Cada año se producen en Argentina 18.000 nuevos casos de cáncer de mama y mueren unas 5.200 mujeres, un problema de salud pública que el recientemente creado Instituto Nacional del Cáncer (INC) intenta reducir a través de guías destinadas a asegurar la calidad y el buen desempeño de todos los aspectos vinculados con el cuidado de la enfermedad desde la detección hasta el tratamiento.
Las guías de prácticas son recomendaciones que hace la autoridad sanitaria en acuerdo con sociedades científicas, universidades y agrupaciones profesionales sobre la forma adecuada de manejar cada problema que pueda surgir desde el momento en que una mujer se realiza una mamografía.
Según precisó María Viniegra, gerenta técnica del INC y coordinadora del Programa Nacional de Control del Cáncer de Mama, “el plan de trabajo apunta a actualizar los controles de calidad de los mamógrafos y de los recursos humanos del área y los procedimientos diagnósticos, así como también a estandarizar los informes de anatomía patológica y los tratamientos”.
A partir de la elaboración de estos estándares, “se busca establecer la manera adecuada para que cada paciente reciba el tratamiento más idóneo, tanto en la fase de detección como de diagnóstico y tratamiento”.
Por otra parte, el INC se encuentra trabajando en el cáncer de mama a través de su Coordinación de Vigilancia y Análisis Epidemiológico mediante los registros hospitalarios y poblacionales, lo que permite contar con información más confiable sobre la incidencia y la mortalidad en nuestro país.
La detección precoz es fundamental para el tratamiento y la cura. Las mujeres sanas, que nunca hayan padecido enfermedades en la mama ni tengan antecedentes familiares, deben realizarse una mamografía cada dos años entre los 50 y 70 años.
La primera causa de muerte por cáncer en mujeres en nuestro país es por tumores de mama. Argentina, luego de Uruguay, es la nación de América con la tasa de mortalidad más alta por cáncer de mama con aproximadamente 20 muertes por cada 100.000 mujeres.
El cáncer de mama es una enfermedad multifactorial y es el producto de diferentes factores de riesgo y de estilos de vida, así como también de una carga genética.
Son factores de riesgo: los antecedentes familiares de esta enfermedad, ser mayor de 50 años, un estilo de vida sedentario, el alto consumo de grasas, el exceso de peso y el exceso en el consumo de alcohol.
Sin embargo, se ha detectado que la adherencia a pautas de estilo de vida saludable puede cambiar mucho el espectro de enfermedades no sólo oncológicas sino también cardiovasculares. El ejercicio físico aeróbico, por ejemplo, puede operar en la reducción de riesgo del cáncer de mama, especialmente en la postmenopausia.
Menos del 5 por ciento de todos los cánceres de mama están relacionados con factores genéticos que son muy determinantes. Los dos genes mejor caracterizados son los llamados BRCA1 y BRCA2, cuyas mutaciones confieren un riesgo aumentado de tener cáncer de mama en edades especialmente jóvenes.
La incidencia del cáncer de mama aumenta a partir de los 45-50 años, y la mortalidad por cáncer de mama aumenta unos años después.
La evidencia científica muestra que el grupo en el que la mamografía brinda más réditos es el de mujeres de 50 a 70 años.
Estudios hechos cada dos años parecieran ser tan efectivos como los realizados con más frecuencia, además de tener menos tasas de sobre diagnóstico y efectos adversos. Esto no quiere decir que mujeres fuera de ese rango etario no deban hacerse mamografías.
Es muy importante tener en cuenta que tanto en las mujeres de entre 40 y 50 años como en las mayores de 70 la decisión de hacer o no una mamografía debe ser personalizada. La mujer debe hablarlo con su médico y valorar los pros y los contras de hacer el estudio.
Cualquier intervención médica trae aparejados costos y beneficios: el beneficio potencial de la mamografía es el poder diagnosticar tempranamente una enfermedad y ofrecer por lo tanto mejores oportunidades de cura.
Por otro parte, los costos de la mamografía no sólo son económicos, ya que existe la posibilidad de que la mamografía señale indicios tumorales que en realidad no existen, que es lo que habitualmente se llaman resultados “falsos positivos”.
Esos “falsos positivos” pueden generar que los médicos tengan que hacer biopsias o procedimientos cruentos para confirmar o no la presencia de un cáncer. Pero además, también hay “falsos negativos”, que son situaciones en las que en realidad hay un tumor pero en la mamografía no se visualiza.
Se puede diagnosticar de más o de menos, ése es el riesgo que se corre con la mamografía, como sucede con cualquier otro método diagnóstico. Y en las mujeres menores de 50 años esos costos son más altos.(Télam)
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