Cuando me levanté el dia estaba ideal para ver golf, diluviaba afuera y el programa de tener enfrente la última vuelta del Open Championship era más que tentador. Pero ni siquiera esas condiciones ideales, que también tuvieron los jugadores, ya que tampoco sopló tanto el viento en St.Andrews, hizo que esta definición del Abierto Británico alcanzara un grado de emoción digna de un evento de esta tradición.
Lo de Louis Oosthuizen fue extraordinario, y por más aburrido que estuvo el campeonato, a él no hay nada que reprocharle ya que jugó de manera espectacular durante los cuatro días del torneo.
Sus salidas fueron perfectas y cuando tenía que embocar, como hoy en el 9 para águila, su putter le respondió de manera consistente. Dio una clase magistral de golf y además aprovechó que ninguno de los de atrás tuvo el coraje (golf) necesario para dar pelea.
“Shrek”, como le dicen sus amigos sudafricanos o “Oosty”, como ya lo bautizaron los americanos (cualquier cosa para no tener que aprender a decir bien su nombre), me sorprendió cuando sus primeras palabras fueron dedicadas a Nelson Mandela en el día de su cumpleaños. Eso creo que habla de la humildad y del don de gente de este chico de 27 años, que tuvo un origen bastante humilde en medio del campo sudafricano y que recordó a minutos de la gesta más increíble de su carrera deportiva, a ese hombre que cambió la historia de su tierra. Pensaba también en Mandela y su grandeza, porque cuántos de los golfistas de cualquier país, menos el nuestro, se acordarían de su líder político a la hora de los honores, creo que ninguno. Casualmente, o no tanto a su lado estuvo Zack Rasego, su caddie desde 2003 y un tipo muy simpático, con el que tuve la chance de charlar varias veces, ya que ha compartido varios torneos con Coco, el caddie de Andrés Romero. Un gran equipo, para un título impensado.
Para la estadística, Louis ganó con 272 golpes (-16), superando a Lee Westwood (el eterno segundo???) por siete golpes. Nunca pareció nervioso y mientras sumaba pares, esperaba que los que produjeran el milagro fueran el resto. Pero ni Casey, quien sí pareció afectado por la ocasión, ni el malón que venía atrás hizo nada para que el campeón se asustara. Hasta que el inglés la tiró a los “bushes” en el 12, y game over. Seis hoyos por delante, más de una hora para llenar con palabras e imágenes que ya nada tenían que ver con la definición del Open, porque ya era cosa juzgada. Creo que la falta de “nombres grandes” y una ventaja tan amplia ayudó a que no hubiera la gente que solía verse en estos torneos. Igual, el año pasado cuando estuve en Turnberry también noté la falta de público, parece que es una tendencia.
Ahora habrá que ver si Oosthuizen volverá a codearse con la gloria, o quedará en la historia del Open como uno de esos raros campeones como Ben Curtis, Todd Hamilton,Paul Lawrie o Ian Baker Finch. Por ahora disfrutará de su mejor Ranking Mundial de su carrera (15°) y festejará con su mujer, su hija y sus amigos sudafricanos. Ya habrá tiempo de pensar en el futuro.
Gentileza: Marcos Virasoro
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