Los colombianos dan por seguro que el ex ministro de Defensa, Juan Manuel Santos, será su nuevo presidente y que con él se mantendrá el proyecto del actual gobernante, Álvaro Uribe. Santos, como heredero de Uribe, sería más de lo mismo.
Análisis de Javier Darío Restrepo, para IPS
En blanco y negro, se describe el legado del derechista Uribe, que
gobierna desde 2002, como si al ponerla en evidencia el país pudiera
asomarse al panorama del próximo cuatrienio, que se definirá el 20 de
junio, cuando se celebre la segunda vuelta de los comicios
presidenciales.
La severa crítica de Uribe, Claudia López, admitió sin embargo
que "deja un país mejor que el que encontró en 2002, cuando la
guerrilla parecía invencible y Colombia estaba en su pico más alto de
violencia". Pero, agregó, "esto fue al costo de debilitar a casi todas
las instituciones".
Colombia vive en guerra interna desde 1964, cuando se alzaron
en armas grupos izquierdistas. En los últimos 20 años, los
paramilitares, milicias armadas ultraderechistas, se sumaron al
conflicto del lado de la fuerza pública.
Es el primer proveedor de drogas del mercado estadounidense y
receptor de la tercera mayor ayuda militar de Washington, después de
Israel y Egipto.
El columnista y escritor Juan Carlos Botero hizo su propio
inventario sobre Uribe: desmovilizó grupos paramilitares, arrinconó a
la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC),
reactivó la economía, redujo secuestros, masacres y asaltos a
poblaciones.
En el Debe, incluyó los "falsos positivos" (asesinatos de
civiles a manos de las Fuerzas Armadas para hacerlos pasar como bajas
de guerra), el subsidio Agro Ingreso Seguro para grandes hacendados,
los sobornos a legisladores, el aislamiento internacional, el espionaje
a opositores, periodistas y jueces por una oficina de inteligencia de
la Presidencia y la permanente fricción con la justicia.
Cuando Santos explica por qué debe votarse por él, habla de
proteger el legado de Uribe y "sus indiscutibles avances en seguridad,
el aumento de la cobertura social y la confianza para los
inversionistas".
Pero quienes lo conocen dicen que no se preparó para ser presidente durante 20 años, sólo para hacer el papel de dócil heredero.
El rumbo que tendrá Colombia debe mirarse en el marco de la
personalidad de quien sería el nuevo mandatario, y que obtuvo 46,5 por
ciento de los votos en la primera vuelta del 30 de mayo.
A los 14 años dijo que quería ser presidente; a los 16,
contrariando la tendencia dominante en su generación y en su clase,
decidió ser infante de marina y graduarse en la Escuela Naval. Se hizo
economista y administrador de empresas en la Universidad de Kansas, y
efectuó estudios de posgrado en Harvard y en la London School of
Economics and Political Science.
Disciplinado y obstinado, fue un eficiente ministro de Comercio
Exterior (1992-1994), de Hacienda (2000-2002) y de Defensa (2006-2009).
Frío en apariencia, destituyó a 27 oficiales del ejército vinculados al
escándalo de los falsos positivos, y fue omnipresente en las fotos y
grabaciones de televisión sobre éxitos militares contra la guerrilla.
Quienes lo analizan lo ven como un hombre con un solo propósito, que asume múltiples formas que podrían ser las de un gobierno.
• Que creará trabajo formal, pues recibe un país con casi 12
por ciento de desempleo, muy por encima del promedio sudamericano de
ocho por ciento.
• Que no creará nuevos impuestos; pero los economistas lo
enfrentan al hecho de que parte de su herencia son unas finanzas
descuadradas. "El gobierno tiene un hueco de cinco por ciento del
producto interno bruto", le recordó el ex director de Planeación y
decano de Economía de la Universidad de los Andes, Alejandro Gaviria.
• Que llevará a cabo planes de choque para asistir a la juventud y fomentar el empleo formal.
Su contendor, Antanas Mockus, que consiguió 21,5 por ciento de
sufragios en mayo, al escuchar su lista de propuestas en un reciente
debate, se limitó a preguntar: "¿Y dónde está la platica?".
La desconfianza opositora aumenta cuando se observa que seis
de los 10 puntos programáticos de Santos son una versión de las
iniciativas del opositor Partido Verde, que postula a Mockus.
Para el columnista y escritor William Ospina, estos comicios
son apenas un relevo de castas: la de Uribe, una casta de industriales
del campo, que entregará el mando a las castas urbanas que representa
Santos.
La herencia que pasará de unas manos a otras es la Política de
Seguridad Democrática de Uribe, "en la que triunfaron los robos de
tierras, el desplazamiento, el espionaje, los crímenes con armas del
Estado, los subsidios a los privilegiados y niveles escandalosos de
pobreza", según Ospina.
Colombia es uno de los 13 países con mayor desigualdad entre
ricos y pobres del mundo, según el Índice Gini, que mide la
distribución del ingreso. Y la pobreza afecta a 46 por ciento de sus
más de 42 millones de habitantes, indican cifras oficiales.
Los que votarán por Santos creen en la gobernabilidad que le
darán las mayorías oficialistas en el Congreso legislativo, y que su
política económica tendrá espacio para la generosidad del candidato.
Esa generosidad la recuerda su antigua empleada doméstica,
Mónica Martínez, quien recibió íntegro el monto del Premio
Internacional de Periodismo Rey de España, ganado por Santos y su
hermano Enrique en 1985, cuando se dedicaba a escribir en el diario
familiar El Tiempo.
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