El ex dictador y uno de los mas cruentos asesinos de la última dictadura militar Emilio Eduardo Massera murió ayer por la tarde inimputable por miles de delitos de lesa humanidad cometidos durante el período en que usurparon el poder entre el 24 de marzo de 1976 y el 10 diciembre de 1983.
"Paro cardiorrespiratorio no traumático" fue el motivo de la muerte del
anciano represor que señalaron los médicos del Hospital Naval al
comunicar el fallecimiento a los juzgados que lo tenían imputado y
atribuyeron esa falla cardiaca a un accidente cerebro vascular (ACV) que
había sufrido la semana anterior.
De acuerdo a las normas
procesales cuando ese certificado de defunción llegue a cada uno de los
juzgados en los que estaba imputado, los magistrados deberán dictar la
extinción de la acción penal por muerte y el consiguiente sobreseimiento
del ex dictador.
Paradójicamente quien fue considerado el
principal "cerebro" del terrorismo de estado hoy encuentra la muerte
tras haber sido declarado inimputable por juntas de expertos que
concluyeron que los jueces estaban impedidos de actuar porque Massera no
estaba en condiciones mentales de afrontar un nuevo proceso.
El
"Almirante Cero", como lo llamaban sus subordinados en los centros
clandestinos de detención donde se torturaba embarazadas, se robaban
bebés, se sometía a vejámenes a prisioneros antes de matarlos o de
arrojarlos al mar desde aviones en vuelo y se apoderaban de sus bienes;
no pudo escuchar una nueva sentencia que lo condenase.
Hace cinco
lustros el octogenario dictador escuchó al camarista Carlos León
Arslanian anunciarle que lo habían condenado -junto a Jorge Rafael
Videla- a prisión perpetua; fue al término del histórico juicio a las
juntas militares del autodenominado "Proceso de Reorganización
Nacional".
Las leyes de impunidad (obediencia debida y punto
final) y los indultos dictados por el ex presidente Carlos Menem lo
volvieron nuevamente a las calles, a disfrutar de la libertad que les
había negado a millares de jóvenes hombres y mujeres.
La
derogación y declaración de "nulidad insalvable" de esas leyes y de los
perdones presidenciales provocaron la reapertura de decenas de causas y
Massera volvió a ser señalado como el jefe naval más emblemático del
terrorismo de estado, el responsable máximo del horror y la muerte en
esos años.
Esta vez su deteriorada salud física y mental fue el
obstáculo que encontró la justicia para volver a sentarlo en el
banquillo de los acusados, en el mismo sitial donde muchos de sus ex
camaradas de armas fueron condenados a prisión perpetua que cumplen en
establecimientos del Servicio Penitenciario Federal.
Juntas de
peritos y profesionales médicos constataron que el deterioro neuronal
del otrora poderosísimo jefe naval era tal que le impedía sentarse
frente a los jueces para afrontar un proceso; su estado de salud era
"altísimamente delicado" y su muerte se consideraba a cada momento más
previsible.
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