La candidata presidencial brasileña, Dilma Rousseff, negó ayer estar vinculada a actos de corrupción en el gobierno y dijo que una de sus colaboradoras, acusada de tráfico de influencias, tiene que ser investigada "rigurosamente", al tiempo que una encuesta informó que 85 por ciento de los brasileños demanda más "ética" en la política.
"Mi campaña no está envuelta con esta historia" sobre sobornos a empresarios que, según la acusación, fueron solicitados por un grupo de personas ligadas al ministerio de la Casa Civil.
Erenice Guerra, quien fue una de las colaboradoras más
cercanas de Rousseff, presentó su renuncia al presidente Luiz
Lula da Silva como ministra de la Casa Civil el jueves, luego de
que medios locales publicaron que su hijo cobraba comisiones
para facilitar trámites en el Banco Nacional de Desarrollo
Económico y Social, y también en Correos.
"Quiero que se investigue el involucramiento en estos casos
de la ex ministra Erenice... Puedo decir que yo nunca acepté la
nominación de parientes en cargos del Estado", sostuvo Rousseff.
Israel Guerra, hijo de la ex ministra, comparecerá ante la Policía Federal que, según se anunció, comenzaba hoy a interrogar a sospechosos, testigos y periodistas relacionados con el caso.
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