El pacto energético que acaban de firmar Perú y Brasil en la amazónica ciudad de Manaus nace con rechazo de poblaciones indígenas peruanas donde se construirían las centrales hidroeléctricas proyectadas. ¿Qué está en juego?
Por Milagros Salazar, para IPS
Perú aún no calculó cuánta energía necesitará su mercado interno de las
hidroeléctricas que se erigirán en la Amazonia de este país en virtud
del acuerdo firmado el miércoles 16 por el mandatario Alan García y su
anfitrión brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva.
Sin embargo, se compromete a entregar un porcentaje permanente
de electricidad a Brasil por 30 años. Y si quisiera denunciar lo
pactado, sólo podrá hacerlo cuando haya transcurrido la mitad de ese
plazo, informó a IPS el viceministro de Energía de Perú, Daniel Cámac.
"¿Qué sentido tiene firmar un acuerdo sin determinar si es lo
que necesitamos como país? ¿Por qué no hacemos los estudios antes de
asumir compromisos de los que nos podemos arrepentir?", cuestionó el
abogado César Gamboa, director de la organización no gubernamental
Derecho, Ambiente y Recursos Naturales (DAR).
El viceministro Cámac replicó que para hacer ese cálculo se
necesita "un mayor análisis" y por tanto "se va a ir trabajado proyecto
por proyecto para ver cuánto se requiere".
El acuerdo que empezó a negociarse en 2006 proyecta generar
6.000 megavatios (mv) con la construcción de generadoras en territorio
peruano que, según la versión oficial, priorizarán el abastecimiento
interno y permitirán vender los excedentes a Brasil.
Pero el ingeniero Alfredo Novoa, director de la organización
no gubernamental ProNaturaleza, aseguro a IPS que "Perú no necesita
proyectos energéticos en la Amazonia para cubrir su demanda".
"Hay un potencial de 22.000 mv en los Andes y otros tantos miles en la costa, ¿para qué más?", cuestionó.
Este país posee una capacidad instalada de más de 6.000 mv de diversas
fuentes que cubren sin sobresaltos la demanda actual. Y se proyecta que
necesitará para 2020 unos 12.000 y unos 20.000 para 2050, según Novoa.
En cambio, "Brasil, una potencia emergente, tendrá una demanda proyectada de 174.000 megavatios a 2030", insistió.
Para Cámac, Perú podría necesitar mucha más energía que esas estimaciones. En 20 años la demanda puede llegar a 25.000, indicó.
"Con el acuerdo se abre un mercado de integración, y luego se harán los
estudios para encontrar un equilibrio económico entre los dos países",
indicó.
De acuerdo con la explicación del viceministro, en cada
central hidroeléctrica se establecerá un porcentaje fijo por 30 años
para la venta de energía al país vecino, que aún no se conoce a cuánto
ascenderá.
En julio de 2009, la propuesta establecida indicaba 80 por ciento para
Brasil y 20 por ciento para Perú en el primer decenio. Pero ante las
protestas peruanas, las cifras se eliminaron del acuerdo y se
discutirán en negociaciones a puertas cerradas. El funcionario dijo que
tampoco se sabe cuántas generadoras se construirán, ni en qué zonas.
"Incluso podrían ser en los Andes y no en la Amazonia", aseguró a IPS.
Pero el propio Cámac ya ha señalado en foros públicos una
relación de posibles proyectos en la selva para vender energía a
Brasil, como pudo verificar IPS en dos archivos con presentaciones en
PowerPoint elaboradas por el funcionario.
En una exposición en mayo de 2009 para un seminario
internacional, el viceministro colocó en el paquete de oferta dos
controvertidos proyectos.
Uno es el del río Inambari, ubicado en los límites amazónicos de las
regiones Cusco, Madre de Dios y Puno, en el sudeste del país, que se
convertiría en la hidroeléctrica más grande de Perú y la quinta en
tamaño de América Latina.
El otro es el proyecto Paquitzapango en el río Ene, del
central departamento de Junín, donde se concentra la población indígena
asháninka.
De acuerdo con Gamboa, hay otros tres planes en cartera: Mainiqui 1 en Cusco, y Tambo 40 y Tambo 60 en Junín.
Para los cinco se ha calculado una inversión de entre 13.500 millones y 16.500 millones de dólares.
Los embalses de las centrales podrían obligar a desplazar a más
de 4.000 personas en Inambari, entre indígenas y mestizos, y hasta
10.000 en Paquitzapango, la mayoría asháninkas, pueblo que sufrió el
desplazamiento en el conflicto armado interno peruano (1980-2000).
El libro "Amazonia peruana en 2021", de Marc Dourojeanni,
Alberto Barandiarán y Diego Dourojeanni, sostiene que Inambari puede
ocasionar un gran impacto al ecosistema selvático por la laguna
artificial que almacenará el agua de la hidroeléctrica.
Esto elevará la emisión peruana de gases de efecto invernadero en 5,9 por ciento.
"Hay costos sociales y ambientales que no están considerados.
El gobierno trata de diluir los casos puntuales e insistir en que se
trata de cooperación cuando en realidad es una negociación desigual",
señaló Gamboa.
Las empresas que tienen a su cargo los dos proyectos
principales son de capitales brasileños, mediante concesiones
temporales que serían impulsadas al amparo del tratado.
El plan Inambari está en manos del consorcio Egasur,
conformado por las empresas OAS y la estatal Eletrobrás Furnas, ambas
brasileñas.
Paquitzapango fue concesionado a Paquitzapango Energía SAC.
Detrás de ésta se encuentra la poderosa Organización Odebrecht, aseguró
la abogada de la Central Asháninka del Río Ene (CARE), Iris Olivera.
En mayo, el gerente de proyectos de Odebrecht, Cecílio Abrão
Junior, se presentó en la oficina de CARE para explicar los supuestos
beneficios de la obra.
Según Olivera, el ejecutivo informó que Odebrecht está a cargo del
estudio de factibilidad y que forma un consorcio con Eletrobrás y la
empresa Andrade Gutiérrez.
OAS, accionista principal de Inambari, Odebrecht, Andrade
Gutiérrez y Camargo Correa componen un oligopolio de la construcción de
grandes obras que, financiado por el estatal Banco Nacional de
Desarrollo de Brasil (BNDES), constituyen una punta de lanza en América
Latina y África.
Detrás de estas inversiones se encuentran proveedores del
vecino país porque la financiación del BNDES tiene como condición el
uso de equipos e insumos brasileños.
"Esto evidencia el interés económico de Brasil para ejecutar
obras utilizando la máscara de empresas constituidas en Perú", señaló
Olivera.
"Perú es apenas un peón más en el tablero de ajedrez de Brasil", indicó Novoa a IPS.
Los reflectores apuntan a la represa de Inambari, que regulará
el caudal del río Madre de Dios, efluente del Madeira en la selva
brasileña en el que se está construyendo un complejo hidroeléctrico con
múltiples represas, añadió.
Así, cuando el Madeira tenga un caudal bajo, la represa de Inambari podría contribuir a que sus turbinas sigan funcionando.
El acuerdo debe ser debatido y ratificado por el Congreso
legislativo de Perú para que entre en vigencia. "Sería saludable", dijo
sin más el viceministro Cámac.
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