En Santiago del Estero, una de las provincias argentinas más afectadas por la deforestación y la desertificación, se creó un oasis de especies nativas para recuperar el suelo y atraer de nuevo a productores que habían emigrado.
Por Marcela Valente, para IPS
"No es fácil, resulta muy
costoso y lleva tiempo, pero es posible recuperar tierras degradadas",
aseguró a IPS Sonia Ramírez, coordinadora del proyecto de forestación
que se desarrolla en la localidad Colonia El Simbolar.
En esa localidad, ubicada 1.150 kilómetros al noroeste de Buenos
Aires, se erigió un vivero de la especial nativa algarrobo blanco
(Prosopis alba) y se plantaron casi 1.900 hectáreas de árboles que
tienen ya alrededor de dos metros.
El objetivo era llegar a 3.000, pero los promotores del programa
redujeron sus expectativas a 2.000 hectáreas. O sea que están cerca ya
de la nueva meta y la cubierta del suelo muestra avanzados signos de
recuperación.
En este programa participa un centenar de productores que habían
abandonado los lotes donde alguna vez cultivaron algodón, soja, frutas y
hortalizas. "El 80 por ciento son pequeños productores con problemas de
subsistencia", explicó Ramírez.
La coordinadora precisó que además de producir los plantines, hay que
preparar el suelo, plantar y mantener los cultivos. Hasta ahora, lo que
observan es "una excelente recuperación" en la materia orgánica de la
mayor parte de los suelos trabajados.
Datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe
indican que Argentina, con 75 por ciento de su superficie árida,
semiárida o sub-húmeda seca, es el país más afectado en la región por la
degradación debida principalmente al avance de la frontera agropecuaria
sobre el bosque.
En Santiago del Estero, el corazón de la región norte del país, la
expansión del monocultivo fue en desmedro de la cubierta vegetal.
Actualmente quedan 5,6 millones de hectáreas de bosques de las 6,6
millones que había en 1992, según informes oficiales.
Así, una de las provincias más boscosas del país dejó al desnudo un
suelo vulnerable, desertificado, que obligó a miles de campesinos y
pequeños productores a emigrar, aún a costa de abandonar tierras que les
pertenecían.
En la Colonia El Simbolar comenzó a gestarse a comienzos 2006 el
proyecto "Forestación para combatir la desertificación, mitigar el
cambio climático y proteger la biodiversidad - Grupos ambientales
Juveniles".
La meta es combatir la desertificación, mitigar el cambio climático
mediante el secuestro de dióxido de carbono en el suelo y la masa
forestal y proteger la biodiversidad biológica, utilizando especies
nativas para reforestar.
También se propone mejorar las condiciones de vida de las comunidades
locales y mostrar sinergia entre las principales convenciones de
Naciones Unidas sobre ambiente: la de cambio climático, la de
desertificación y la de biodiversidad.
Un miembro de la secretaría de la Convención de la Lucha contra la
Desertificación, de la Organización de las Naciones Unidas, confió a IPS
que el plan es único en la región en intentar la recuperación de
tierras degradadas y podría servir como prototipo para otros casos de
severa desertificación en América latina y el mundo.
La iniciativa cuenta con el respaldo financiero y técnico del
gobierno de Italia, la secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable
de Argentina, autoridades provinciales, la italiana Universidad La
Tuscia y la Universidad Católica de Santiago del Estero.
Los ejecutores son el Grupo Ambiental para el Desarrollo, una
organización no gubernamental con sede en Santiago del Estero en la que
trabaja Ramírez, y la Fundación del Sur en Buenos Aires.
Y los que llevan adelante los trabajos del vivero, que toman cursos
de capacitación sobre mejores prácticas de manejo de estos suelos
frágiles, y los que plantan, son pobladores locales, algunos de ellos
dueños de pequeñas parcelas yermas.
Juan Luis Mérega, director de la Fundación del Sur, explicó a IPS que
se eligió Santiago del Estero "porque es una zona muy castigada por la
deforestación, que se acentuó dramáticamente en los últimos años por la
expansión de la soja".
Esa leguminosa es el principal cultivo de exportación. Debido al
desarrollo de una semilla modificada genéticamente, que la hace más apta
para resistir herbicidas, más de la mitad de la superficie sembrada del
país es soja.
En tierras fértiles y húmedas, como las de la Pampa húmeda, en el
centro-este del país, el cultivo resulta apto. Pero en zonas áridas
protegidas por el bosque nativo, si bien logra desarrollarse, el
deterioro que provoca en el suelo es casi irreversible.
"Los medianos y grandes productores que participan de este proyecto
cedieron lotes marginales y siguen con sus explotaciones agropecuarias, y
los pequeños viven de subsidios del Estado", explicó.
Para Mérega, el deterioro del suelo "no es fácil de revertir". "La
degradación se detecta a simple vista porque la tierra está blanca por
la sal (del agua de riego), que le resta fertilidad. Y al mismo tiempo
es notable cómo se prenden los árboles", rescató.
El proyecto es candidato a ingresar en el Mecanismo de Desarrollo
Limpio, una herramienta prevista en el Protocolo de Kyoto para mitigar
el cambio climático mediante la venta de créditos de carbono, según
adelantó Mérega.
Los promotores del programa confían en que su proyecto permitirá el
secuestro de 324.000 toneladas de carbono a lo largo de 20 años de
desarrollo de la plantación. No obstante, los productores podrían
beneficiarse antes con la venta de madera.
"A los siete años (que se cumplen en 2013) ya hay que ralear y ahí
tienen posibilidad de vender lo que se quita", añadió.
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