N/D Obteniendo Informe del clima

Buscar
20/08/2010 - Libros

"Las dos muertes de Oliverio Puebla", undécima entrega de la novela de Montilla Santillán

Un policial inteligente que no da respiro. Con que velocidad, con que disposición corrió la noticia: ¡Dubinet renunciaba a su cargo! Se alejaba invariablemente de la fuerza pública, dejaba su rango y desaparecía así de los escenarios oficiales. A poco más de un año de irrumpir de súbito con el grado de jefe de la policía, sin que nadie supiera con certeza quien lo había colocado allí, ni las razones que habían manipulado tal determinación, el viejo desaparecía, en apariencia, de igual forma.

Para seguir la novela ingrese a http://guillermomontilla.wordpress.com

Silencios

(Décimo primer entrega)

Con que velocidad, con que disposición corrió la noticia: ¡Dubinet renunciaba a su cargo! Se alejaba invariablemente de la fuerza pública, dejaba su rango y desaparecía así de los escenarios oficiales. A poco más de un año de irrumpir de súbito con el grado de jefe de la policía, sin que nadie supiera con certeza quien lo había colocado allí, ni las razones que habían manipulado tal determinación, el viejo desaparecía, en apariencia, de igual forma. Basilio Dubinet, el hombre parco, el sabueso implacable, el funcionario brillante que no había dejado misterio sin resolver, que en la búsqueda de la verdad no había tenido reparos en enfrentarse a quien se le pusiera adelante, sin importar jerarquía, casta o influencia; Basilio Dubinet de cuyo pasado poco o nada se conocía, pero que había sabido dar que hablar  en el presente, -¡y de que forma!- a fuerza de una lógica irrefutable, de un método preciso, de una voluntad capaz de imponerse sobre cualquier otra voluntad, ese Basilio Dubinet estaba ido, fuera de un sistema que se negaba a congeniar con él. Postura irreconciliable y definitiva.

Esa misma noche en los círculos sociales y en los recintos del palacio de tribunales y en la Casa de Gobierno y en las cafeterías y en las oficinas de las seccionales y hasta en las celdas mismas, la noticia fue la comidilla de todos. Nadie se privó de lanzar una opinión, de aventurar una teoría, de especular con lo sucedido, pero tampoco nadie pareció estar a disgusto con la nueva.

El propio ministro del interior, sentado en un recinto lujoso del Club Social, fumando un cigarro en compañía de un cenáculo selecto de la aristocracia, expresó con cierto alivio:

- Parece que al fin de cuentas, será un 25 de Mayo en paz.

Dubinet, en cambio, respondió con silencios. Se recluyó en su residencia de la calle Entre Ríos a la que transformó en un bastión infranqueable, hizo oídos sordos a lo que se decía o escribía de él y aguardó paciente al amparo de unas muchas pavas de mate amargo, que el mundo que chirriaba golpeando con ahínco a su puerta, abandonara su causa acobardado por la noche y se entregara a un sueño mortecino. Entonces, cuando eso hubo acontecido, junto con el frío y las sombras, se acomodó el sombrero de copa luego de abrigarse con un capote largo, tomó su bastón y salió con paso templado como una sombra más.

A dos cuadras un coche de alquiler lo aguardaba desde hacía un tiempo. Un caballito zaino golpeó con las patas los adoquines de la calle y se desperezó con un velado relincho.

 - A la plaza San Martín. -dijo y el caballo que lo había escuchado todavía antes que el cochero se lanzó con un trote hacia su meta.

Para cuando llegaron a su destino el cielo se derramó con la forma de un aguacero frío y se coló por la ventana del carruaje, por entre las densas ramas de los árboles que rodeaban la plaza. Allí, al albergue del abismo que se derramaba entre farol y farol, esperaba el caballito zaino sin un protesto por la lluvia que lo mojaba burlando el enramaje.

No pasó mucho tiempo, aún cuando el tiempo suele demorarse en el frío, hasta que unos pasos se anunciaron al carruaje. Dubinet abrió la portezuela sin incorporarse y la cerró cuando el otro estuvo sentado frente a él, sin que una sola palabra se le escapara de los labios.

- ¡Llueve a cántaros! -exclamó Hernández a media voz mientras cerraba el paraguas. Lo mencionó con el entusiasmo de quien comparte una noticia con otros que la ignoran- Buenas noches, jefe

Dubinet le obsequió una sonrisa y dos palabras:

- ¿Te siguieron?

- No. Hice lo  que me aconsejó, jefe.

- Bien. ¿Qué me tienes?

- Todo está que arde desde que usted se fue, jefe. Aguijedo ha puesto a la jefatura patas para arriba y ha hecho lo mismo con la casa de Puebla. Quiere dar con esa maldita libreta, como la llama, a cualquier precio. Eso lo tiene de mal humor. Créame cuando le digo que ya no se alaba más de su caso de recinto cerrado.

“Y después reasignó a la mayoría de la fuerza, me salvé por un pelo de que me enviara como a los otros: a buscar tunas en el monte, si me permite la expresión. “Tú estabas bien al tanto de todo esto, Hernández” -me dijo- “Serás de más ayuda aquí que en otro lado. Pero si una sola palabra de este caso sale por esa boca tuya, te juro que vas a vértelas conmigo”. Mire que amenaza, jefe. Y después está lo otro, lo que usted dijo de cómo el asesino se las arregló para matar a Oliverio. “Por el momento no vamos a confiar en teorías, por lógicas que nos suenen. Vamos a construir este caso sobre una base sólida de pruebas concretas y no se hable más.” Pero lo cierto es que no tienen nada. El nuevo comisario en jefe no sabe para donde correr. Y hasta hace unas horas parecía que todo iba a seguir así hasta que sucedieron un par de cosas que no va a creer, jefe.

Hernández trago saliva, un poquito de aire y siguió hablando, con los ojos fijos en el rostro del viejo, esperando descubrirle un solo gesto que lo delatara.

- Hace unas dos horas llegó un despacho para Aguijedo, justo cuando se estaba yendo a su casa y por la forma en que reaccionó al leerlo estoy seguro que viene bien de arriba. Lo cierto es que cuando terminó de leerlo encendió una cerilla y lo vio arder en el papelero del pasillo, hasta que se consumió entero y después dijo a su secretario: “Autoriza que entierren el cuerpo de Oliverio Puebla mañana a las once, avisa a quienes se han hecho cargo de su cuerpo y a nadie más y envía esta noche misma un agente a la dirección que te di. Lo quiero bien vigilado.” ¡Vaya que capricho! Enterrar al pobre muchacho el mismo 25 de Mayo. ¿A quién se le ocurre una idea así?

- A alguien que sabe lo que hace. -le sorprendió la voz de Dubinet- Entre tantas marchas, desfiles y pompas, el entierro no hará ruido. Un desfile siempre es más bonito que un cadáver, Hernández. En cuanto a lo otro, pues bien, está claro que no se fían de mi retiro.

- ¿Cree que el agente es para usted, jefe?

- No hay dudas.

Dubinet golpeó el techo del carruaje con su bastón y el caballito zaino se lanzó a un trote tranquilo. Seis cuadras adelante, Dubinet estaba al tanto de todo cuanto se sabía hasta el momento y todavía les sobraron dos para trazar su plan de trabajo.

- No trates de comunicarte conmigo, Hernández. Yo daré contigo. En el ínterin sigue viendo que puedes averiguar. -le dijo mientras abría la puerta con el coche todavía en movimiento- Búscate una buena excusa por tu demora en llegar a casa esta noche. Una buena. La misma para tu mujer que para Aguijedo. Y cuídate, muchacho, que hay peligro.

El silencio, si es que algo había aprendido del viejo, fue la señal para que saltara del coche sin mucho problema y lo viera desaparecer en la esquina mientras abría su paraguas y emprendía el regreso a casa por el camino largo.

 


Identificación de Personas Desaparecidas

Si tenés un familiar victima de desaparición forzada y aun no diste tu muestra de sangre lo podés hacer ahora y ayuda a identificarlo.La toma de muestras son gratuitas, hechas por el Equipo Argentino de Antropología Forense dentro de la Iniciativa Latinoamericana para la Identificación de Personas Desaparecidas. Llama e 0800-333-2334, de lSec. DDHH Tuc. –Juzgados Federales 1 y 2 Tucumán.



Todos los derechos reservados Copyright 2007
Terminos y usos del sitio
Directorio Web de Argentina

Secciones
Portada del diario | Ediciones Anteriores | Deportes | Economia | Opinion|Policiales
Contactos
Publicidad en el diario | Redacción | Cartas al director| Staff

logo virtualnoa