Moscú y Washington calmaron los ánimos el martes y desestimaron que un supuesto caso de espionaje ruso afecté sus relaciones, reactivadas desde hace un año y medio.
Moscú reconoció la presencia de ciudadanos rusos entre los diez presuntos espías detenidos el domingo en Estados Unidos, pero negó que hayan actuado en contra de los intereses estadounidenses.
"No cometieron ningún acto dirigido contra los intereses de Estados Unidos", indicó el ministerio ruso de Relaciones Exteriores en un comunicado tras el anuncio de que el FBI desmanteló una red de espionaje y detuvo a diez personas acusándolas de trabajar para Moscú.
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El primer ministro ruso, Vladimir Putin, dijo esperar que el asunto no perjudique la reactivación de las relaciones bilaterales.
"La policía ha ido un poco lejos y puso a gente en la cárcel", declaró Putin al ex presidente estadounidense Bill Clinton, de visita en Rusia.
"Contamos con que esto no afecte a todo lo positivo acumulado estos últimos años", agregó, según declaraciones trasmitidas por la televisión rusa.
La Casa Blanca dijo el martes que no cree "que esto vaya a afectar la reactivación" de las relaciones con el Kremlin.
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El portavoz presidencial Robert Gibbs reconoció que el presidente Barack Obama estaba enterado de la investigación cuando la semana pasada recibió a su homólogo ruso, Dimitri Medvedev, pero no se lo mencionó.
"Nos gustaría estar en un punto en el que la confianza y la cooperación entre Estados Unidos y Rusia fuera tal que nadie pensara en recurrir a las agencias de inteligencia para enterarse de cosas que no podría saber de otra manera. Aparentemente aún no hemos alcanzado ese punto", dijo de su lado el subsecretario de Estado para asuntos europeos, Phil Gordon.
Los detenidos dicen ser estadounidenses, canadienses o peruanos, según las dos querellas interpuestas contra ellos por la justicia estadounidense y en las que no se precisa su nacionalidad.
Entre ellos figura Juan Lázaro, al parecer un peruano nacido en Uruguay, y su esposa, que dice llamarse Vicki Peláez, una peruana nacionalizada norteamericana.
Están acusados de actuar como agentes de un gobierno extranjero, lo que conlleva una pena máxima de cinco años de prisión. Además nueve de ellos están inculpados por conspirar para lavar dinero, cargo por el que se puede pedir una pena máxima de 20 años de cárcel.
Por su parte, Gran Bretaña e Irlanda investigan informaciones sobre una posible utilización de pasaportes británicos e irlandeses falsos por algunos de ellos.
El Servicio de Inteligencia Exterior ruso (SVR), en primera línea de los acusados según las autoridades estadounidenses, no quiso hacer comentarios, al igual que el Kremlin, que estimó que Medvedev es el único habilitado para ello.
El desmantelamiento de la red, resultado de diez años de investigaciones del FBI, reveló un arsenal de medios de comunicación, como una técnica de codificación de datos en fotografías colgadas en páginas web anodinas, o radios de onda corta para contactar directamente con Moscú.
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El caso reúne todos los elementos de una novela de espionaje: mensajes codificados, dinero en efectivo entregado por emisarios rusos durante estadías en países latinoamericanos, idas y venidas a Moscú a través de Roma, pasaportes falsos, transporte y entrega de ordenadores portátiles...
Cinco de los diez detenidos comparecieron el lunes en Nueva York ante un juez federal que ordenó que permanezcan en prisión preventiva.
Una persona había escapado a la redada, pero el martes las autoridades chipriotas anunciaron su arresto en el aeropuerto de Larnaca (sur). Se trata del canadiense Robert Christopher Metsos, de 54 años, quedó en libertad contra una fianza de 26.500 euros (32.000 dólares) a la espera de su extradición.
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