El colapso financiero y político de 2001 multiplicó en Argentina la cantidad de empresas abandonadas en un mar de deudas por sus dueños, muchas de las cuales luego fueron reactivadas por sus trabajadores. Hoy, con la economía ya en expansión, la autogestión se afianza como alternativa.
Por Marcela Valente, para IPS
Las empresas recuperadas
por el sistema de autogestión ya suman 205 y sus trabajadores son
9.362, según un estudio publicado este mes. Datos que revelan un
notable crecimiento respecto de 2004, cuando sumaban 161 las unidades
con 6.900 operarios.
¿Cómo es que un fenómeno que emergió como una tabla de
salvación tras el colapso económico de 2001, en lugar de apagarse crece
y se afianza en épocas de bonanza?", preguntó IPS al coordinador de
esta investigación, Andrés Ruggeri.
"Los trabajadores aprendieron que la autogestión es una
alternativa posible para poner la empresa a producir. Eso antes era
impensable, pero ahora la experiencia se incorporó a su caja de
herramientas como una salida viable", respondió.
La investigación, titulada "Las Empresas Recuperadas en la
Argentina. 2010", fue realizada por un vasto equipo de estudiantes
voluntarios del Programa Facultad Abierta de la estatal Universidad de
Buenos Aires coordinados por Ruggeri.
El objetivo fue aportar datos para la elaboración de políticas
que consoliden y mejoren la autogestión de los trabajadores, se explica
en el propio trabajo, que consistió en un profundo cuestionario en las
empresas gestionadas colectivamente.
Si bien en la historia argentina hay antecedentes de empresas
quebradas que fueron luego reabiertas por los operarios, eran casos
aislados. Pero con la crisis económica, que tuvo su punto más crítico a
fines de 2001, se propagaron en los más diversos rubros.
En ese crecimiento de las empresas autogestionadas aparece una
gran variedad de actividades, como fábricas de alimentos, metalúrgicas,
textiles, frigoríficos, fábricas de calzado, de plástico, de cerámica,
vidrio, caucho, empresas gráficas, de transporte, gastronómicas, de
salud y hasta un hotel de cinco estrellas.
Son producto de la fuga de empresarios que desaparecían de la
noche a la mañana dejando tras de sí cuantiosas deudas y fábricas
vaciadas, en muchos casos en forma fraudulenta. Muchas de esas empresas
ahora volvieron a producir y hasta lograr exportar de la mano de los
trabajadores que habían quedado sin empleo y con decena de salarios
impagos.
Los trabajadores, en su mayoría, forman cooperativas y deciden
en asambleas el destino y la gestión de las firmas, mientras reciben
asesoramiento y apoyo de otras empresas recuperadas y también del
Estado. Otros países latinoamericanos viven experiencias similares.
Según el programa, hay 69 fábricas recuperadas en Brasil, una treintena
en Uruguay, 20 en Paraguay y cada vez más en Venezuela. También
comienzan a verse casos en España, anticipó Ruggeri.
Los investigadores señalan que en el contexto de la
recuperación económica muchos creyeron que estas unidades habían
mermado y que sólo sobrevivían como testimonio de una época. "Nada más
lejos de la realidad", advirtió Ruggeri.
Aun en un contexto de crecimiento, hay numerosas empresas que siguen
cayendo en la quiebra, a veces como un recurso para empezar un nuevo
proyecto en otro lado. Pero los empleados quedan varados y muchos ya no
son tan jóvenes como para ser absorbidos por el mercado laboral,
explicó.
"Las empresas recuperadas son una realidad consolidada del panorama
laboral, económico y social del país y han llegado para quedarse y
seguir creciendo", concluye el estudio. Tienen dificultades, pero sus
potencialidades son enormes.
Un caso ilustrativo no relacionado con la crisis de 2001 es el de la
empresa Global, de productos de látex, principalmente globos de
cotillón, que se declaró en quiebra en 2004. Sus dueños se llevaron las
máquinas y se desentendieron de sus 80 empleados.
Para 2005, muy rápidamente, Global se había transformado en "La Nueva
Esperanza", una cooperativa donde trabajan 32 operarios. Uno de ellos
es Domingo Palomeque, de 50 años, quien hace 26 trabaja en esta fábrica
de la oriental provincia de Buenos Aires. Pero ahora lo hace como socio
de sus compañeros de labor.
"Primero formamos la cooperativa y después recuperamos las máquinas que se las habían robado", contó Palomeque a IPS.
En el informe universitario, los problemas más mencionados por
estas empresas es la falta de financiamiento para adquirir materias
primas, maquinaria o incorporar personal especializado. También se
mencionan problemas de inserción en el mercado.
La Nueva Esperanza no es la excepción. "Crédito", dice concluyente
Palomeque cuando se le pregunta qué les hace falta. "Necesitamos
comprar máquinas automáticas, no para reemplazar gente sino para ser
más competitivos", explicó.
Los productos de esta cooperativa compiten hoy en desventaja
en el mercado local con los que se importan de Malasia o Singapur.
"Antes eran más baratos, pero últimamente ya no", advirtió.
A pesar de estas dificultades, encontraron el modo de mantener
su inserción en el mercado doméstico y también exportar. Según el
informe, 15 por ciento de las firmas recuperadas colocan parte de su
producción en mercados externos y 60 por ciento de ellas se cree que
también podrían hacerlo.
La cooperativa La Nueva Esperanza encontró un atajo propio.
"Es algo que inventamos nosotros, le vendemos a Brasil, a Paraguay, a
Chile y a Uruguay, pero no exportamos sino que los clientes fijan un
domicilio en provincias argentinas vecinas a sus países".
Para este trabajador, no hay vuelta atrás. Al contrario,
tienen miras. "Nuestra meta es avanzar, incorporar nuevas máquinas,
personal y seguir creciendo", declara.
Las empresas recuperadas tienen distintos tamaños. Así, 75 por
ciento de ellas ocupan menos de 50 trabajadores, son escasas las que
ocupan más de 100 y apenas 2,3 por ciento son las que superan los 200
operarios.
La investigación reclama una política coherente que las apoye. "El
Estado debería ser más activo, pero actúa de manera errática porque
tiene una concepción errónea de que esto es un fenómeno transitorio",
señaló.
"Debe fortalecerlas porque son unidades productivas que
crecen, con fuentes de trabajo genuinas, no precarias ni informales. Se
trata de trabajadores que se reacomodan por su propia cuenta", remarcó.
En los últimos años, el Estado dio algunos pasos a favor de
estas unidades. A través del Ministerio de Trabajo otorgó más de un
millón de dólares en subsidios, pero no se trata de una financiación
sistemática. Sin eso, las empresas recuperadas "están condenadas a
mantenerse en un umbral de subsistencia", concluyó el informe.
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