La llamada "Conquista del Desierto", que afianzó al Estado argentino en las regiones pampeana y patagónica a fines del siglo XIX y anexó millones de hectáreas arrebatadas a pueblos originarios, se encuentra poco estudiada y surcada por prejuicios y versiones intencionadas, según un libro publicado recientemente en Buenos Aires.
"Literatura en tránsito. La narrativa expedicionaria de la Conquista del Desierto" (Prometeo), de la investigadora argentina Claudia Torre, analiza con agudeza el "corpus" de obras más destacadas sobre el tema, con fuentes de primera mano y relatos testimoniales.
"La Expedición al Río Negro encabezada por Julio Argentino
Roca se realizó entre abril y julio de 1879. El ejército estaba
constituido por 6.000 hombres y 'redujeron' a más de 14.000
indios", dice la autora, aunque en rigor la "Campaña", en su
fase de propaganda había arrancado al menos un año antes en
ámbitos parlamentarios y de opinión y se extendió hasta 1885 con
la captura del cacique Valentín Saihueque.
Obras de autores de la época como los militares Alvaro Barros, Santiago Arcos, José Daza, Ignacio Fotheringam, Ramón Lista, Lucio V. Mansilla y fragmentos del propio Roca, así como de científicos, periodistas y expertos ligados al Ejército, como Alfred Ebelot, Francisco Pascasio Moreno y Remigio Lupo, entre otros, son cotejadas y puestas en diálogo por Torre.
También alude y confronta con un libro fundacional, que marcó por años cierta perspectiva sobre el tema, "Indios, Ejército y Frontera", publicado en 1982 por el escritor y crítico argentino David Viñas.
La autora afirma que dos grandes estereotipos, empobrecedores, atraviesan la comprensión del hecho histórico: la concepción de un "indio único", vencido por el "ejército civilizador" y su reverso, el "ejército genocida", que avanza exclusivamente como potencia exterminadora.
Así, según Torre, las interrelaciones entre "vencedores y vencidos" son mucho más complejas y pese a ser cinco columnas expedicionarias, la mayoría de los reportes de primera mano provinieron casi exclusivamente de la primera, al mando de Roca y del coronel Conrado Villegas.
Asimismo las tribus "reducidas" eran también muy diferentes,
pese a que se las suele "araucanizar", unificándolas en esa
etnia con raíz en el sur chileno, y comprendían a "salineros,
ranqueles, puelches, pehuenches, huiliches, manzaneros,
tehuelches y onas".
De hecho las relaciones de fuerza e influencias entre ellas y con el poder político, representado por Buenos Aires, variaban al punto de que el propio ejército expedicionario tenía "indios de lanza" aliados, reclutados de manera casi regular.
Se trataba de una práctica extendida desde tiempos coloniales, en las que se alternaban confrontaciones armadas y acuerdos de dudosa legitimidad para ambas contrapartes.
Estos "tratados" se hacían y deshacían, ya entrado el siglo
XIX, al ritmo de las necesidades de los aborígenes, en la
frontera de los "malones" y al vaivén del conflicto entre
"unitarios y federales" que marcó la etapa previa a la llamada
"Organización Nacional" argentina.
En este sentido, la campaña de Roca estableció un corte con lo anterior, conformando grupos de presión para convencer a los sectores dominantes de la necesidad de una "solución definitiva" al tema fronterizo.
Para 1879 las etnias aborígenes "al sur del Río Negro" ya estaban diezmadas y desorganizadas, producto de campañas previas y la carencia de un liderazgo unificador.
Se planteaba además la voluntad conciente de incorporar
territorios para una minoría de propietarios, muy diferente a la
experiencia del "Far West" estadounidense, que tuvo
participación civil en la ocupación de territorios apropiados.
Parte del éxito del "lobby" roquista consistió en agitar los fantasmas sobre el interés de los chilenos en esos territorios, y de que algunas "tribus actuaban como agentes" de Chile, desconociendo de manera interesada la flexibilidad que tuvieron hasta allí las relaciones de las etnias con ambas naciones.
Como resultado, en la década de 1880, en un lapso menor a
cinco años, 19.621.665 hectáreas de tierras fiscales recién
incorporadas se transfirieron al dominio privado, es decir a un
círculo aúlico de allegados al poder e inversores en la campaña,
sin ningún tipo de política de fomento a la colonización.
Por ejemplo, en dicho período 24 personas de la oligarquía local recibieron parcelas de entre 200 y 650 mil hectáreas cada una en las actuales provincias de La Pampa, Río Negro, Neuquén, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego.
El análisis de Torre se concentra además en lo literario, en modos y condiciones de producción de "textos expedicionarios". Así expone las estrategias de validación por parte de los autores, con el uso de la primera persona, como garante de la experiencia, y la constante búsqueda del aval de instituciones estatales, en general dependientes del Ejército y el Ejecutivo.
Un aporte fundamental de este libro, para los interesados en el tema, es la exhaustiva investigación en fuentes directas que son mencionadas y pueden servir para ahondar conocimientos.
La dicotomía "Civilización o Barbarie", enunciada por Domingo Faustino Sarmiento a mediados del siglo XIX, recorre como un espectro una obra que alumbra líneas difusas de la historia argentina, en la que a veces se vuelve difícil diferenciar papeles, como en los "entreveros" de soldados pobres y embrutecidos contra aborígenes, en la vasta soledad del desierto.
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