En la zona del valle del río Omo, en Etiopía (África Oriental), viven hasta 50 tribus diferentes ancladas en modos de vida ancestrales. Motivo por el que esa región del planeta ha sido declarada por la UNESCO Patrimonio Cultural de la Humanidad. De todos estos grupos humanos hay dos que destacan especialmente por su curioso aspecto físico: los mursi (debido a la elefantiásica deformación del labio inferior que lucen sus mujeres) y los bodi.
Nosotros vamos a centrarnos en estos últimos. Porque si, en líneas generales, los varones de todas las tribus del valle del Omo son esbeltos, fibrosos y musculados, los hombres bodi destacan por todo lo contrario: por su obesidad.
Las mujeres bodi son célebres por su grácil belleza. Finas, delgadas, con grandes y expresivos ojos y de aspecto muy delicado. Los varones, en cambio, son hombres muy gruesos y grasientos. Los antropólogos llevan años estudiando los rituales de las tribus de la zona.
Los kamer, por ejemplo, hacen que sus muchachos salten por encima de un grupo de reses alineadas para simbolizar el paso de la adolescencia a la madurez. Pero los bodi les ganan en originalidad. Con la llegada del mes de junio escogen al miembro más destacado de la tribu. Que no será el más fuerte ni el más inteligente, sino el más gordo.
Los bodi son de por sí una gente curiosa, seminómadas que adoran a su ganado por encima de cualquier cosa. Hasta el punto de que incluso hablan con sus reses, y llegan a cantarles canciones, según relata el fotógrafo francés Eric Lafforgue.
En un momento determinado del año, los varones de la tribu sienten el deseo de optar a un puesto respetable en su grupo social, y entonces empiezan a engordar.
Por eso, durante un período que varía entre tres y seis meses, siguen una dieta hipercalórica, a base de sangre de vaca mezclada con leche, que les hace duplicar, y en algunos casos hasta triplicar, su peso corporal.
Cuando llega el día señalado para la elección del nuevo soberano, la aldea se convierte en un festival. Todo comienza con una fiesta en la que los hombres bailan moviendo sus flácidas carnes. Luego, son exhibidos, se les mide la circunferencia del abdomen y se les pesa cuidadosamente. El vencedor, además de ser proclamado rey por un día, será recompensado con la mano de la doncella más bella de la tribu.
¿Pero cuál es la causa de este culto a la gordura masculina? A diferencia de la mayoría de sus tribus vecinas, los bodi no son, ni cazadores, ni guerreros. Por tanto, no necesitan un cuerpo esbelto y atlético para conseguir el sustento diario. “Estar gordo es un símbolo de estatus”, explica Eric Lafforgue, “de que se poseen muchas vacas y que, por tanto, hay capacidad para alimentar a la familia. Por eso, el hombre más obeso es codiciado. Se le considera el más poderoso”.
Evidentemente, este proceso rápido de engorde causa en estos hombres serios problemas de salud. Los niveles de colesterol y las afecciones cardiovasculares son altísimas entre los miembros masculinos de la tribu.
“Es probable que esta costumbre desaparezca dentro de algunos años”, se atreve a vaticinar Lafforgue. “La aparición de médicos cooperantes en la zona está tratando de introducir poco a poco hábitos más saludables de vida, y vemos que hay algunos jóvenes que, tras la ceremonia y una vez contraído matrimonio, intentan adelgazar y lograr una buena forma física. Eso era impensable en esta cultura hace algunos años”.
Otro rasgo de cambio es que, además del pastoreo, que hasta hace poco era su único medio de vida, los bodi están empezando también a dedicarse tímidamente a la agricultura, que les está volviendo más sedentarios. ¿Acabarán abandonando el nomadismo? Es pronto para aventurarlo. Mientras tanto, la tribu sigue con su vida habitual, cantándole a sus vacas y buscando nuevos pastos.
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