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AMPLIARPor fin la justicia empieza a aparecer

Después de 36 años comenzó a hacerse justicia en Tucumán

Pasaron más de 5 meses e innumerables suspensiones en este histórico juicio por centro clandestino de detención, Jefatura de Policía. Sin embargo, los familiares de las víctimas del Terrorismo de Estado esperaron más de tres décadas para obtener justicia, por eso luego de la sentencia la felicidad fue de toda una sociedad. Por Sebastián Ganzburg

Hace cinco meses comenzaba un juicio histórico en Tucumán. Se trata del primer proceso contra algunos responsables del terrorismo de Estado en Tucumán, por centro clandestino de detención, Jefatura de Policía. Desde ese día la necesidad de la sociedad era que se haga justicia. No venganza.

Durante todo este tiempo se escucharon testimonios verdaderamente desgarradores. Como el de la señora Aldeco quien fue violada por Albornoz y su hijo durante 14 años. O el de cada uno de los testigos que narraron las atrocidades a las que fueron sometidos. Torturas con picana eléctrica, submarinos (los ahogaban en inodoro con excrementos), entre otras cosas.

Un juicio donde el fiscal y los abogados querellantes demostraron su inquebrantable compromiso para conocer la verdad. Trabajo arduo que realizaron durante años para llegar a esta sentencia. Siempre apelaron a argumentos sólidos para sostener una hipótesis que luego se cumplió: el terrorismo de Estado fue sistemático. Pensado en todos sus detalles.

Las pruebas materiales las trajo el testigo Clemente. Alrededor de 260 hojas con material de primera mano. Lista con las personas que deberían pasar a disposición final (morir), lista donde precisamente se encuentran casi todas las víctimas por quienes se llevó adelante este proceso. Una prueba material imprescindible de la que se valieron los miembros del Tribunal para tomar una decisión tan ejemplar, la cárcel común.

Un juicio atravesado por el Punto Final Biológico. Se murieron dos imputados. Semanas de comenzado el juicio, el coronel Zimmerman, Jefe de Policía durante 1976 y Cattaneo, hace un mes, quien era segundo en la cadena de mando luego de Bussi.

Bussi merece un párrafo aparte. Fue apartado de la causa. ¿Por qué? Sencillo, por cobarde y llorón. Mostró en todo momento una imagen patética. Estalló en lágrimas cuando se lo acusaba de lo que es: asesino. Un perfecto traidor a la patria que llora mientras comienza a conocerse la verdad. Sin embargo no derramó una sola lágrima cuando sumergió a la provincia en la más extrema pobreza. Cuando torturó y luego asesinó co-provincianos para robarle bienes. Los años y su enfermedad fueron la excusa perfecta para que el Tribunal decida sacarlo del proceso. No importa. Ahora resta esperar que no se muera, porque los juicios en su contra son cientos. Albornoz y De Cándido seguro lo esperarán para jugar al poker o las damas o las bochas en Villa Urquiza, el mejor lugar para estos genocidas.

El cumplimiento de la pena en cárcel común fue una decisión que generó, el viernes, alegría, felicidad, esperanzas porque por primera vez en Tucumán la sociedad obtiene justicia ante tantas atrocidades, ante tanta impunidad. Ante tanta corrupción. Quizás después de esto, el miedo, que estos criminales impusieron en el inconsciente colectivo, finalmente vaya desapareciendo. La democracia está vigente. Tucumán respira libertad.

Sebastián Ganzburg

sebaganzburg@gmail.com