El partido con el seleccionado argentino fue un trámite para el conjunto alemán. Messi no apareció. El medio campo hizo aguas, la defensa titubeó. Mientras que los dirigidos por Loew impusieron fútbol, presencia e inteligencia. Un duelo de técnicos que Maradona lo perdió categóricamente, entre su egocéntrico capricho.
Por Sebastián Ganzburg
Desde el inicio del partido el conjunto alemán demostró ser superior en
todas las líneas. Un seleccionado argentino que por primera vez en lo
que va del mundial se enfrentaba con un candidato al título del mundo.
Los albiceletes llegaron al mundial con mucha dificultad. Cuando
Maradona se hizo cargo del equipo los jugadores recobraron la confianza
perdida durante la época Basile. Clasificamos, luego el sorteo nos
favoreció y parecía que el paso hacia octavos era un trámite.
Es lo que sucedió. Los rivales no tenían nivel táctico ni técnico.
Argentina individualmente era superior. Además, la fórmula que más
vendía hasta ese momento, Maradona-Messi, era la estrella ineludible del
campeonato del mundo.
Llegó México, el de siempre. Buen manejo de balón pero carente de
definición. Hasta pasados los 24 minutos el conjunto azteca fue claro
dominador del juego. Una pelota estalló en el travesaño. Otra besó el
poste derecho de Romero. La albiceleste no había atacado. La primera que
tuvo, convirtió Tévez. Groseramente adelantado. Era evidente, desde
antes de comenzado el Mundial que Maradona-Messi tenía que seguir a
etapas más decisivas. México, entre desazón e impotencia, no pudo con
los nervios, lo que se evidenció en el 2-0, un error de un defensor solo
explicable por lo antes expuesto y Argentina pasó a cuartos, sepultando
a los aztecas contundentemente, pero sin mérito futbolístico ni
táctico.
La primera final
Como en todo Mundial, estos momentos son etapas decisivas. No hay margen
de error y todos los equipos son igualmente importantes. Estamos
hablando de cuatros de final. El negocio prácticamente está resuelto
para Fifa y, ahora si, gana el mejor.
El choque era un partido clásico: Alemania-Argentina. Ambos candidatos
al título del mundo. Los de casaca blanca venían demostrando solvencia,
disciplina y buen desempeño en todos sus partidos. Superó ampliamente a
los ingleses en octavos con lo que demostraba, que a diferencia del
seleccionado nacional, no llegó de regalo a cuartos. A pesar de que hubo
un gol dudoso.
Antes de semejante choque la certeza de que Argentina pase a la
semifinal inundó a los fanáticos del fútbol. Un día antes festejaban que
Brasil quedaba afuera de la copa, pero la acrítica postura de la
sociedad gaucha ni siquiera se preocupaba por el pobre desempeño
demostrado por los 11 del 10 durante el Mundial. Nunca fue un equipo
sólido.
Alemania sí y terminó superando de manera inobjetable a los de Diego. Un
trámite táctico. Un duelo de técnicos que Maradona lo perdió
categóricamente. Realizó un planteo poco inteligente. Cuatro abajo. Tres
al medio y tres arriba. El mediocampo no tenía conexión con los
encargados de hacer los goles. Messi absolutamente perdido. Se
desempeñaba por momentos de 5, por momentos de enganche. Las pequeñas
sociedades de las que siempre habló Menotti no existieron. No tuvo un
socio. En este caso era necesario Verón. Tampoco entró Palermo por un
Higuaín desprolijo y nervioso.
Los alemanes con pulcritud, sin apelar a faltas, siendo inteligentes,
contundentes se pusieron en ventaja solo dos minutos de transcurrido el
cotejo. No dejaron que juegue el rival. Diego no hizo los cambios
cantados en el segundo tiempo. Alemania convirtió el segundo y el golpe
anímico para los nuestros fue devastador. Como el que le dimos a lo
mexicanos, solo que los arios no necesitaron ayuda externa.
Sebastián Ganzburg
sebaganzburg@gmail.com
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