las sociedades igualitarias son las que apuestan más fuerte por logros y aprendizajes educacionales para todos los grupos sociales", sostuvo el informe.

La educación es, por tanto, "uno de los factores principales que permite revertir estas desigualdades de origen (familiar o territorial) e igualar las oportunidades de bienestar y productividad para el conjunto de la sociedad", agregó.

En la región, en promedio, 49% de los hombres y 55% de las mujeres de entre 20 y 24 años completaron su educación secundaria. En zonas rurales, esas cifras sólo alcanzan a 26% de los hombres y 31% de las mujeres, y entre jóvenes indígenas a 22% y 20%, respectivamente.

Según la CEPAL, esto demuestra con elocuencia dramática la reproducción intergeneracional de la exclusión y la desigualdad.

Aunque en América Latina se verificó entre 2002 y 2009 una caída significativa de la pobreza infantil, continúa afectando proporcionalmente más a los niños y adolescentes que a otros grupos de la sociedad.

El documento muestra que la desigualdad persistente en los países se debe a la alta concentración de la pobreza en las primeras etapas de la vida, el alto peso de las transferencias familiares hacia la infancia y el mayor peso de las transferencias públicas hacia las generaciones adultas, combinado con la baja eficacia de los sistemas educativos, factor clave para revertir desigualdades de origen.